Drones de reparto, taquillas para recoger los envíos o repartos a domicilio cada vez más ajustados, la entrega de paquetes es clave para el desarrollo del comercio electrónico. Con la llegada y popularización de Amazon, la entrega ha sufrido mejoras notables, aunque sigue presente lo que se denomina la «fricción de la última milla», el último tramo de la entrega. Kevin Gibbon (Vancúver, 1984) se ha propuesto la operación opuesta, acabar con la fricción de la primera milla. La idea, como casi siempre, surge de una vivencia personal: “Hace 10 años, cuando era estudiante, era un powerseller -como eBay denomina a los vendedores más activos-. Importaba figuritas y pequeños gadgets y después los revendía para pagarme los estudios. Empaquetarlos e ir a correos para enviarlos era un proceso pesado y farrogoso, una pesadilla”.
Comenzó a investigar y se dio cuenta de que este primer paso en el mundo de la logística apenas había sufrido cambios en dos siglos. “Se crearon redes de distribución cuando se desarrolló el Oeste, mejoraron las comunicaciones, pero nada cambia en la primera milla, la más dolorosa”, explica.
Decidió que había que cambiar ese proceso. Su propuesta apuesta por eliminar del entorno del consumidor la cinta de embalar, el plástico de burbujas para proteger o cajas difíciles de llevar hasta el local que hará el envío. Shyp es su empresa, por ahora una aplicación para iPhone, aunque insiste en un inminente estreno para Android. Basta con hacer una foto del objeto a desplazar. Como es natural, dan consejos para poder tomar una referencia y tener una estimación real del peso y tamaño.
En 20 minutos, en el caso de San Francisco, un héroe local, Shyp Hero en inglés, como denominan a sus emisarios, aparecerá en la casa, tienda u oficina donde se esté y se hará cargo. Los héroes pueden ir en coche, bicicleta o furgoneta, depende de lo que encaje mejor según la situación. “No solo desplazamos documentos o regalos, también somos capaces de hacer mudanzas de apartamentos, por ejemplo, a un precio menor del que ofrece una empresa de mudanzas”, insiste.
Su guarida se encuentra en un garaje en Soma, como se denomina al barrio al sur de la calle Market, una zona de pasado industrial cerca de los diques reconvertida en vivero de ideas en forma de startups. Hasta hace un par de semanas servía también como centro de logística: aquí se embalaban los paquetes y después se llevaban a los diferentes servicios de envío. El crecimiento, tanto de empleados como de paquetes, ha obligado a partirse en dos. La sede inicial solo tiene una peculiar oficina, con plantas, bicicletas y muchos pupitres en los que se trabaja de pie, como si fueran el mostrador de una tienda. En South San Francisco, un municipio adyacente, está el centro de operaciones, desde donde se tramitan las gestiones con las que finalmente harán la entrega.
Los precios oscilan según el destino y el tipo de paquete, y cambian de manera constante. Gibbon lo define con una analogía: «Somos lo más parecido a Kayak, el buscador de vuelos. Tenemos acuerdos con la mayoría de empresas de logística, especialmente con UPS y Fedex, que por nuestro volumen nos hacen un descuento notable. Hay que añadir cinco dólares por la recogida. Ese es el precio de acabar con la fricción de la primera milla». No es el único proceso doloroso que suavizan. En los envíos internacionales se encargan de bregar con las aduanas. El seguimiento se hace desde la propia aplicación. Cada paquete tiene un código QR que lo identifica.
Basta con hacer una foto del objeto que se quiere enviar y en 20 minutos lo recoge un emisario de la empresa, sin envolver
El inventor no teme que le copien, ve más probable que les terminen comprando, algo que ya sucedió con ZipCar, que pretendía dar un vuelco en el negocio de los coches de alquiler y se convirtió en la línea de bajo coste de la multinacional Avis. “A los grandes no les compensa competir, porque no tenemos un gran margen. Su valor está en los volúmenes y en aprovechar las rutas predefinidas. Son buenos con aviones y camiones pero no saben pensar en pequeño”, sostiene.
De manera inesperada, Amazon se ha convertido en uno de sus mejores aliados. “Nos usan para tramitar devoluciones. Así el cliente no tiene que ir a un servicio de mensajería, imprimir las etiquetas, volver a embalarlo… Es muy común comprar ropa y que no quede bien. Podría parecer que al comercio electrónico le molesta recibir estos envíos, pero es todo lo contrario. Si el cliente queda satisfecho, volverá a comprar y consumirá más”, aclara. Otro aliado que no estaba en el presupuesto inicial es el pequeño comercio: “Delegan en nosotros para los envíos por teléfono o Internet. Ahorran tiempo y empleados haciéndolo así”.
Shyp es una aplicación para iPhone, aunque en breve estará disponible para Android
Tras su estreno en San Francisco, donde son muy populares, han comenzado a ofrecer su servicio en Nueva York y Miami. En la primera desmenuzaron el proceso logístico hasta dar con las claves para ser efectivos. “Mucha bicicleta y algunas furgonetas con rutas fijas que recogen todo y lo llevan al almacén”.
Los Ángeles será la siguiente, a comienzos de 2015. Los primeros estudios sobre el tráfico y flujos les hacen plantearlo como si fueran varias ciudades, pretenden trocearlo.
El eslabón más débil de la cadena, los héroes, es el que más valora el fundador. Al igual que en el caso de los conductores de Uber, es una labor flexible, se suman cuando quieren y hacen los recados que mejor encajan con su horario. En muchos casos son estudiantes que buscan un ingreso extra o profesionales liberales que quieren sacar un extra en su tiempo libre.
La meta de Gibbon es reducir el tiempo desde que se pide hasta que llega el héroe: “Tenemos mucho margen de mejora. La logística se ha afinado muchísimo, salvo por este primer tramo que nos obsesiona”. De momento, cuenta con 35 empleados a tiempo completo y 100 héroes a tiempo parcial. Por ahora, apoyo financiero no les falta, nacieron con un capital semilla de dos millones y medio de dólares (dos millones de euros). En julio recibieron una primera ronda de 10 millones de dólares (ocho millones de euros).
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