El debate sobre acabar con el dinero en efectivo ni es nuevo ni está agotado, pero en España acaba de pasar del plano teórico al práctico. Y este paso corresponde nada menos que al partido que está en el Gobierno: el pasado 24 de abril, el Grupo Parlamentario Socialista presentaba en el Congreso una Proposición no de Ley que, con el propósito de mejorar la orientación del sistema tributario, apuesta por la «eliminación gradual del pago en efectivo, con el horizonte de su desaparición definitiva«. La propuesta llega en un momento idóneo para sus impulsores, ya que la propia OMS desaconseja el uso de efectivo para evitar la propagación del covid-19.
El PSOE no está del todo solo en su intención. El Ministerio de Hacienda, en su anteproyecto de ley contra el fraude fiscal, ya proponía rebajar el limite de 2.500 a 1.000 euros los pagos en metálico, indicando una tendencia muy similar que ya proponía incluso Gestha en 2016 al por entonces ministro Montoro. Pero, ¿es viable acabar con el dinero en efectivo? Aunque sea de manera lenta y gradual, ¿tiene visos de futuro que España apueste por una economía que tienda a excluir los pagos en metálico? La realidad es tozuda: a día de hoy, prescindir del efectivo no solo no es viable, sino que tampoco parece una práctica segura para los ciudadanos.
El Banco Central Europeo, en contra
La no viabilidad de la propuesta del PSOE viene, para empezar, por parte de la Unión Europea, que no ve con buenos ojos la intención del Gobierno español de ir limitando el uso del dinero en efectivo, ni siquiera con la intención de reducir el fraude fiscal. El ‘enfrentamiento’ viene de lejos: el 28 de noviembre de 2018, el Banco de España, en nombre de la secretaría de Estado de Hacienda, consultó al Banco Central Europeo la posibilidad de reducir de 2.500 a 1.000 euros el límite de pagos en metálico en España.
Sin embargo, en su respuesta, el BCE no aceptó la propuesta, ya que la consideraba «desproporcionada si se considera su posible repercusión adversa en el sistema de pagos en efectivo». De hecho, «esta limitación dificulta la liquidación de operaciones legítimas usando el efectivo como medio de pago, por lo que pone en peligro el concepto de curso legal establecido en el Tratado«.
Brecha de edad y brecha económica
El choque con el Tratado de la Unión Europea es el mayor problema para el Gobierno, pero ni mucho menos el único. Otro de los más importantes es la brecha de edad a la hora de usar unas formas u otras de pago. Pero no hay por qué que acudir a los pagos por internet o a los móviles para mostrar las diferencias de uso: ni siquiera los pagos con tarjeta de crédito son unánimes en según qué generaciones.
Así lo evidencia el informe The use of cash and its determinants, elaborado por BBVA Research. Según su análisis, los menores de 30 años usan más la tarjeta que el efectivo, mientras que los que tienen entre 30 y 50 reflejan un cierto empate. Pero, a partir de ahí, el efectivo vuelve a reinar sobre los pagos con tarjeta.
Sin nos vamos a los pagos móviles, la derrota es evidente: según el informe El futuro de la aceptación de pagos, elaborado por UniversalPay, apenas un 15% de los españoles paga con su móvil. De hecho, en España aún hay bancos que no disponen de la tecnología adecuada para este tipo de transacciones.
Fuente: Elconfidencial.com (21/6/20) Pixabay.com