La generalización del pago electrónico ahorrará millones a la banca y dificultará la evasión fiscal, pero también nos va a hacer demasiado transparentes a los ojos del Gran Hermano.
Billetes y monedas apenas representan ya el 2% de la economía sueca, en comparación con el 10% en la zona euro. Suecia fue el primer país en emitir billetes, allá por 1661. Tecnología punta entonces que ya tiene fecha de caducidad: 2030. Para ese año los suecos solo utilizarán dinero digital. ¿Seguiremos sus pasos el resto del planeta? Esa es la pregunta que intenta responder Actualidad Económica en el número que hoy se pone a la venta.
En Estocolmo, desde luego, nadie echa en falta el efectivo: hasta los sintecho te aceptan la tarjeta. El consejero delegado de Deutsche Bank, John Cryan, afirmó hace unos meses en Davos que el dinero físico probablemente no existirá en una década, porque «es terriblemente ineficiente y costoso». De la misma opinión es el prestigioso economista Peter Bofinger, uno de los cinco sabios que asesoran a Angela Merkel, que lo tacha de «anacronismo» y aboga por su prohibición.
El Banco de España y la CNMV lideran el Plan de Educación Financiera, en el que participan las principales entidades y asociaciones del sector, junto con un elevado número de centros de enseñanza y de formación, que pretende desde 2008 superar el suspenso de la mayor parte de la sociedad.
Prudencia
Otros expertos se muestran, sin embargo, más cautos. «Es muy probable que [el fin del efectivo] acabe ocurriendo», dice Javier Sebastián, de BBVA Research. «Lo que no está tan claro es cuándo». Porque «aunque la tecnología ya lo permita, es también una decisión política y económica».
La tecnología ya permite prescindir del efectivo, pero es también una decisión política y económica
Los bancos están entre los más interesados en fomentar los nuevos métodos de pago, porque el sistema actual de cajeros (automáticos y humanos) les genera grandes costes, pero quieren asegurarse de que todo siga pasando por sus manos y no acabe (como otros negocios digitales) en las de gigantes como Google, Apple y Samsung.
Hacienda también reducirá las oportunidades de fraude al reemplazar los pagos con billetes anónimos por transacciones electrónicas minuciosamente documentadas. De hecho, para evitar la evasión fiscal y el blanqueo de capitales, Francia y España han aprobado leyes que prohiben las compras en efectivo por importes superiores a 1.000 y 2.000 euros, respectivamente.
Pero justamente ahí empieza la controversia. El fin del anonimato puede no verse con malos ojos en estados con buena reputación institucional, como los nórdicos. «Los que no tenemos nada que esconder no tenemos por qué estar en contra», dice Jesús Palau, profesor de finanzas de Esade.
Pero el entusiasmo es perfectamente descriptible allí donde los Gobiernos son represivos, se mantienen fuertes controles de capitales y se han dado recientemente colapsos bancarios o corralitos.
En todos esos países, no es ninguna gran noticia que las finanzas resulten cada vez más transparentes para el Gran_Hermano y los ahorradores continúan prefiriendo de momento los billetes. Y cuanto más grandes, mejor.
Fuente: Expansion.com (28/9/16) Pixabay.com
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