La compañía Duralex ha quebrado. Esto es, en sí misma, una contradicción, puesto que sus productos han dado la vuelta al mundo precisamente por indestructibles e inquebrantables. La empresa ha sido declarada en quiebra por un tribunal comercial de Orleans, Francia; tenía problemas de flujo de caja desde que su producción se redujera. Ubicada en La Chapelle-Saint-Mesmin, en Loiret (Francia), tomó su nombre de la máxima latina ‘Dura lex, sed lex’: la ley es dura, pero es la ley.
Su fundador, la empresa fabricante de cristal Saint-Gobain, nunca soñó con hacer menaje. Su idea era fabricar lunas para coches cuando adquirió en 1934 una cristalería en la comuna de La Chapelle-Saint Mesmin. Para ello desarrolló un vidrio templado que se modela aún a una temperatura de 700 grados. La Segunda Guerra Mundial truncó sus expectativas pero de aquello surgió la idea visionaria de producir vajillas irrompibles. En 1945, el empresario francés registra la marca Duralex, destinada a la fabricación de objetos de vidrio.
Su etapa de máximo esplendor se dio en los años 60 y 70, donde la compañía llegó a emplear a 1.500 personas, ya que en 1964 habían alcanzado una producción que superaba los 130 millones de vasos, platos y bandejas. A finales de los 70 comienza a tener sus primeros problemas. Saint-Gobain la vendió en 1997 al grupo italiano Bormioli Rocco & Figlio, que no consiguió remontarla. En España y en toda Europa, la marca Duralex se hizo omnipresente a partir de los años 50. Todas las familias patrias se reunían en torno a la inconfundible vajilla teñida de ámbar, que además de indestructible tenía un precio asequible. La publicidad rezaba: «Utilícelo como martillo, déjelo caer, golpéelo, hágalo pasar del hielo al agua hirviendo».
En 2008, los hermanos André y Antoine Ionnaides acudieron al rescate de Duralex. La empresa remontó tras estar a punto de quebrar debido a la crisis. Sin embargo, la coyuntura económica lejos de perjudicarles les ayudó, ya que se volvió a poner en valor la cultura del ahorro ante los vaivenes laborales y económicos. La cifra de negocio aumentó entonces hasta los 30 millones de euros y Duralex llegó a tener 200 empleados. Ahora el mundo entero contempla el final de una compañía que, efectivamente, parecía indestructible.
La famosa vajilla verde y ámbar se ha convertido hoy en día en objeto de coleccionista, un producto vintage que ha vuelto a la mesa de algunos restaurantes.
Fuente: Elmundo.es (25/9/20)