Singapur ha endurecido su política de visados y exige tener un empleo. Los inmigrantes recomiendan viajar con un trabajo cerrado.
En febrero del año pasado, Soledad Navarro se quedó en el paro. Ante tal situación, decidió prepararse para marcharse de España en busca de nuevas oportunidades y lo primero que hizo fue apuntarse a clases de alemán. “Había oído por todas partes que había muchísimo trabajo en Alemania, así que me fui para allá”, relata la malagueña de 33 años. “Pero lo que me encontré no fue lo que me esperaba”.
Tras casi medio año en Berlín, tres semanas cerca de Ginebra, seis semanas en Viena mandando cientos de currículos y con alrededor de 10.000 euros menos en el bolsillo, Navarro, que es economista y arquitecto técnico, seguía sin trabajo. “Era muy desesperante, y no sabía qué más hacer por la incertidumbre del futuro”, cuenta Navarro, que volvió a Málaga por Navidad con vistas a irse el mes siguiente a Singapur, donde su hermana menor, Rocío, arquitecta de 30 años, se había mudado en octubre. La hermana había encontrado trabajo en 10 días en un despacho local.
“Esto es una metrópolis, donde la gente tiene un nivel de vida alto y se puede vivir bien. Hay muchos expats (expatriados), hay dinero, la gente sale y gasta, no es un ambiente deprimido como el de España”, dice la arquitecta. “Además, aquí hay mucha demanda de técnicos con experiencia”.
“Mi hermana estaba constantemente diciéndome que me fuera para allá, que podía haber oportunidades y que estando ella allí se me haría más fácil”, declara Soledad. “Aun así fue una decisión dura. Singapur está lejos. Sabía que solo podría ver a mi familia una vez al año y se me habían terminado los ahorros, pero no había otra alternativa”.
Soledad no encontró un empleo tan rápido como su hermana, pero dos meses después de llegar a Singapur, consiguió un puesto haciendo valoraciones inmobiliarias en John Foord, una multinacional especializada en valoraciones industriales. Soledad Navarro es licenciada en administración de empresas, diplomada en arquitectura técnica, tiene un máster en urbanismo y había hecho cursos de valoración de edificios. Nunca había trabajado en ese sector.
Singapur es una ciudad con altos costes de vida y estrictas regulaciones laborales, lo que provocó que llegaran altos ejecutivos con contratos en los que se incluye casa, coche y colegios para los hijos. Pero durante los últimos años, ha habido un incremento de gente más joven con estudios y bien formada. No existen datos exactos de residentes españoles por edades, pero en 2008 había 572 registrados y hay más del doble en la actualidad, 1.299, asegura Alfredo Mena, de la sección consular de la Embajada de España en Singapur, por correo electrónico. La cifra de expatriados sin registrar crece exponencialmente.
A finales de 2012, el Gobierno empezó a frenar los visados de trabajo para limitar emigraciones masivas. “Ahora si tu trabajo, educación y experiencia no están de acuerdo con tu salario, no te dan visado”, dice la arquitecta malagueña.
“Es importante saber si hay demanda de tu perfil y tener experiencia”, dice Rocío Navarro, que antes de mudarse estuvo varios meses estudiando sobre la ciudad, aprendiendo sobre sus organismos públicos, los salarios y leyendo periódicos locales. “Hay que saber lo que se espera uno, me gustaría traerme a mis hermanos pequeños, pero acaban de terminar la carrera y no tienen experiencia, seguro que no podrían encontrar nada aquí”.
“Singapur es muy caro y es preferible venir teniendo ya un trabajo”, dice Javier Sagaseta Clemente, un economista de 29 años, que llegó a la ciudad hace un año y medio y está trabajando desde febrero en Jurong International, una empresa local que desarrolla áreas económicas especiales, equipamientos petroquímicos e infraestructuras por todo el mundo. “Aquí reconocen tus estudios, tu experiencia y te recompensan por ello, cosa que no pasa en España”, dice, aunque advierte sobre las dificultades administrativas. Sagaseta consiguió su actual puesto en noviembre, pero hasta mediados de enero no le concedieron el visado.
En este proceso, para Soledad Navarro los elementos clave buscando trabajo en Singapur son tener una “huchita buena, porque en Singapur la comida y el transporte son baratos, pero el resto no. También hay que tener una mente abierta, que te ayude a adaptarte cuando conoces a gente de diferentes culturas. Si no, lo pasas mal”.
“Esto es un entramado de razas y culturas”, dice Sagaseta, original de Lumbier, un pueblo de Navarra. “Hay chinos, malayos, indonesios, japoneses, europeos e indios. Tienes que aprender a convivir con esta complejidad y tener una predisposición de aceptación y respeto a las diferencias culturales”, añade mientras explica que los días festivos nacionales de Singapur son multiculturales; cristianos como la Navidad, chinos como el año nuevo lunar o musulmanes como el Hari Raya, que marca el fin del Ramadán.
Otro elemento importante del que Soledad Navarro no era consciente en su búsqueda de trabajo eran las conexiones personales. “Parece casi una broma. Después de más de un año mandando currículos, conseguí mi trabajo gracias a un chico que conocí en una fiesta; el amigo del amigo de mi compañero de oficina”, recuerda. Y explica que envió su currículo a través de esta cadena de contactos. Una semana después, firmaba un contrato. “Hasta ese momento, no sabía lo importante que era el networking”, añade.
A pesar de todo, los viajes a los que le lleva el trabajo, la oportunidad de practicar inglés y la exposición a nuevas culturas compensan la lejanía del hogar y los siete días de vacaciones que tiene al año, según la valoradora de inmuebles, que viaja mucho por trabajo. Recientemente ha estado en Sidney y tiene previsto ir a Borneo. “Te enriquece mucho conocer a otra gente, ver ambientes nuevos”, añade la malagueña. “Creces de una forma diferente”.
Fuente: Elpais.com (19/09/13)
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