Lo que venía siendo desde hace años una simple espantajo con el que algunos de los grandes clubes de la burguesía europea apretaban a la UEFA en busca de un mejor botín ha acabado por convertirse en una declaración unilateral de ruptura.
Doce clubes, esta vez sí, han decidido firmar por la creación de una Superliga presidida por Florentino Pérez y romper con el teórico equilibrio en las competiciones impuesto por el máximo organismo continental desde hace más de medio siglo. Según anunciaron las élites en un comunicado se han adherido a ese plan los tres clubes españoles (Real Madrid, Barcelona y Atlético), seis de la Premier League inglesa (Manchester United, Manchester City, Liverpool, Arsenal, Chelsea y Tottenham) y tres más de la Serie A italiana (Juventus, Milan e Inter). Las fuentes consultadas por EL MUNDO aclaran que tanto los alemanes Bayern de Múnich y Borussia Dortmund, como el campeón francés, el PSG, pese a no haberse sumado por ahora a los fundadores, lo harán en las próximas fechas. El torneo, que los organizadores tienen previsto iniciar el próximo mes de agosto, se completará con cinco equipos invitados.
El formato es el siguiente: «Los clubes se repartirán en dos grupos de diez, que jugarán partidos de ida y vuelta; los tres primeros de cada grupo se clasificarán automáticamente para los cuartos de final. Los equipos que terminen en cuarta y quinta posición jugarán un playoff adicional a doble partido. Posteriormente se jugarán playoffs de doble partido a partir de cuartos para llegar a la final, que se disputará a partido único, a finales de mayo, en una sede neutral».
Con el actual sistema de premios de la Champions, que la UEFA ya procuró aumentar ante el temor de un cisma, los 32 equipos participantes tienen que repartirse 2.040 millones de euros. Los dos últimos ganadores de la competición se embolsaron algo más de 100 millones. Concretamente, 111 millones el Liverpool y 118 millones el Bayern.
3.500 millones como pago inicial
La Superliga dice haber multiplicado todas esas cifras. Tanto que los clubes fundadores recibirán un único pago de 3.500 millones de euros a repartir «dedicado únicamente a acometer planes de inversión en infraestructuras y compensar el impacto de la pandemia del Covid». No sólo eso. Los organizadores tienen previsto ofrecer más de 10 000 millones de euros en los llamados pagos de solidaridad a lo largo del periodo de compromiso de los clubes implicados. La financiación irá a cargo del banco de inversión JP Morgan.
La Asociación Europea de Clubes (ECA), hecha trizas la misma noche del domingo, acabó siendo una comparsa ante la posición de poder de los implicados en la creación de un nuevo orden. Escogieron los grandes clubes un momento idóneo para lanzar un órdago que pudiera tener ya aroma a definitivo, por mucho que la batalla legal que pueda venir a continuación descuartice la posibilidad de una separación pactada. Hoy mismo estaba previsto que la UEFA presidida por Aleksander Ceferin aprobara la reforma de la Champions (con la ampliación de 32 a 36 equipos y un alambicado sistema de liga regular previa a la disputa de las eliminatorias), así como la distribución económica de cara al ciclo 2021-2024. ¿Lo hará?
De momento el máximo organismo europeo, consciente de que los citados clubes habían firmado en las últimas horas la creación de la Superliga, no tuvo otra que pasar ayer a la acción. Lo hizo incluso antes de que las entidades rebeldes oficializaran su postura, y mediante un comunicado repleto de amenazas. Muchas de ellas quizá inasumibles si uno atiende a lo ocurrido en su día con la creación de la Euroliga de baloncesto a espaldas de la FIBA, obligada a claudicar y a ver cómo los grandes jugadores se quedaban fuera de su negocio.
«Como ya anunciaron la FIFA y las seis Federaciones, los clubes en cuestión no podrán jugar en ninguna otra competición a nivel nacional, europeo o mundial, y sus jugadores podrían verse privados de la oportunidad de representar a sus selecciones nacionales», rezó la nota de la UEFA.
La FIFA, algo más prudente, aguardó a emitir su comunicado pocos minutos después de que los fundadores de la Superliga oficializaran la quiebra. El máximo organismo internacional expresó su «desaprobación a una liga europea cerrada y escindida que se encuentra fuera de las estructuras del fútbol internacional y que no respeta los principios (…) fundamentales de solidaridad, inclusión, integridad y redistribución financiera equitativa». La FIFA de Gianni Infantino optó por mostrar, de momento, un perfil bajo, por mucho que la creación de la Superliga aniquile también sus planes de un nuevo Mundial de clubes. «La FIFA siempre defendió la unidad en el fútbol mundial y hace un llamamiento a todas las partes implicadas en las discusiones para que entablen un diálogo tranquilo, constructivo y equilibrado por el bien del juego y con espíritu de solidaridad». En cualquier caso, el ente no hizo suyas las amenazas de la UEFA por las que los futbolistas podrían ser apartados de los torneos de selecciones.
«¿Se imaginan un Mundial sin Messi? ¿Adidas lo permitiría? ¿Qué costarían los derechos de retransmisión? ¿Se imaginan una Premier sin el Manchester United o el Liverpool o una Liga española sin sus tres grandes equipos? ¿Verdad que no? Porque es imposible», argumentaban fuentes implicadas en las negociaciones de la creación de la Superliga. Los grandes clubes europeos no tienen intención de abandonar las competiciones nacionales, pero sí consideran que la fórmula de la Champions se ha agotado. Que ha perdido interés y que los márgenes de ingresos se han estrechado, por lo que entidades al límite financieramente tras el golpe de la pandemia creen haber encontrado una nueva gallina de los huevos de oro. Y la piensan explotar sin más intermediarios que ellos mismos.
Si los teóricos ricos lograrán ser más ricos, o si los pobres serán aún más pobres, sólo el tiempo lo dirá.
Fuente: elmundo.es (19/4/21) Pixabay.com
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