Raiola, de vender pizzas a ser el rey del verano

raiola-300x200Cerrado el mercado el pasado 31 de agosto, el mundo del fútbol coincide en que hay un ganador absoluto: Mino Raiola. El traspaso de dos de sus apoderados al Manchester United le han reportado unos beneficios cercanos a los 30 millones de euros. Las operaciones de Pogba e Ibrahimovic le sitúan no sólo en el primer puesto de ganancias, sino también en un lugar prominente en cuanto a influencia. Mino Raiola, el agente de jugadores menos parecido a un agente de jugadores, se mueve como nadie en esa selva que es el mundo de los traspasos, los despachos de los presidentes, las oficinas de otros representantes, las luchas de los directores deportivos y los caprichos de los propios futbolistas.

Con casi todos ha conectado Raiola de una manera especial. Y más significativamente, con los jugadores. Para formar parte de la Cuadra Raiola no hace falta un contrato. No hay firma que valga. Mino no lo considera necesario. Basta con un apretón de manos y el 10% del salario del futbolista en el caso de que se lleve a cabo la operación. Esto es así desde siempre. Desde que algunos jugadores residentes en Amsterdam acudieron a la pizzería regentada por el padre de Raiola en busca de asesoramiento y de alguien que les defendiera de las garras de la estructura del fútbol holandés, mangoneada en los años 90 por unas normas abusivas y por un grupo de agentes que sólo pensaban en ganar dinero a espuertas.

Porque allí, en aquella pizzería, empezó todo. Mino Raiola jugó al fútbol hasta los 22 años pero su principal ocupación fue ayudar en el negocio familiar. Como complemento a su espíritu inquieto, mataba los ratos dirigiendo al Haarlem, un club de barrio. Pronto, se empezó a correr la voz de que un insignificante directivo estaba poniendo en jaque al sistema. Los grandes clubes holandeses, en especial el Ájax, esquilmaban a los pequeños. Captaban talento en sus canteras y se los llevaban por cantidades ridículas. Luego, a la hora de exportar futbolistas a Europa, llegaba el beneficio en forma de millones, mientras los modestos se quedaban a dos velas.

Se quitó el mandil

Hasta que Raiola se quitó el mandil de la pizzería y se enfrentó a todos. La voz se corrió enseguida entre algunos jóvenes jugadores del Ájax: «Hay un representante que, al parecer, no nos va a tratar como a ganado». Así captó a futbolistas como Ibrahimovic, por entonces una promesa, y, desde luego, a Pavel Nedved, su primera gran estrella. Llevarlo a la Lazio, en 1996, fue la operación que le permitió despegar y forjarse un presente y un futuro en el peculiar mundo de los agentes de jugadores. Porque si el gremio es particular, más todavía lo es Mino Raiola. Para empezar, huye de la imagen del típico representante. Nunca usa corbata, no tiene más que un móvil y la estructura de su empresa está formada apenas por un par de personas, con su fiel Rafaella a la cabeza.

No tiene chófer, ni grandes coches, ni yate. Si vive en Mónaco es sólo por la comodidad de estar conectado a cualquier ciudad europea en un corto espacio de tiempo. Que nadie piense, además, en una gran mansión. Raiola vive en un piso que, curiosamente, abandona en las fechas en las que se celebra el Gran Premio de Fórmula 1 en Mónaco. Le molesta la aglomeración y el tipo de personajes que se dan cita en el Principado durante el fin de semana. Uno de sus lemas es » sé fuerte con el fuerte y débil con el débil».

Precisamente, una de sus debilidades es la comida. Llegó a ponerse a dieta y a rebajar su peso en 50 kilos, pero los está ganando paulatinamente.

Temido y respetado en los palcos

Raiola es tan temido como respetado en los palcos. Su modus operandi no incluye sólo a los jugadores, sino que parte de su estrategia pasa por firmar acuerdos de colaboración y asesoramiento con los clubes. De esta manera logró encauzar su relación de amor-odio con el Ájax o se le ha visto trabajar con equipos como el Milan. Eso le ha llevado a dirigir operaciones de jugadores que ni siquiera representaba, como Robinho.

Desde luego, su gran diamante ha sido Paul Pogba. Raiola fue hábil y creyó en el jugador cuando estaba deshauciado por Ferguson en el Manchester United. El avispado agente se lo llevó gratis a la Juve pero en el contrato adjuntó una cláusula que, a la larga, ha resultado espectacular: se llevaría el 25% de cualquier operación que la Juve hiciera con Pogba. Si el United ha pagado 120 millones por un jugador que dejó marchar gratis, es fácil echar la cuenta. De la misma manera que es fácil comprender la desgana con la que Sir Álex Ferguson habla de él: «No me gusta Raiola. No me fío desde el momento en que le conocí».

Otro tanto le sucede con De Laurentiis, el presidente del Nápoles, quien no duda un momento de tildar a Mino Raiola como «un grano en el culo».

La polémica con Guardiola

Pero acaso su enemigo declarado en el mundo del fútbol sea Pep Guardiola. Desde que la relación entre Ibrahimovic y el entonces entrenador del Barça se deterioró, Mino Raiola no ha tenido inconveniente en mostrar el poco aprecio que tiene por el técnico.

En una entrevista a este periódico declaró: «Como persona se portó fatal, como una mierda. Como entrenador es muy grande. Durante un año estuvo llamando él en persona a Zlatan. Hasta diez veces. Ya en Barcelona le dijo que lo que quisiera, lo que le faltara, cualquier cosa. Y de repente le deja de hablar».

No me gusta Raiola, no me fío de él desde el día en que le conocí»

Sir Álex Ferguson

Según desliza, fue un problema de celos: «Voy corriendo a Barcelona y Begiristain me comenta que Guardiola va a cambiar el sistema pese a que no estoy de acuerdo. ‘Sin problema’, le digo. Txiki me contesta y me dice, ‘sí que hay que un problema. Messi fue llorando y llorando a Pep y va a jugar en el centro y Pep no va a permitir que jueguen dos delanteros’. Y ya no volvió a hablar a Ibrahimovic, ni cuando se lesionó».

Así que el próximo derbi de Manchester no va a ser sólo un Guardiola-Mourinho, un enfrentamiento que está en la mente de todos. Los más inquietos verán también la sombra de Ibrahimovic, de Ferguson y de Mino Raiola, el pizzero que ha reventado el verano con la mayor operación fubolística de todos los tiempos. Y lo dice como quitándose importancia: «Mi trabajo es buscar oro. Lo que pasa es que de vez en cuando aparece alguna pepita».

Fuente: Marca.es (4/9/16) 

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