Si usted ha sido padre, es más que probable que recuerde con pavor el momento de regresar a casa con una criatura mínima en los brazos sobre la que no sabe prácticamente nada. También es muy posible que en alguna ocasión se haya dicho eso de: «Los hijos deberían venir con manual de instrucciones». Pues «eso» existe. Se titula ‘Niños: instrucciones de uso’ (Aguilar), tiene mil páginas y lo firman los psicólogos Rocío Ramos-Paúl, la televisiva ‘Supernanny‘, y Luis Torres.
En realidad son 16 libros pequeños que explican los principales procesos y problemas de los niños entre los 0 y los 8 años. Una suerte de manual asentado en las bases sobre las que trabaja Ramos-Paúl en televisión: los hábitos, los límites y el tiempo de calidad.
- Incidís mucho en el concepto de «tiempo de calidad», ¿cómo lo definís?
- Es el tiempo que los padres pasan con los hijos durante el cual los niños son los protagonistas. Pero no significa ir al zoo todos los domingos. Es, del tiempo que tienes -sin agobiarte-, utilizarlo para educar, estimular… Por ejemplo, cuando pregunto por lo que ha hecho en el recreo, o le enseño cómo se usa la esponja. Normalmente va sumado a las rutinas, a la inteligencia emocional y la autoestima. Un tiempo en el que el niño se siente querido, en el que puede decirse: «Soy tan importante que mis padres en este tiempo sólo me atienden a mí».
- ¿Y han cambiado las cosas ahora que muchos personas disponen de más tiempo al haber perdido el empleo?
- Sí, los padres -en masculino- que están en paro se están incorporando a estas labores y haciendo un cambio interesante. La crisis aporta cosas positivas dentro de lo terrible que es, y una de esas cosas es que los padres se involucran más, van por ejemplo a buscar a los niños al colegio, cuando normalmente era algo que hacían más las madres. Claro, si el padre está en casa, tiene que levantar al niño, llevarlo, hacer la compra, la comida, pensar el menú… empieza a entender las dificultades y el cansancio que supone. Ha sido mejor que las campañas de conciliación del Ministerio.
Otra cosa buena que ha traído la crisis es el valor que vuelven a darle los niños a las cosas, incluido el esfuerzo. A los niños cuando se les cuenta la situación de casa, curiosamente se hacen más responsables y partícipes. Mensajes como: «Esto no lo podemos comprar ahora, hay que ahorrar» calan y hacen que toleren mejor que falten ciertas cosas. No hablamos, claro, de la situación más marginal, que es terrible, sino de un estrato social muy amplio donde la crisis ha pegado un palo duro. A la clase media le ha venido bien la crisis para quitarse lo superfluo. ¡Ya no hay tantas marcas de yogures!
- En vuestro método están muy presentes los objetivos, la importancia de definirlos con claridad, la asertividad… ¿Podríamos hablar de una especie de ‘coaching’ para padres?
- Podemos llamarlo así o hablar simplemente de un manual. Siempre le pedimos a los padres que concreten. Muchos nos dicen: «Es que el niño se porta mal», pero claro, no es lo mismo «portarse mal» por no hacer las tareas que pegar a sus compañeros en clase. El programa de ‘Supernanny’ ha ayudado mucho a normalizar algunas situaciones, por ejemplo, las rabietas. Ayuda sobre todo a distinguir entre lo que es normal y lo que se sale del cuadro y debería preocuparnos.
- En el libro, acompañáis cada capítulo de ejemplos reales. ¿Recordáis algún caso especialmente reseñable o paradigmático?
- Podríamos escribir un libro con esos casos, pero lo que hacemos es usar casos que normalicen, casos habituales. Recogemos por ejemplo el caso de una niña que estaba muy agresiva; lo que le sucedía simplemente es que no le habían contado que su abuela había muerto. Algunos niños a veces manifiestan un estado de ánimo bajo con agresividad.
- Al hilo de esto, ¿cómo tratar el tema de la muerte con los niños?
- Depende mucho de la edad. Hasta los siete años no aparecen los conceptos de «siempre» y «nunca», lo que hace que no entiendan el concepto de muerte. Por eso sufren menos las muertes cuando son chiquititos, además de que la (ausencia de) memoria les ayuda.Sí aconsejamos, no obstante, decir siempre la verdad. El típico «la abuela se ha ido de viaje» no vale, porque entonces el niño estará a la expectativa de que vuelva. Cuando los niños quieren saber, no se rinden a la primera. Es importante como pauta responder a todo lo que pregunte, adaptado a su lenguaje, claro. «La abuela se ha muerto y no va a volver. Nos vamos a acordar de ella», por ejemplo. Eso sirve también cuando crecen, cuando entran en juego el sexo, las drogas, el alcohol… Comunicación es darle una respuesta porque, si no se la das, la buscará fuera, y tendrás que asumir las consecuencias de lo que escuche. En cambio, si tú se lo cuentas, será capaz de cuestionar lo que le digan.
- ¿Y con esa gran mentira compartida que son los reyes magos?
- Esa mentira es genial. Se juega con el pensamiento mágico, una fase en la que todo cabe. Con los reyes magos permitimos algo que no hacemos con otras cosas: que sea el niño con sus propias capacidades quien descubra la realidad.
- Recientes estudios hablan de que en España uno de cada ocho menores sufre algún tipo de trastorno mental. En vuestra actividad, ¿habéis advertido un aumento de los casos o, como señalan algunas corrientes, puede deberse a una sobrediagnosticación de, por ejemplo, trastorno de déficit de atención e hiperactividad?
- Es verdad que ahora somos más rígidos en clasificaciones y que hay cosas que antes no se consideraban trastorno y ahora sí. Lo que no entra en contradicción con que haya habido un aumento de los casos. Es una corriente más americana, pero puede que sí se haya sobrediagnosticado; por ejemplo, en EEUU se han señalado muchos casos de trastorno bipolar, algo que nos parece rarísimo. Ahora, no hay que olvidar que cuando hay un buen diagnóstico, la medicación ayuda. Cuando el TDAH se trata y se medica bien, lo ves: el niño puede centrarse en clase, recibe refuerzos, puede relacionarse con el resto, tener un día tranquilo en casa, los padres también están más relajados…
- ¿Es el adulto que a menudo pierde los estribos un niño que no ha aprendido a gestionar la frustración?
- Si solo pasa una vez, no. Nos pasa a todos. Cuando es un esquema de comportamiento suele haber un problema de autocontrol detrás. Es un patrón de comportamiento que aprendes (el de no tolerar la frustación) y luego lo llevas a otros ambientes. Si yo falto al respeto en casa y me lo permiten, lo haré con el profesor, luego con los amigos, con mi pareja, con mi jefe… Estaremos haciendo al niño un flaco favor. Por eso es tan importante la infancia. Cantidad de adultos de 40 años, si lo hubieran aprendido con ocho, se habrían ahorrado la terapia.
- ¿Por qué algunas tareas cotidianas, por ejemplo, lavarse el pelo, comer o irse a la cama, se convierten en un auténtico suplicio?
- En conductas como no comer o no dormir está muy presente el manejo que hace un niño. Si un niño descubre que hace algo y la respuesta es beneficiosa para él (llamar la atención), repetirá esa actitud. Luego están los miedos evolutivos, como por ejemplo el miedo a los perros: no tiene importancia. Ahora, si el niño se cruza de acera cuando ve un perro o no quiere ir al parque por si acaso, hay un problema.
- ¿Practica el colecho más gente de la que lo reconoce? ¿Existe cierto tabú en admitir que duermes con tu hijo?
- Que va, ahora todo el mundo lo cuenta y para mucha gente no es un problema. Cada vez más gente dice: «Yo duermo con mi hijo pero no quiero cambiar eso». Es una decisión personal. Ahora, afecta al hábito de sueño y de descanso, y a la autonomía del niño.
- Dedicáis un capítulo a «nuevas situaciones». ¿Cómo aconsejáis actuar en caso de separación conyugal?
- Los niños en esta situación, como los padres, siempre sufren. Tenemos que ayudarles a amortiguar ese sufrimiento. Hay padres que hacen el planteamiento contrario: «no me voy a separar porque esto va a afectar al niño», y al final el mantenimiento de una situación que no quieres es más perjudicial para el niño que la propia separación.Los padres y los niños han de entender que no han dejado de ser sus padres. «Mamá y papá dejan de vivir juntos, pero no dejan de ser papá y mamá. Siempre van a serlo». Es una situación difícil para todos y el relato debe ser éste e ir acompañado de la conducta. Aun así, todos los niños durante una etapa, sobre todo entre los 10 y los 12 años, siguen pensando que sus padres van a juntarse de nuevo. Es la ilusión de todos los niños de padres separados. ¡Esto daría para otro libro!
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