Robos por descarrilamiento: un pueblo de México, capital mundial de asaltos a trenes

Un tren de cuatro locomotoras y 39 vagones penetra a unos cien kilómetros por hora en la localidad de Orizaba, en el estado mexicano de Veracruz. El aterrorizado maquinista presiona el freno una y otra vez, tratando de reducir la velocidad del convoy, pero es inútil: los frenos han sido cortados. Tras varios minutos de pesadilla, el ferrocarril impacta a gran velocidad contra otro tren que se disponía a salir de la estación. Los vagones se aplastan unos contra otros, como un acordeón, y quedan convertidos en un amasijo de hierrosatravesados sobre las vías.

Sucedió el pasado 19 de mayo. Y, por desgracia, no era un hecho aislado. La región en la que se encuentra Orizaba, en la frontera entre Veracruz y Puebla, se ha convertido en un “triángulo negro” de los descarrilamientos intencionados de ferrocarriles. En este caso el cargamento no fue saqueado, bien porque los asaltantes no pudieron llevarse nada dado que la colisión ocurrió dentro de la propia ciudad, o bien, como sospechan muchos, porque en realidad se trató de un sabotaje contra la compañía en represalia por no haber pagado un soborno a un grupo criminal.

Sea como fuere, Orizaba ha visto un incremento del 476% en este tipo de asaltos a trenes comparado con el año pasado, según la Confederación de Cámaras Industriales de México. La situación es todavía peor en la vecina Acultzingo, considerada “la capital mundial del robo de trenes”, y donde en 2017 se cometieron 521 crímenes contra ferrocarriles de carga. Y aunque los saqueos de trenes mediante descarrilamiento tienen una larga tradición en el país, que se remonta a Pancho Villa, la tendencia se ha disparado: en el primer cuarto de este año se produjo un robo cada dos horas y media. No todos los países recopilan estadísticas sobre este tipo de crímenes, pero de los que lo hacen, México es el que más incidentes reporta en todo el mundo.

Grandes pérdidas económicas

“El problema no deja de empeorar todo el tiempo”, afirma Alejandro Schtulmann, analista de riesgos políticos de la consultora EMPRA, en un artículo en Bloomberg que relata el fenómeno. Las fuerzas de seguridad, explica, están tan sobrepasadas por el número de asaltantes que prevalece un sentido de impunidad en el lugar. Además de los sabotajes en el sistema de frenado, se aplican métodos más rudimentarios, como la colocación de grandes rocas en la vía. Los criminales animan a los locales a unirse al saqueo, lo que les garantiza sus simpatías y lealtad. Y en un entorno extremadamente deprimido como es esta región, voluntarios no faltan.

No existe un cálculo exacto sobre las pérdidas que generan estos ataques, pero son cuantiosas. Grupo México Transporte, una de las principales empresas del sector, reportó 312 millones de pesos (unos 14 millones de euros) en siete descarrilamientos tan sólo en abril y mayo de este año. A la reparación de los vehículos dañados y los seguros se le suma la pérdida generada por el deterioro o el robo del cargamento. Los bienes más apreciados por los saqueadores son los grandes paquetes de cereales y harina, los productos de consumo ya manufacturados, las piezas de automóvil y el material de construcción. Algunas empresas están optando por enviar sus productos por carretera, lo que encarece el transporte en un 30%.

La industria de la automoción está siendo una de las más afectadas: los saqueos de piezas de automóviles suponen hasta un 18,8% del total. Como señala el analista financiero Jaime Núñez en un programa especial de Televisa sobre este fenómeno, el 70% de los componentes que se colocan en las plantas de ensamblaje son importadas y se transportan por tren, lo que las convierte en muy vulnerables. «Hay ocasiones en las que, tras el asalto a un tren, debe detenerse toda una planta de producción porque no llegan las piezas», comenta.

En busca de «El Bukanans»

Uno de los principales responsables de este ‘boom’ en los asaltos es un criminal llamado Roberto de Los Santos de Jesús, alias «El Bukana» o «El Bukanans». Nacido en febrero de 1980, con 21 años se convirtió en agente de policía local, pero en 2012 desertó para unirse al cártel de Los Zetas. Su papel quedó claro en 2014, cuando, según relata un reportaje de la revista Proceso, fuerzas militares asaltaron un «narcorrancho» en un municipio de Acultzingo donde él y otros policías corruptos entrenaban a jóvenes como futuros sicarios de Los Zetas. «El Bukanans» y otros lograron huir.

Cuando el cártel se escindió tras la detención de su líder, Miguel Ángel Treviño, «El Bukanans» se unió a una de sus escisiones, Sangre Nueva Zeta. Hoy, él y sus parientes cercanos lideran la rama de la organización en la zona entre Puebla y el puerto de Veracruz, a donde se dirigen muchos de estos cargamentos para ser embarcados. Además, el grupo se dedica también al robo de combustible, que les reporta más de 1.600 millones de pesos (73 millones de euros) al mes.

Los narcos mexicanos no llegan a fin de mes

Roberto de Los Santos de Jesús controla dos células, una de las cuales dirige su padre, mientras que la otra la conforma un colectivo llamado Los Rosas, compuesto por ex policías que trabajaban en una empresa de seguridad privada que ofrecía sus servicios a la firma de transporte ferroviario Ferrosur. El lugarteniente de Roberto, su hermano Saúl, fue detenido el pasado 29 de junio. Tras el sabotaje de Orizaba, la recompensa por «El Bukanans» ha pasado de 1 a 5 millones de pesos (unos 230.000 euros).

Entre enero y marzo de este año se han producido 852 robos de trenes en todo México, un verdadero récord, según un informe de la Agencia Reguladora de Transporte Ferroviario (ARTF). Además de las dos regiones mencionadas, se producen también un gran número de incidentes en Jalisco, Guanajuato y Sonora. Y ni siquiera parece que el endurecimiento de las penas, como sugieren algunos diputados conservadores, o el incremento de la inversión en seguridad en los propios trenes vaya a servir de mucho: en algunos casos, los delincuentes se llevan incluso las vías.

Fuente: Elconfidencial.com (30/7/18) Pixabay.com

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