Trabajar 11 horas al día, tres jornadas a la semana es una idea poco práctica, si no irrealizable. Este es el veredicto de los expertos consultados acerca de la propuesta que el empresario mexicano Carlos Slim, propietario de América Móvil, presentó hace unos días en el XX Encuentro Anual de la Fundación Círculo de Montevideo, en Paraguay.
Slim, a quien la revista Forbes considera el segundo hombre más rico del mundo con una fortuna de 79.900 millones de dólares (le supera Bill Gates con 80.300 millones), ya abogó por una jornada laboral de tres días a la semana, de 10 u 11 horas de duración, durante una conferencia en la sede de la ONU en Ginebra, en junio de 2012. El objetivo de la propuesta sería que las personas dispongan de cuatro días libres a la semana, que podrían dedicar a adquirir nuevos conocimientos.
“Es inviable en España”, asegura el profesor de relaciones laborales del IESE Sandalio Gómez. “Cada empresa sabe bien qué debe hacer, y organizar la jornada laboral de este modo para toda la economía es poco práctico”, explica.
Se trata, además, de una propuesta que puede afectar a la productividad. “La plantilla rendirá menos al trabajar demasiado tiempo. Toda persona que esté más de cuatro horas seguidas haciendo lo mismo es improductiva, es recomendable realizar pausas”, asegura la profesora de dirección de personas de Esade Esther Sánchez, quien añade que “trabajar más de 11 horas supone un riesgo para la salud psíquica y física del empleado”. Punto en el que coincide Gómez: “A partir de las ocho horas los trabajadores no rinden bien”.
“Estar más de 11 horas en el trabajo supone un riesgo para la salud”, opina una experta
Sin embargo, Gómez admite que se trata de una sugerencia interesante, porque permite reflexionar acerca de cómo se distribuye el tiempo entre trabajo y ocio. “Hay que admitir que dividir la jornada laboral de la manera que sugiere Slim facilita que la persona pueda dedicarse a otras finalidades, como el recreo o la formación”, opina.
La fórmula sugerida, además, podría ser útil en ciertos sectores y empresas. “En compañías de servicios modernas como las que trabajan en el ámbito de las tecnologías de la información sí es aplicable, porque las tareas pueden realizarse de forma individual”, explica la profesora de IE Business School Gayle Allard. La investigadora matiza, sin embargo, que esta solución no sería viable en las empresas industriales: “En ellas es necesaria una mayor coordinación entre empleados, lo que limita la manera en que la empresa puede organizar los puestos de trabajo”.
La propuesta también puede ayudar a repensar cómo se reparte la jornada laboral en España. “Trabajamos muchas más horas y somos más improductivos que en el resto de Europa”, asegura Sánchez. En consecuencia, las personas cuentan con menos tiempo para estar con los amigos o la familia.
Un problema relacionado es la tendencia a que domine el presentismo en las empresas españolas. “Las organizaciones aún tienden a pagar por las horas dedicadas a permanecer en el puesto de trabajo”, explica la profesora de dirección de personas de Esade Esther Sánchez. Según datos de Eurostat, la jornada laboral media fue de 37,8 horas durante el primer trimestre de 2014, por encima de las 30 de Holanda o las 35,3 de Alemania.
No obstante, las compañías tienden a racionalizar la organización del trabajo, y a reducir la extensión de la jornada laboral. “Muchas empresas, sobre todo las grandes, han introducido sistemas para medir y remunerar la plantilla por aquello que hacen realmente en el puesto de trabajo”, asegura Sánchez.
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