Europa impulsa el gas por ‘fracking’ para blindar el suministro ante crisis rusas

Dijo Mao Tse-Tung que «el poder político nace de la punta de los cañones de los fusiles». Esta frase sigue siendo cierta, pero se debería añadir que también surge de los dólares, o los euros, de los consumidores.

Rusia ha intentado jugar la baza de las exportaciones de gas en el conflicto con Ucrania, con la amenaza de un corte de gas el pasado 7 de marzo, como ya sucedió en 2009. Sin embargo, algunos economistas creen que fue un farol.

«La dependencia del gas ruso es cada vez menor. Moscú nos necesita, para consumir ese gas, mucho más de lo que nosotros creemos», explica Daniel Lacalle, gestor del portfolio del sector energético en el hedge fund Ecofin. Entre los argumentos que apoyan esta hipótesis está que el invierno de este año ha sido particularmente suave este año, lo que ha permitido acumular un stock para los próximos 4 ó 5 meses.

Actualmente, el 30% del gas que consume Europa viene de Rusia, una situación que Bruselas quiere atajar. Esta política viene de largo, pero la Unión Europea ha redoblado su apuesta en las últimas semanas.

«El Consejo Europeo está preocupado por las altas tasas de dependencia energética, especialmente en el gas», señala el borrador de conclusiones de la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno que tendrá lugar mañana jueves. La UE pone énfasis en completar el mercado interior energético a lo largo de este año y en desarrollar las interconexiones para que «ningún Estado miembro quede aislado de las redes de gas y electricidad europeas en 2015».

Sin embargo, algunos países ya habían tratado de reducir esta dependencia por su cuenta introduciendo técnicas de fracturación hidráulica (fracking) para extraer el gas de esquisto (shale gas) atrapado entre las rocas.

Es el caso de Polonia, quizá la más temerosa de la influencia rusa, Estonia, Lituania, Rumanía, Eslovaquia Hungría o la propia Ucrania, que ya contaba con permisos de exploración desde la época del depuesto presidente Víktor Yanukóvich, en 2010, cuando la petrolera Shell invirtió 300 millones de euros en busca de depósitos rentables. Además, Suecia, Dinamarca, Reino Unido, Alemania y Austria también cuentan con reservas de shale gas, que podrían explotar para tratar de reducir la dependencia de Rusia.

Polonia

Polonia es quizá el país más interesado en combatir al oso del norte con sus mismas armas, y el que más pasos ha dado. Hasta 2010, importaba el 89,5% del gas de Rusia, ahora esa cifra cae al 54,2%, gracias a las importaciones de otros países, como Alemania. Además, tiene un volumen de reservas recuperables entre 346.000 millones y 768.000 millones de metros cúbicos, de acuerdo con el Instituto Geológico del país. Es decir, una cantidad suficiente como para cubrir su demanda actual durante 75 años, en el mejor de los casos. De momento, han empezado perforando 50 pozos, que está previsto ampliar a 80 a lo largo del año y a cerca de 300 en 2015, y Varsovia está tratando de acelerar el proceso.

El primer ministro polaco, Donald Tusk, presentó la semana pasado un proyecto para simplificar y acelerar los procedimientos para que las empresas extranjeras obtengan licencias de perforación, y que retrasaría el pago de impuestos hasta 2020. Todo ello porque «la situación en Ucrania justifica la importancia de esta medida».

Estonia, Lituania y Rumanía son otros de los países que ven incluso amenazada su soberanía por la dependencia del gas ruso. Aunque Chevron abandonó Lituania por «el clima fiscal y regulatorio», aprovechó el parón para retomar sus inversiones en Rumanía, tras expirar la moratoria. Estonia, aunque no tiene shale gas, sí dispone shale oil, del que se puede obtener shale gas. El ministro de Economía del país, Juhan Parts, espera que «esta alternativa se imponga al gas ruso, que cuesta un 80% más». Con el desarrollo de la industria, Estonia podría pasar de tener una dependencia de 100% de Moscú a ser autosuficiente.

Por otra parte, las presiones de la industria para introducir la fracturación hidráulica son cada vez mayores, y buena parte de ellos concentran sus operaciones en Alemania (ver apoyo). Estos ejecutivos denuncian que no pueden competir cuando el precio del gas es 2,3 veces mayor que en Estados Unidos.

Alemania

Más allá de los pequeños países de la Europa oriental, la locomotora germana es el único gran país que tiene una fuerte orientación hacia el este, y que tiene una fuerte capacidad política. No obstante, se ve condicionada a la hora de encarar las acciones rusas, dado que compra un 39,9% de su gas a este país. Por eso, ha intentado reducir esa dependencia en los últimos años, mejorando sus conexiones con Noruega, Holanda y Argelia.

Otro factor que podría jugar a favor de la menor dependencia del gas ruso es que Irán, tras el alivio a su embargo, podría volver a exportar gas a Europa a través del gasoducto del Bósforo (Turquía), según dijo el viceministro de Petróleo, Hamid Reza Araqi. Este país, con más de 33 billones de metros cúbicos, se considera la cuarta mayor reserva de gas natural del mundo después de Rusia, Catar y Turkmenistán.

Por otra parte, Ucrania suscribió en 2012 un plan de contingencia con la alemana RWE, para frenar cualquier amenaza rusa. El objetivo era que la eléctrica fueran capaces de responder a cualquier corte eventual de suministro a Ucrania a partir del verano, pero los ejecutivos de RWE confirmaron la semana pasada que la actuación podría estar lista incluso antes. Finalmente, Estados Unidos también está interesada en reducir los precios del gas en Europa para debilitar a uno de sus tradicionales rivales. Y esto, coincide con una situación en la que el gigante americano está cada vez más cerca de lograr el superávit energético en materia de gas, y se prepara para dar un golpe de efecto en las exportaciones a partir de 2015.

Por eso, en los últimos años se ha impulsado la construcción buques gaseros, con los que daría salida a un excedente creciente.

Fuente: Expansion.com (19/3/14)

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