Imagine que tiene usted 19 años y está en su primer día de universidad. Usted nunca ha estado allí antes, pero todo el mundo insiste en saludarle como si le conociera de toda la vida: abrazos, besos y gritos de júbilo a su paso por el campus… por parte de un montón de absolutos desconocidos. «¿Será algún tipo de novatada de la Fraternidad Alfa? ¿Estarán a punto de lincharme?», se pregunta usted. Pero no, no es eso, es algo ‘muuucho’ más inquietante…
Le confunden a usted con otro chico, en efecto, pero no es un parecido razonable, es algo ‘muuucho’ más inquietante.
Por fin, le presentan a un muchacho que es exactamente igual que usted. Y no por casualidad: nacieron el mismo día y en el mismo hospital. En efecto: ustedes son hermanos gemelos y acaban de tener la primera noticia al respecto.
Pero no se vayan todavía: el espectáculo no ha hecho más que empezar.
Un periódico local publica al día siguiente que dos gemelos se han encontrado por azar. Esa misma mañana, a alguien se le atraganta el desayuno al ver en el periódico la foto de dos gemelos que son exactamente iguales… a sí mismo. Como tres gotas de agua. ‘Habemus’ trillizos. ¡Yupi!
Pues bien: todo esto les pasó en la vida real a Robert Shafran, Edward Galland y David Kellman, en EEUU, en 1980. Los trillizos se hicieron famosos. La tele quería entrevistarles a todas horas. Los espectadores se quedaban perplejos al verles hacer los mismos gestos a la vez. Salieron en una película de Madonna (‘Buscando a Susan desesperadamente’) y abrieron un restaurante en Nueva York. Menos contentas estaban sus familias adoptivas…
La historia de los trillizos la ha recuperado el documental ‘Tres idénticos desconocidos’, estrenado ahora en Movistar y nominado a tres Emmy.
Tras el subidón del reencuentro fortuito de los trillizos, vino la investigación sobre sus orígenes… y los conflictos. Habían sido dados en adopción con permiso de su madre biológica. De lo que nadie fue informado —ni las familias adoptivas ni los niños— fue de lo siguiente: los trillizos pasaron a formar parte de un experimento que pretendía marcar un antes y un después en los estudios sobre genética y crianza.
Cada uno de los trillizos fue a parar a una familia adoptiva de clase social diferente (obrera, media y adinerada). Los investigadores pasaban por sus casas (cada tres meses durante el primer año) para hacerles pruebas, filmarles y entrevistar a sus padres (con la excusa de que la clínica de adopción quería hacerles seguimientos). Ratillas de laboratorio.
Todo por la ciencia
¿Qué determina más la conducta humana: la genética o el entorno?, trataba de responder el estudio. Es decir, casi nada: aclarar uno de los grandes dilemas de la existencia humana. El objeto de estudiar gemelos idénticos separados era «determinar cómo las más sutiles diferencias en la crianza pueden determinar el comportamiento de los niños», explica la investigadora Nacy L. Segal en un artículo sobre el experimento.
Un experimento, por tanto, ambicioso: llevaba dos décadas en marcha en secreto, lo dirigía el prestigioso psicólogo Peter Neubauer e implicaba, al menos, a unos trillizos y a cinco pares de gemelos. Hasta que los trillizos se reencontraron de chiripa y se desveló el pastel, aunque la batalla por el acceso al estudio siga viva cuarenta años después.La mayoría de los que participaron en el experimento han decidido mantenerse en silencio por las claras infracciones éticas y por miedo a las ramificaciones legales del caso
Pese al ruido del documental y las presiones de los trillizos (y de unas gemelas que también se reencontraron por azar más tarde), solo se ha desclasificado una parte del informe para uso privado de los gemelos implicados. Desclasificación parcial que impide hacerse una idea sobre las conclusiones del estudio, guardadas bajo siete llaves en la Universidad de Yale hasta el año 2065, por expreso deseo del ya fallecido doctor Neubauer. La Universidad se ha puesto de momento de perfil; abrir el candado de una donación privada podría ahuyentar a futuros donantes.
La comunidad científica y universitaria de EEUU debate ahora sobre los límites éticos del experimento y el derecho de las familias a conocer.
Al margen del experimento, otro de los asuntos controvertidos es si es buena idea separar a gemelos en familias adoptivas diferentes, algo sobre lo que había (y hay) división de opiniones en la comunidad científica y que fue discutido por los diseñadores del experimento sin llegar a un consenso.
Habla el terapeuta
Lawrence Perlman es un veterano terapeuta con consulta en Míchigan. En 1968, a los 24 años, empezó a trabajar de ayudante en el estudio de los gemelos. Durante un año, visitó varias veces a unas gemelas para estudiar su comportamiento. La primera visita la hizo cuando tenían 28 días. Contactamos con él para preguntarle por el experimento y nos envía un texto que procedemos a resumir:
Visto en retrospectiva, resulta extraño que no anticipáramos la probabilidad de que los chicos se encontrarán por casualidad en un futuro
«El estudio se canceló [en 1980] tras el reencuentro de los trillizos y las amenazas de querellas».
«La mayoría de los que participaron en el experimento han decidido mantenerse en silencio tanto por las claras infracciones éticas como por miedo a las ramificaciones legales del caso… Me gustaría que dieran un paso al frente y contaran sus historias».
«‘Tres idénticos desconocidos’ es un documental cautivador… pero el director ha caído un poco en el sensacionalismo y en el tono oscuro y conspirador. Los investigadores podrían estar equivocados, pero no eran personas malvadas. La falta de estándares éticos de la época les llevaron a cometer acciones que ahora son vistas justamente como reprobables».
El doctor nos recuerda también que ‘Tres idénticos desconocidos’ no es ni el único ni el más completo documental reciente sobre el caso: también está ‘The Twinning Reaction’, de Lori Shinseki, parte de cuyo metraje pudo verse en un programa de la ‘ABC’ llamado ‘Secret Siblings’.
Perlman publicó en 2005 un artículo académico con las primeras pistas sobre el experimento. Incluye reflexiones esclarecedoras sobre los motivos que llevaron a no avisar a las familias: «¿Cómo pudo no informarse a los padres? ¿No tenían derecho a saber que sus hijos tenían un gemelo? Por supuesto, una de las principales premisas de la investigación era que no lo supieran… Estar al tanto podía alterar tanto el manejo paterno de los niños como la consciencia de los niños sobre sí mismos. El estudio pretendía eliminar variables que generaran distorsiones».
En efecto, eliminar ese tipo de ‘trabas’ convirtió el experimento en algo único para revelar claves ocultas sobre las relaciones entre crianza y genética. «Teníamos una oportunidad única… de seguir a dos individuos con idéntica composición genética desde el nacimiento a sus años de desarrollo. Además, podríamos estudiar a sus familias para analizar cómo los diferentes tipos de crianzas influyen sobre las características psicológicas de los niños», escribe Perlman.
No obstante, Perlman nos aclara que encontró numerosos agujeros metodológicos en el experimento: «Dos psiquiatras infantiles fueron los responsables del diseño y la implementación del estudio en los años cincuenta. Eran psicoanalistas prominentes… que sabían muy poco sobre investigación».
¿Cómo pudo no informarse a los padres? ¿No tenían derecho a saber que sus hijos tenían un gemelo? Estar al tanto podía alterar la investigación
El doctor Neubauer defendió hasta el final que el experimento era adecuado y se ajustaba a los estándares sobre adopción de la época. Perlman se reencontró con Neubauer años antes de su muerte. Salió «impresionado por su inteligencia y dedicación profesional», aunque critica su «ceguera ante las connotaciones éticas de separar a unos gemelos y mantenerlo en secreto durante tantos años».
A Perlman, según su artículo, le asombran dos cosas más del experimento:
—Que no se diera suficiente importancia a la posibilidad de un reencuentro: «Visto en retrospectiva resulta extraño que no anticipáramos la probabilidad de que los gemelos se encontrarán por casualidad más adelante… Aparentemente, nadie tuvo en cuenta lo que ahora parece el descuido crítico principal del estudio: el derecho de los gemelos a conocerse y la posibilidad de que lo hicieran en un futuro«. Aunque el tema se trató durante la preparación del estudio, ni se barajó provocar los reencuentros ni había plan B en caso de un reencuentro casual.
—Que el estudio no pueda consultarse al completo hasta 2066. En su opinión, tanto «los investigadores como los gemelos que deseen reconstruir sus pasados» deberían poder hacerlo.
El poder de los genes
Otra que ha dado la cara es Natasha Josefowitz, investigadora asistente del experimento, que en ‘Tres idénticos desconocidos’ ejerce el papel de abogada del diablo. Dice que el experimento no se puede juzgar con los ojos actuales, que la psicología estaba entonces en su máximo esplendor y no había demasiados reparos éticos y que los resultados —que no se han hecho públicos— merecen mucho la pena.
1) «Separando a gemelos idénticos al nacer y poniéndolos en entornos totalmente diferentes resolveríamos por fin el dilema entre genética y entorno«.
2) «Ahora podemos pensar ‘¡oh, es terrible!, ¿cómo pudieron hacer eso?’ Pero a finales de los cincuenta no era algo que pareciera tan malo. Nadie dijo: ‘¡Oh, separar a unos pobres niños, qué horror!’ Eso no estaba en la mente de nadie entonces».
3) «Nadie pensaba que las conclusiones fueran a ser tan hereditarias como resultaran ser. Los resultados fueron inquietantes e increíbles. Probablemente, no gustarán. Quizá la gente preferiría no oírlos: es mejor seguir pensando que tenemos algún control sobre nuestras vidas en lugar de escuchar: ‘Nada de lo que hagas importa’. A la gente le molestaría ver la poca influencia que tienen sobre sus destinos», cuenta Josefowitz en el documental.
A falta de poder comprobar los resultados del experimento, dos matices a la tajante opinión de Josefowitz sobre el poder de la genética. 1): ‘Tres idénticos desconocidos’ sigue la trayectoria vital de los trillizos hasta el final (uno de ellos se suicidó hace años) y destaca la influencia de la crianza sobre sus diferentes trayectorias. 2) Uno de los trillizos recuerda que, cuando se conocieron, jugaban al despiste con sus novias debido a su gran parecido. A uno de ellos le dio un día un ataque de apendicitis, pero no tenía seguro médico: se hizo pasar por el trillizo de familia pudiente para poder ser operado. Ahora sumen a los genes la crianza y las clases sociales y quizá empecemos a entender por qué nos comportamos como nos comportamos.
PD: Lo hemos contado antes: durante el experimento, el doctor Perlman visitó a unas gemelas cuando tenían 28 días. Se llamaban Paula Berstein y Elyse Schein. Perlman tuvo la oportunidad de volver a verlas 37 años después, en 2006, dos años después de que las gemelas se reunieran por primera vez. Las gemelas supieron que Perlman había participado en el estudio y quisieron conocerle: estaban ansiosas por saber más sobre sus orígenes. Según escribió Perlman: «Sentían que las habían engañado y perdido la oportunidad de compartir su infancia». Dada la opacidad que rodea a todo este asunto, y pese a que el experimento se hizo con las mejores intenciones, es difícil acusar a las gemelas de paranoicas.
Fuente: Elconfidencial.com (5/10/19) Pixbay.com