Hasta hace poco más de un mes Zoom era poco más que un proyecto más. Una de tantas ‘apps’ nacidas en Silicon Valley que intentan sobrevivir en el competitivo sector de la tecnología y en concreto uno de los pocos proyectos pequeños que se atrevían a pelear con los grandes en un terreno copado por muy pocos como es el de las videollamadas. Lo hacía, sobre todo, apostando por el terreno empresarial, espacio en el que el mercado permitía mayor espacio, pero todo ha cambiado con el Covid-19. E incluso a los que les ha ido muy bien con el confinamiento también se les puede volver todo en contra, incluido a Zoom.
Para quien todavía no conozca esta ‘app’, aunque ahora mismo es bastante complicado no haberse topado ni una sola vez con ella entre día y día de cuarentena, debe saber que se trata de un proyecto creado por el empresario chino emigrado a Estados Unidos en 1990 Eric Yuan. Un ingeniero informático de 50 años afincado en Silicon Valley que tras muchos años en WebEx (servicio de videoconferencias de Cisco del que ahora es rival) en 2011 decidió lanzar Zoom con la idea de dar una vuelta al mundo de las videoconferencias y que lo hace con algo muy efectivo: la simpleza. Un servicio de videollamada fácil de usar y con un principio claro, que con un solo click todo este listo para hablar con el resto de invitados a la llamada.
Esto último ha sido clave para que su servicio, en un momento en el que muchos están incluso descubriendo el mundo de las videollamadas pierdan el miedo a hacerlas. Familias, amigos, profesionales… Todo el mundo ha empezado a usar Zoom, y a dejar de lado el resto de competidores. Incluso Microsoft mandó un mensaje a sus clientes pidiendo que recomendasen Microsoft Teams por encima de Zoom para intentar frenar la hemorragia. El problema es que igual que no es bueno no crecer tampoco lo es hacerlo de forma meteórica, y Zoom lo está demostrando.
Hasta hace unos días la compañía ni siquiera daba datos del número de usuarios que usaban su servicio. Pensado para no tener que registrarte, si no quieres iniciar tú una llamada, la compañía confesaba que no quería dar esos datos, pero esta semana ya ha dicho que hasta principios de este año sus guarismos se movían entre los 10 millones de usuarios activos, ahora tiene 200 millones de personas que usan Zoom. Y ha sido todo en apenas 3 meses.
En la bolsa de Nueva York, donde cotiza la compañía de este ingeniero famoso por su austeridad y pocas apariciones públicas, también se ha notado el despegue. En diciembre, la acción de Zoom valía 62 dólares, a finales de marzo llegaba a los 150 por acción. Su CEO ha pasado de no estar entre las 500 personas más ricas del planeta en enero, a ser la 184 en marzo con 7.800 millones de dólares de fortuna, y la compañía ya vale más de 2.000 millones. Eso sí, todo antes de que estallara el ‘Zoombombing’ y aparecieran los graves agujeros de seguridad. Tras una semana negra para la compañía, su acción ha vuelto a caer y ronda los 120 dólares.
Graves fallos de seguridad
El ejemplo de Zoom es muy interesante para entender qué puede pasar si tu compañía vive un despegue repentino y descontrolado por una situación que ni siquiera habías imaginado. Con el coronavirus la empresa de San José vivió un crecimiento como nunca antes en todos los entornos de la sociedad. Lo empezaron a usar desde los usuarios más comunes para sus reuniones sociales hasta empresas y gobiernos para comunicaciones delicadas. La posibilidad de sumarse a la reunión con un simple código que pegas en tu ‘app’ de Zoom en el móvil o directamente en la página web, si estás en el ordenador, ha ayudado mucho a la adaptación del teletrabajo. Pero cuanto más grande eres más detalles dejas a la vista, y más gente los mira.
Esta semana, Zoom, ha pasado del éxito absoluto, de mirar por encima a todas las compañías que caían en bolsa, a desplomarse ella también. 5 días de alarmas continuas por su seguridad que empezó el lunes cuando la oficina de la Oficina Federal de Investigaciones de Boston emitió una advertencia sobre Zoom, pidiendo a los usuarios que no hicieran públicas las reuniones que tenían en este servicio ni compartieran los códigos después de recibir dos informes de personas no identificadas que invadieron las sesiones escolares, un fenómeno conocido como ‘Zoombombing’. Gente que se cuela en las reuniones y comparte su pantalla enseñando alguna imagen desagradable o ilegal aprovechando el anonimato.
Esto ya hizo saltar las alarmas en numerosas instituciones y empresas, pero el problema solo acababa de empezar. Un par de días después, la compañía aeroespacial SpaceX, propiedad de Elon Musk prohibió a los empleados usar la aplicación Zoom en un memorando documentado por Reuters, diciendo que la aplicación tenía «importantes fallos de privacidad y seguridad» y como ella varias han empresas han seguido su estela y han prohibido el uso de esta ‘app’ (en España alguna ‘teleco’ ya lo ha hecho). ¿Cuáles eran esos problemas registrados por SpaceX? Pues ya se han ido revelando algunos.
Primero se habló de que Zoom mandaba información de los usuarios a Facebook, incluso cuando estos no tenían cuenta en la red social de Mark Zuckerberg, pero es que después se supo que el servicio no cifraba todas las llamadas de extremo a extremo como decía que sí que hacía y por último varios fallos técnicos demostraron que cualquier ciberdelincuente se podía hacer con miles de datos personales de usuarios de Zoom e incluso hacerse con contraseñas de Windows. Hoy mismo un nuevo informe publicado por Forbes asegura que Zoom mandaba algunos de los códigos de encriptado y conversaciones a través de China.
Y ahora, ¿qué?
Ante la situación, su dueño ha respondido con rapidez y bastante transparencia aceptando la situación y asegurando que están trabajando a destajo para intentar solucionar la situación lo antes posible. Es más, se han dado 90 días para solucionar todo esto, una especie de cuarentena digital en la que todos los esfuerzos de la empresa estarán puestos en solucionar estos problemas esenciales, nada más. Queda ver si los 2.000 empleados de la firma son capaces de dar la vuelta a la situación antes de que su cohete, que había despegado de forma descontrolada es capaz de recuperar el rumbo antes de estrellarse contra el suelo.
Lo cierto es que su simpleza ha convertido la ‘app’ en un modelo a imitar próximamente por todos los servicios similares, pero se enfrenta a un doble problema. Primero el de todas las dudas de seguridad y privacidad aparecidas y segundo a su modelo ‘post-Covid’. Como ocurre con Houseparty, son ‘apps’ que han cambiado por completo por culpa del virus y el confinamiento. En principio ambas situaciones han mudado para bien, pero se enfrentan a una situación en la que el éxito puede acabar por engullirlas.
Zoom necesita mantener a sus clientes de pago (en la versión gratuita solo puedes añadir hasta 100 personas en reuniones de no más de 40 minutos) mientras da el servicio que le reclaman los usuarios de a pie. Una papeleta complicada para la que necesita mantener las mismas prestaciones que ofrecía antes de la crisis y crecer sin desbordar sus posibilidades ni perder la cabeza. Bueno, y conseguir que la gente no deje de confiar en su servicio.
Fuente: Elconfidencial.com (5/4/20) Pixabay.com