Unas vacaciones en un hotel con régimen de todo incluido a pie de playa y sin pagar un euro. Es la fantasía de algunos de los que apuran para reservar el destino costero de este verano y que muchos ciudadanos británicos han hecho realidad en los últimos años gracias a las falsas reclamaciones por intoxicaciones alimentarias. Una práctica que ha costado casi 60 millones de euros al sector hotelero y que ha unido a empresarios de zonas turísticas tan dispares como Baleares, Canarias, la Costa Blanca y la Costa del Sol.
«Casi el 70% de las reclamaciones son fraudulentas o grises, en las que el cliente sí estuvo enfermo pero su patología no tenía relación con la comida y bebida del hotel»
La picaresca es simple. El turista viaja con un touroperador a cualquier zona turística y se aloja en un hotel en el que desayuna, come y cena durante una semana. Al regresar a Reino Unido y a través de un despacho de abogados experto en consumo, presenta una reclamación contra la empresa que organizó el viaje alegando que la comida ingerida en el hotel le produjo una intoxicación alimentaria. La normativa de consumo británica actual no precisa apenas de pruebas por parte del reclamante, que no tiene que presentar ni siquiera un parte médico y puede alegar hasta tres años después del suceso. Ante la imposibilidad del touroperador para probar que el cliente no se puso enfermo y para evitar los gastos de un costoso litigio judicial posterior, la empresa termina pagando una indemnización al reclamante, que finalmente ve cómo el coste de sus vacaciones regresa a su cuenta bancaria.
Una práctica que en Baleares se ha disparado un 700% en el último año, según comenta Marc Ripoll, abogado especialista en derecho internacional de Monlex Hispajuris que trabajaba para el sector hotelero asesorando en las reclamaciones por este tipo de fraude. «Casi el 70% de las reclamaciones son fraudulentas o grises, en las que el cliente sí estuvo enfermo, pero su patología no tenía relación con la comida y bebida del hotel», afirma Ripoll que recuerda que Reino Unido tuvo un problema similar con las reclamaciones por falsos latigazos cervicales en accidentes de coche. Hace dos años, la legislación británica fue reformada y los claim farmers o gestores de reclamaciones que captan clientes y después venden el caso a despachos de abogados, vieron el grifo cerrado y aprovecharon otro cambio legislativo que elevó las costas judiciales para impulsar las peticiones de indemnización por falsas indisposiciones en el extranjero.
Los hoteles rechazan cada vez más este tipo de indemnizaciones porque, hartos de las falsas reclamaciones, muchos empresarios han comenzado a revisar caso por caso y a recabar pruebas de que sus establecimientos cumplen con las normativas de higiene, calidad y seguridad alimentaria. En ocasiones, descubren el fraude con solo echar un vistazo a las redes sociales del reclamante. La Confederación Española de Hoteles y Alojamientos Turísticos aboga por cambiar las cláusulas de los contratos entre el hotel y el touroperador, en los que se permite que este recargue sobre la facturación del establecimiento el coste de las quejas de los clientes. La patronal pretende impulsar una modificación en la que se exijan fundamentos y pruebas de que la enfermedad existe y está relacionada con la comida ofrecida en el hotel.
La avalancha de falsas denuncias se ha disparado en zonas tradicionales de turismo británico como Calviá e Ibiza en las Baleares, aunque los casos comenzaron en Canarias y se extendieron rápidamente por la costa peninsular a través del boca a boca y los negocios para cazar reclamaciones, legales en Reino Unido. «La situación es preocupante por el volumen de reclamaciones que van a venir este verano», argumenta el secretario general de la Confederación Ramón Estalella, que mantuvo un encuentro con la Asociación Británica de Touroperadores que también se muestra alarmada por lo que consideran «un problema grave» que, por el momento, sigue pagando unas vacaciones todo incluido a algunos de sus clientes.
Fuente: Elpais.com (25/5/17) Pixabay.com
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