¿Puede un ministro de Economía llevar unas zapatillas de 420 euros? En Reino Unido, parece que no

La carrera de David Miliband —el que fuera visto como delfín de Tony Blair— se fue al traste por un plátano. Y ahora, la de Rishi Sunak, hasta hace nada favorito para suceder a Boris Johnson, podría haber terminado por unas zapatillas. Unas de 420 euros, eso sí. No hay ninguna ley en Reino Unido que regule el tipo de calzado que deben ponerse los políticos. Pero, como ministro de Economía, igual no era el mejor momento para lucir las ‘trainers’ de moda, cuando los británicos se enfrentan al mayor descenso en los estándares de vida en 70 años. La inflación se espera que alcance los dos dígitos en otoño, las facturas de energía han aumentado más del 54% por ciento y el propio pan se ha convertido en artículo de lujo en algunos hogares porque los ucranianos, grandes exportadores de trigo, han abandonado sus campos para luchar por su vida en la guerra contra los rusos.

Casado con la hija de un multimillonario indio, la gran fortuna de Sunak no había supuesto hasta ahora ningún problema. Es más, acumulaba una legión de fans en Instagram y se le veía como un serio candidato a primer ministro. Durante los dos años de la pandemia, disfrutó de niveles estratosféricos de popularidad entre el público y dentro de su propio partido, mientras derrochaba dinero como si no hubiera un mañana. Su acción audaz y decisiva para salvar la economía con ayudas, tanto para trabajadores como empleados, se ganó el aplauso de todos los espectros políticos.

Pero pocos descensos de héroe a villano han sido tan repentinos. Algunos críticos ya advirtieron de que llegaría el día del juicio final, cuando se necesitara recuperar parte del dinero en forma de impuestos. Pero ni siquiera los más pesimistas pudieron prever la subida más alta desde 1940, sin ofrecer además ningún tipo de contraprestación a los dos grupos más vulnerables de la sociedad: pobres y ancianos.

La llamada ‘Declaración de primavera’, donde Sunak ha actualizado las medidas económicas a la realidad fiscal y financiera seis meses después de los últimos presupuestos generales, ha supuesto un auténtico mazazo. El único alivio ha sido el de rebajar 5 céntimos por litro el impuesto al combustible, una cuantía muy alejada de los 15 céntimos por litro de Francia pero que, a diferencia de los cuatro meses que durará la propuesta del Elíseo, estará en vigor hasta marzo del año que viene. Pero hasta eso ha quedado empañado porque el Chancellor —siempre pendiente de la foto de Instagram— ha tenido errores de principiante en relaciones públicas.

Las críticas arreciaron cuando se presentó en una gasolinera con un modesto KIA para llenar el depósito, pero luego no sabía cómo realizar el pago con la tarjeta. Como era de esperar, el coche ni siquiera era suyo. Dejó su alta gama aparcada para pedirle prestado el vehículo a un empleado de supermercado. Pero la jugada no le pudo salir peor. Y todo esto en la misma semana en que otra imagen lo puso en evidencia cuando lució sus impolutas zapatillas blancas de 420 euros en un momento en el que muchos británicos se ven obligados a elegir entre calentarse o comer. Precisamente el mes en el que la carga fiscal alcanzará su punto más alto desde la Segunda Guerra Mundial.

Estaba claro que no se podía seguir gastando como hasta ahora. La deuda neta acumulada de Reino Unido, excluidos los bancos del sector público, ascendió en febrero a 2,3 billones de libras (2,8 billones de euros), equivalente a un 94,7% del PIB, un nivel no visto desde la década de 1960, según los últimos datos de la Oficina Nacional de Estadísticas. Pero los expertos coinciden en que Sunak sí tenía más margen de maniobra para ayudar a los menos favorecidos.

La arrogancia, ¿mató al gato?

Con todo, es la arrogancia que ha mostrado en público durante sus últimas intervenciones lo que más indignación ha causado. Cuando tuvo que explicar su estrategia ante el comité selecto del Tesoro de la Cámara de los Comunes era como si se sintiera ofendido de que los mortales se atrevieran a cuestionarlo.

Tiró de evasivas y se mostró a la defensiva cuando los parlamentarios le preguntaron sobre la participación de más de 700 millones de euros que su esposa, Akshata Murthy, supuestamente tiene en Infosys, una compañía tecnológica fundada por su padre, el multimillonario Narayana Murthy, que ha sido criticada por continuar operando en la Rusia de Putin a pesar de las sanciones occidentales. El Chancellor se limitó a decir que no podía comentar sobre los asuntos comerciales de su esposa, ni es responsable de sus asuntos financieros. Viniendo del hombre más rico del Parlamento, su respuesta molestó aún más al electorado.

Lo que no estaría de más es que diera explicaciones tras conocerse que su esposa es una ‘non-dom’; es decir, tiene un estatus fiscal no domiciliado que le permite ganar dinero en el extranjero libre de impuestos en Reino Unido. Se trata de una fórmula diseñada para aquellos cuyo hogar permanente no se encuentra en el Reino Unido. Ella alega que India, su país de origen, no permite que sus ciudadanos tengan doble nacionalidad.

No parece que eso convenza a unos ciudadanos asfixiados ahora por una economía asfixiada. La pandemia, el Brexit y la guerra de Ucrania han creado la tormenta perfecta. El índice de precios al consumidor, que mide el coste de la vida, se ha acelerado del 5,5% al 6,2% desde principios de año, unas cifras que no se veían desde hacía 30 años. Y si la situación en Europa no mejora, la barrera del 10% podría llegar antes de lo previsto. Según los cálculos del Banco de Inglaterra, este mismo verano se podría alcanzar el 8%, lo que anularía la subida de sueldo esperada por los trabajadores, provocando que cada hogar perdiera, de media, un 4% de poder adquisitivo, alrededor de 1.000 euros (1.200 euros) por familia en el cómputo anual.

Los economistas advierten que 1,3 millones de personas caerán en la pobreza absoluta el próximo año. Esto quiere decir que un total de 12,5 millones personas en todo el Reino Unido estarán en hogares donde se tiene menos del 60% del ingreso medio. Es la primera vez que se registra un aumento de este tipo fuera de una recesión.

En definitiva, aunque el escándalo del ‘Partygate’ regrese a los titulares a medida que Scotland Yard va poniendo las primeras multas y el puesto de Boris Johnson pueda estar de nuevo en peligro, lo que está claro es que Sunak ya no representa ninguna amenaza. El ‘Maharajah de Yorkshire’ se une así a la larga lista de políticos, desde Rab Butler hasta George Osborne pasando por David Miliband, que se suponía serían el próximo primer ministro hasta que los astros conspiraron para arrebatarles la corona que estaba casi a su alcance.

Fuente: elconfidencial.com (9/4/22) pixabay.com

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