Pase, es al fondo a la izquierda

Lo de pedir un agua o un café en la barra de un bar para preguntar, acto seguido, ¿dónde está el aseo, por favor? se puede acabar en breve en Barcelona si prospera una nueva ordenanza para regular las terrazas de bares y restaurantes. La idea que tiene el Ayuntamiento barcelonés es que los locales que obtienen mayor beneficio por el uso privativo del espacio público deben colaborar más con el mantenimiento del bien común y dejar la entrada libre a los lavabos a todos los que lo pidan, sean clientes o no. Habrá polémica: el gremio de restauradores y de locales de ocio ha puesto el grito en el cielo.

La prohibición total del tabaco ha disparado en Barcelona el número de terrazas de bares y restaurantes. De 2.337 licencias que concedió el Consistorio en 2010 se ha pasado a 4.228 este año. Un incremento de mesas y sillas que se ha notado, y mucho, especialmente en la zona centro de la capital: Ciutat Vella y Eixample. Terrazas que tenían cuatro mesas y 16 sillas se han duplicado, por ejemplo. Otros que no tenían nada fuera se las han ingeniado para colocar unas mesas y sillas para que los clientes puedan fumar. El resultado ha sido una invasión bastante descarada de las aceras, paseos y plazas que son de todos. Una invasión que no se está persiguiendo ni multando para no agravar más las cosas a los restauradores, en un ciclo de crisis económica y tras la prohibición de los humos que les ha mermado la clientela.

El primer argumento de los afectados es que por tener una terraza ya se paga una tasa anual. En función de la ubicación, esa tasa puede oscilar entre los 249 y los 1.500 euros. “Si se paga una tasa por una cesión de superficie, porque se ejerce una actividad económica, no parece razonable que impongan otras condiciones”, argumenta Emilio Gallego, secretario general de la Federación Española de Hostelería (Feher). La iniciativa de Barcelona de obligar por ordenanza a que los lavabos de establecimientos con terrazas sean de libre acceso público es única en España. “Y puede ser un precedente negativo para el conjunto del sector”, añade Gallego.

La ley antitabaco ha llevado a una invasión descarada de aceras y plazas

El cartelito de Uso exclusivo para clientes que cuelga en los lavabos de no pocos bares y restaurantes tiene una eficacia relativa. Y lo cierto es que depende del talante de cada uno de los que regentan los negocios y de la zona donde estén. “Yo siempre he dejado pasar a quien me lo ha pedido bien y si ves que no hay ningún problema”, explica desde detrás de la barra la propietaria de un bar del paseo de Sant Joan, de Barcelona, muy cerca de una estación de autobuses.

Las cosas no se ven igual en el centro turístico de la ciudad. “Si yo dejo pasar a todos los que me lo piden, tengo una romería. ¿Y a mí quién me paga el gasto extra que supone de consumo de agua, limpieza, por no hablar de otras cuestiones como la seguridad?”, inquiere Enric Gomà, que tiene la doble condición de ser propietario de dos restaurantes, en el barrio Gótico y El Raval —por donde pasan millones turistas cada año—, y presidente de la Asociación de Bares y Restaurantes y Ocio de Barcelona. Opina que el uso del lavabo es privativo si no se consume nada, aunque matiza que depende de cada caso. “O hacemos pagar algo por el uso del lavabo o funcionaremos con llave —como se hace en muchos bares— o, a cambio, obtenemos alguna contraprestación”, añade. Esa contraprestación, apuntan voces del sector, sería ampliar media hora más los horarios de las terrazas por la noche.

“En otras ciudades hay más cabinas de lavabos en las plazas, incluso en estaciones, que se pagan con un euro o 50 céntimos”, añade otro restaurador del centro de la ciudad. En Barcelona, los lavabos públicos en cabinas son casi simbólicos —los antiguos baños y aseos públicos desaparecieron hace años— y de hecho solo se instalan en determinadas ocasiones, por grandes acontecimientos o determinadas fiestas. El sector no ve justo que el propietario de un negocio tenga que asumir el coste de un servicio —como el de los lavabos— que no ofrece el Ayuntamiento. Y señalan otro problema: el cumplimiento de las propias ordenanzas, que precisan cuántos lavabos y el espacio que deben ocupar en función de los metros cuadrados del establecimiento y el aforo del local. “Si se aplica a rajatabla que estén abiertos a todo el que quiera pasar —sea cliente o no—, podría pasar que fuesen insuficientes”, apunta un restaurador en la Rambla de Barcelona.

¿Y quién me paga el gasto por consumo de agua o limpieza?, lamenta un afectado

Jurídicamente son los conceptos del derecho de admisión y el de establecimiento público los que barajan una y otra parte en función de la tesis que mantienen. “Por ser un local de pública concurrencia no se debe entender que pueda entrar cualquiera, para eso está el derecho de admisión”, argumenta Gomà. Hoy por hoy, no hay ninguna normativa que obligue a los titulares de los establecimientos de pública concurrencia a permitir el acceso a los lavabos. “Ni las actuales ordenanzas municipales lo abordan, ni tampoco lo hacen la Ley 11/2009 de Regulación Administrativa de los Espectáculos Públicos y las Actividades Recreativas ni el decreto de agosto de 2010 que aprueba el Reglamento de espectáculos públicos y actividades recreativas de Cataluña”, explica José Luis Aguilar, abogado urbanista.

El reglamento aprobado por el Gobierno catalán define el derecho de admisión como una “facultad del titular del establecimiento abierto al público” para determinar las condiciones de acceso, pero con limitaciones. No puede ser por causas arbitrarias, o discriminatorias, no pueden ser contrarias a las costumbres y deben constar en un rótulo, según establece ese decreto. En opinión del letrado, esas limitaciones del derecho de admisión no son obstáculo para que libremente los titulares de los establecimientos impidan el acceso a los lavabos a quienes no sean clientes. Eso es lo que deben considerar los bares y restaurantes en los que se ve el letrero de Uso exclusivo para clientes.

El gremio pide una compensación y la instalación de urinarios públicos

“Siguiendo la teoría de que son establecimientos abiertos al público, lo siguiente es que los lavabos de los comercios pequeños también estén abiertos al público en general. ¿Y dónde queda el derecho privado?”, plantea Antonio Romero, propietario de un bar con terraza.

El Ayuntamiento de Barcelona replica que el proceso acaba de empezar y que hay tiempo para negociar y llegar a un acuerdo con el sector, que es uno de los más dinámicos de la ciudad. Pero insiste en la apelación a la “corresponsabilidad” de bares y restaurantes con terrazas en la calle para asumir parte de la cesión que supone del espacio público en beneficio de sus negocios. Desde el punto de vista municipal, esa corresponsabilidad va más allá de la tasa anual que los establecimientos pagan por tener una terraza —que es de un máximo de 1.560 euros por cuatro mesas con 16 sillas—, porque entienden que los beneficios que obtienen, sobre todo los que están en el centro histórico, o en el frente marítimo y en buena parte del Eixample barcelonés, justifican un plus de generosidad con el uso de los lavabos.

“El Consistorio ha optado por facilitar más actividad económica en el espacio público y por eso pedimos un extra de colaboración y de corresponsabilidad”, afirma Sonia Recasens, tercera teniente de alcalde de Barcelona. Comprende el argumento de los restauradores de que podrían instalarse cabinas públicas en calles y plazas para todo aquel que necesite ir al lavabo y no quiera entrar en un local a consumir algo. De hecho, esa era una de las reclamaciones más frecuentes del actual alcalde, Xavier Trias, cuando estaba en la oposición. Y no le faltaba razón, sobre todo porque las calles del centro histórico de Barcelona y de zonas de copas de algunos distritos —como el de Gràcia— se han ido convirtiendo en una letrina al aire libre para visitantes y autóctonos, especialmente por la noche.

Ocurre que esas cabinas tienen un coste, no solo de instalación, porque luego conllevan un mantenimiento y una limpieza. Los olores son frecuentes y las cabinas no dejan de ser un artefacto más que se suma a un espacio público ya saturado. Eso también son argumentos que mantiene la Administración: “Con el sector en contra no lo haremos, debemos encontrar el punto de encuentro”, añade Recasens. La ordenanza que se quiere impulsar —en realidad quiere refundir otras y poner orden en una dispersión de normas— también supondrá para no pocos restauradores hacer obras para cumplir con los requisitos, aunque para ello tendrán una moratoria hasta 2016.

Los hosteleros alertan de más problemas en locales de copas

“Una cosa son los bares con horarios de día y otra los de copas de noche y los restaurantes”, argumenta el presidente de la asociación de bares de Barcelona. “En la barra de un bar a veces faltan ojos para controlar todo lo que ocurre, y de noche dejar pasar a los lavabos a todo el que quiera en una zona de copas seguro que comportará problemas”, continúa. Tampoco les parece razonable que el público —no cliente— pase entre las mesas de un restaurante para ir al lavabo. “Todo se puede negociar y creemos que un gesto hacia el sector sería ampliar el horario, sobre todo en verano”, subraya Gomà. La nueva ordenanza, además de los lavabos, quiere poner orden en el mobiliario y en los horarios de las terrazas. En principio, de domingo a jueves es de ocho de la mañana a doce de la noche y los festivos y vísperas hasta la una de la madrugada. “Si tenemos que dejar pasar a todos, qué menos que nos den un poco más de horario por la noche, así podríamos entendernos”, apuntan desde el sector.

La iniciativa acaba de ser anunciada y falta una larga tramitación, entre otras cosas, porque el Gobierno de Xavier Trias está en minoría y necesita apoyos. Mientras tanto, en algunos bares y restaurantes no pondrán pegas para el acceso a los aseos y en otros se seguirá viendo el cartelito de Uso exclusivo para clientes.

Fuente: Elpais.com (16/10/12)

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