El caso de la texana Divya Gadasalli, víctima de una estafa de ocho millones de euros perpetrada por un chico al que nunca conoció en persona, es paradigma de una creciente práctica en los timos por internet, que aúna dos tendencias en auge: las páginas de citas y los criptoactivos. El mecanismo tiene un nombre: ‘pig butchering’ (matanza del cerdo, en inglés), y consiste en engordar las cuentas de personas manipuladas emocionalmente antes de vaciar dichas cuentas.
Según datos del FBI, la cantidad perdida en estafas románticas en 2021 aumentó casi un 60% a 956 millones de dólares desde el año anterior. De esta cantidad, más de la mitad, 429 millones de dólares, involucran esquemas de inversión y criptomonedas. Después ser desplumada, Gadasalli no solo ha denunciado al hombre al que conoció por Internet (Jerry Bulasa, según su perfil), sino también a dos plataformas de intercambio de criptomonedas: el gigante Binances y Poloniex, acusadas de alentar e instigar el robo. Así, la demanda no solo muestra que personas de altos patrimonios pueden picar en el cebo del dinero fácil; también tiene potenciales consecuencias para la eventual responsabilidad de los mercados de criptoactivos en las transacciones que llevan a cabo.
La historia empezó en Tinder. Bulasa aparecía en su supuesta página de Facebook como un joven asiático posando en lo que podría ser Hong Kong. Tras ganarse la confianza de Gadasalli, le envió fotos y videos de lugares como Barcelona o San Francisco. Vía mensajes de texto, convenció a su víctima de que podría ganar dinero fácilmente con criptomonedas y ayudar a su familia. El mismo mes en que se conocieron por Internet, Gadasalli transfirió 10.000 dólares a una cuenta del TD Bank a nombre de Dong Lian, una persona con la que Bulasa dijo que negociaba criptomonedas. Días después, transfirió 86.000 dólares, luego otros 100.000 dólares a otra cuenta en el Abacus Federal Savings Bank. Luego, 200.000 dólares más a una cuenta del TD Bank.
Inicialmente, Gadasalli podía retirar sus «beneficios» en efectivo: «Podía verlo en mi cuenta bancaria Chase. Era real hasta que dejó de serlo». El siguiente paso fue convencerla de que depositara mayores cantidades en una firma que, a partir de ciertas cantidades, ofrecía dividendos. La plataforma, ficticia, se denominaba Digital Fund, en un mecanismo clásico en estas estafas, que se perpetran bajo una página web simulada. «Utilizan el valor del bitcoin en tiempo real por lo que, si se comprueba, parece real».
Gadasalli aportó tres millones de dólares de la divisa Tether en una cuenta de Digital Fund, y luego subió hasta seis, una inversión ficticia cuyos rendimientos llevaron el patrimonio a unos supuestos 10 millones. Hacia finales de año aún era capaz de sacar entre 60.000 y 70.000 dólares en efectivo al mes. Pero entonces empezaron los «impuestos». Digital Fund argumentó que que pagar cientos de miles de dólares en supuestos impuestos antes de poder acceder a su cuenta, algo que empezó a levantar sus sospechas, dijo.
En ese momento empezó a informarse sobre otros fraudes y, ante las excusas cada vez menos verosímiles del servicio de atención al cliente, acabó por poner una denuncia en la policía y el FBI. También encontró a un abogado de Florida, David Silver, especializado en reclamaciones de fraude de criptomonedas, y que asegura fue capaz de rastrear su dinero en la cadena de bloques hasta cuentas de Binance y Poloniex. Gadasalli continuó comunicándose con Bulasa y, cuando tuvo listos los documentos legales de la denuncia, le envió la demanda por WhatsApp, única vía de comunicación abierta. «Él se puso en plan ‘LOL’, y luego desactivó su WhatsApp», dijo la víctima.
Binance ha solicitado la desestimación de la demanda de Gadasalli. La plataforma de criptomonedas arguye que la afirmación de Gadasalli de que fue cómplice de un fraude estaba basada «en nada más que la especulación y las afirmaciones concluyentes» de la víctima. Aunque Gadasalli afirmó en su demanda que la firma tenía «conocimiento real» de que los fondos en cuestión procedían de un robo, Binance dijo que no ofreció ninguna prueba para respaldar esa afirmación.
La fortuna de Gadasalli, a su vez, procedía de otro asunto con ramificaciones policiales y empresariales. El padre de la víctima, un exitoso cardiólogo texano, fue asesinado en 2015 mientras era investigado por intentar ocultar transferencias de dinero, y estaba en conversaciones con los fiscales que perseguían en el marco de una investigación más amplia de fraude médico. De acuerdo con los registros de la policía de Odessa, Texas, una inversión fallida pudo haber que puede haber conducido al asesinato. La policía descubrió pruebas de que el asesino, Ayyasamy Thangam, y su esposa, otra doctora de Odessa, perdieron 200.000 dólares en una empresa de robótica médica en la que el doctor Gadasalli les había animado a invertir. Thangam compró la pistola semiautomática con la que le disparó menos de una semana antes del asesinato.
Gadasalli dijo que la experiencia le ha dado una nueva perspectiva del dinero. «Incluso cuando no pensaba que era una estafa, era estresante… Esa mentalidad de operar rápido, ganar dinero. La sociedad estadounidense siempre empuja a la gente a seguir haciendo dinero, y todo esto me enseñó a centrarme en lo que es más importante en mi vida».
Fuente: cincodias.com (9/5/22) pixabay.com