Tira adhesiva por una cara, en cuyo centro tiene un apósito esterilizado que se coloca sobre heridas pequeñas para protegerlas”. Así define la Real Academia de la Lengua Española el significado de la palabra tirita desde 1984, año en el que entró a formar parte del léxico recogido en su diccionario. Aunque las marcas con las que se comercializa este producto farmacéutico se llamen de distinta manera, todos usamos el mismo nombre, el que pertenece al grupo Hartmann desde 1988: Tiritas.
1818. Ludwig Hartmann pone en marcha una hilandería de algodón en el estado alemán de Baden-Wurtemberg.
1870. Paul Hartmann, hijo del fundador, comienza la producción industrial de algodón hidrófilo absorbente.
1874. El doctor escocés Joseph Lister concede a Hartmann la licencia para la producción industrial de vendajes antisépticos para heridas
1920. Earle Dickson, empleado de la compañía estadounidense de productos de higiene y sanitarios Johnson & Johnson, decide combinar el esparadrapo, la gasa y los desinfectantes en un solo elemento.
1924. Johnson & Johnson empieza a producir las tiras con apósito fabricadas mecánicamente y totalmente esterilizadas.
1934. Llega a España de la mano del valenciano Gerard Coll, fundador de Laboratorios Unitex. Estos comienzan a comercializar las primeras tiras de esparadrapo con compresa central, fabricadas de forma artesanal. Inicialmente, fueron bautizadas con el nombre de Espárapractic Unitex.
1951. Se crean las primeras tiritas de plástico con gasa incorporada.
1954. Aparece el primer anuncio de Tiritas, que también se registra ese año como marca.
1984. La RAE incluye la palabra tirita en su diccionario.
1988. Hartmann se introduce en España con la adquisición de Laboratorios Unitex de Mataró.
Un invento simple, pero que ha supuesto un enorme cambio en el día a día de miles de personas en el mundo. Tanto que protagonizó en 1996 una exposición en el Museo de Arte Moderno de Nueva York como diseño revolucionario. Y es que esta idea sencilla supuso acabar con los vendajes tradicionales, grandes y aparatosos, sobre todo, en el caso de heridas menores.
En 1920 el joven Earle Dickson trabajaba en la compañía estadounidense de productos de higiene y sanitarios Johnson & Johnson. Su esposa Josephine tenía tendencia a hacerse pequeños cortes, rasguños o quemaduras mientras cocinaba, planchaba, cosía, etcétera. Para cubrirse las heridas la muchacha utilizaba un poco de algodón que sujetaba con un trozo de esparadrapo. Este remedio casero, sin embargo, no aguantaba demasiado tiempo sujeto.
Gracias a la observación de los rudimentarios e incómodos vendajes que debía llevar muy a menudo su mujer, Dickson decidió intentar idear algún tipo de cinta adhesiva que ya llevase incorporado un trozo de gasa o de algodón y que se mantuviese adherido a la piel.
Para lograrlo, cortó y dobló muchos trozos de gasa que pegó en el centro de una larga tira de esparadrapo, que cubrió con tela de corpiño para evitar que se pegara a sí mismo. Luego volvió a enrollar el apaño y lo dejó en el aseo junto a unas tijeras para que su mujer cortara lo que necesitase cuando tuviese que hacerse una cura.
Dickson comentó con uno de sus compañeros de trabajo su invento. Este le sugirió que se lo enseñase a sus jefes. Lo cual hizo. Aunque, de entrada, sus superiores no se mostraron muy entusiasmados con la idea, pronto les convenció la facilidad con la que se colocaba sobre la piel.
Johnson & Johnson comenzó a producir estas tiras adhesivas con apósito, fabricadas mecánicamente y totalmente esterilizadas, en 1924 bajo el nombre de Band-Aids. Hoy en día esta compañía sigue comercializándolas con esta denominación. Inicialmente se elaboraron en largos rollos de 45 x 7 centímetros. El éxito no fue inmediato. Más bien se hizo esperar. A pesar de que la empresa ya era bastante conocida, debido a los vendajes para soldados que suministraba a la mayoría de los hospitales, las ganancias solo fueron de 3.000 dólares en un año.
Ante este pequeño fracaso, no desfallecieron, sino que se les ocurrió una innovadora estrategia para la promoción del producto: regalar varias cajas a los Boy Scouts. Los niños que formaban esta organización solían sufrir numerosos cortes y heridas durante sus excursiones y acampadas. Pronto las tiritas se popularizaron entre los pequeños y sus familias.
En 1951 empezaron a venderse en unidades sueltas y no en rollos. Tal fue el éxito que Dickson llegó a ser nombrado vicepresidente de Johnson & Johnson. En el momento de su muerte, la empresa ganaba ya 30 millones de dólares al año con las ventas de su invención.
Unos años antes, en 1934, habían llegado a España de la mano del valenciano Gerard Coll, fundador de Laboratorios Unitex, quien comienza a comercializarlas con el nombre de Espárapractic Unitex. No sería hasta 1954 cuando se rebautizaría como Tiritas, convirtiéndose además en marca registrada.
La empresa alemana Hartmann, que había nacido en 1818 como una hilandería de algodón, adquirió los laboratorios catalanes y expandió la marca internacionalmente. Esta sigue vendiéndose como Tiritas en España, Portugal y Chile. En la mayoría de países donde se vende se comercializa, sin embargo, como Dermaplast. En Rusia, Eslovaquia y la República Checa reciben el nombre de Cosmos.
Las Tiritas se venden en siete formatos diferentes: de tela, en plástico, transparentes, impermeables, ultrasensibles, infantiles, para deportistas y profesionales. Se pueden encontrar incluso de colorines.
La planta de producción de la localidad barcelonesa de Mataró fabrica más de 600 millones de unidades anuales, el 90% de las cuales se destina a la exportación. Han llegado incluso al espacio exterior. En 1963 formaron parte del botiquín que llevaban los astronautas de la nave Mercury.
Esta cura, a veces, funciona casi como si fuera magia. Sobre todo, en los niños, quienes olvidan instantáneamente el dolor en cuanto se les pone el apósito. Y si este lleva dibujitos, su efecto es aún más rápido.
Fue en 1956 cuando salieron al mercado las primeras Tiritas con motivos infantiles. Para su sesenta aniversario, en 2014, Hartmann lanzó una edición especial y limitada con la imagen del famoso personaje Doraemon. El mundial de fútbol Brasil fue la excusa perfecta para otra tirada única, la Fan Edition.
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