Aunque las similitudes entre lo que está pasando ahora y lo que sucedió hace década y media son escasas, en materia de finanzas nunca está nada claro. Los bancos dejan de ser sólidos en cuestión de horas. Y, a veces, hasta los países. Es así como una nación como España pasa de «estar en la Champions League» (José Luis Rodríguez Zapatero, 11 de septiembre de 2007) a recibir un rescate de 100.000 millones de euros «para garantizar que las necesidades de su sistema financiero estén suficientemente cubiertas» (Christine Lagarde, 8 de junio de 2012).
Lo primero en lo que hay que fijarse es si el Silicon Valley Bank (SVB) es el ‘canario en la mina’, o sea, el heraldo de la hecatombe. La crisis de las ‘hipotecas basura’ empezó el 8 de agosto de 2007, cuando el gigante de la banca francesa BNP Paribas prohibió la retirada de efectivo de tres de sus hedge funds. Aquello anticipaba tensiones, pero no una catástrofe como la que vino después. Así que ¿es éste el primer paso?
Para saberlo hay que ver dónde está el origen de la crisis. En ambos casos, se ha tratado de una subida de los tipos de interés por la Reserva Federal que ha devaluado las carteras de bonos de los bancos. En ese principio general, ambas crisis coinciden. Pero los detalles parecen ser diferentes. Los bonos del SVB y otros bancos intervenidos o en crisis parecen ser en su mayor parte deuda pública, hipotecaria, y ‘de agencia’, es decir, de dos entidades que funcionan bajo garantía estatal (Fannie Mae y Freddie Mac) cuya actividad es comprar hipotecas a los bancos.
Son, así pues, muy diferentes de los bonos hipotecarios de 2008, formados por hipotecas que habían sido descuartizadas para formar activos financieros tan sofisticados que habían sido hechos o comerciados por astrónomos, físicos, y matemáticos. Eran tan complicados que resultaba difícil saber el valor de cada activo. Ahora, a juzgar por lo que se ha publicado, ése no es el caso. Ésta es deuda más normal, y así es más fácil saber lo que vale.
El segundo elemento es que estos activos parecen estar en los balances de las entidades. En 2008, habían sido sacados de ellos, en un truco legal, y puestos en conduits, o sea, entidades que no se reflejaban en las cuentas de los bancos y que, a menudo, estaban en paraísos fiscales o eran, simplemente, fondos no regulados (hedge funds). Cuando el valor de esos bonos ‘esotéricos’ (o, por su nombre técnico, ‘Activos Basados en Hipotecas’ cuyas siglas en inglés son ‘MBS’) se hundió, los bancos tuvieron que asumir las pérdidas, lo que lo que constituyó una sorpresa aterradora. Ahora, nadie está hablando de cosas ‘fuera del balance’, por lo que no hay tanto de que alarmarse.
Después está el counterparty risk, o sea, la posibilidad de que la otra parte en una transacción no cumpla sus obligaciones. Ése fue uno de los grandes problemas de 2008. Fondos y bancos estaban constantemente realizando operaciones con esos activos que nadie entendía bien cuánto valían. A medida que las carteras se iban hundiendo en valor, las instituciones financieras no podían cumplir sus compromisos con otras entidades. El resultado era que les quedaban debiendo dinero, o que los activos con los que les pagaban valían mucho menos de lo que se suponía. Eso desencadenó un contagio de dimensiones siderales.
Por el momento, parece que los únicos que han descubierto en esta crisis el counterparty risk son las startups tecnológicas y biotecnológicas, que han pasado el fin de semana temiendo que su banco favorito no les devolviera el dinero. Y es mucho el dinero que han metido en SVB: antes de la Covid, la entidad tenía 40.000 millones de dólares en depósitos; en diciembre de 2022, la cifra era 200.000 millones.
Pero los depositantes del SVB no se van a quedar sin su dinero. El Gobierno de EEUU ha actuado con rapidez, y ha garantizado todos los depósitos. A cambio, accionistas y bonistas no van a ver ni un dólar. Es, también, una diferencia con 2008. En aquella crisis, el Gobierno de George W. Bush decidió, fiel a su filosofía liberal, no hacer nada, y dejar caer a los bancos y fondos que tuvieran que caer. Aunque en algunas ocasiones hubo ‘rescates’ subvencionados por el contribuyente y realizados por otros bancos, como norma general se dejó al mercado actuar. El resultado fue que cuando la crisis alcanzó su clímax, en 2008, no había quién la parara.
Todo esto sugiere que no estamos en 2008. Pero también hay un matiz: acaso estemos en 2007. O sea, cuando los problemas de BNP parecían augurar una racha de inestabilidad, pero nada más. Para saber si estamos en 2008, acaso haya que esperar a 2024. Y entonces será demasiado tarde.
Fuente: elmundo.es (14/3/23) pixabay.com