Tras meses de anticipación, el presidente francés, Emmanuel Macron, reveló hoy su plan con el que pretende impulsar a la industria nuclear francesa tras décadas de estancamiento. Desde Belfort, una pequeña ciudad a escasos kilómetros de la frontera con Suiza, y flanqueado con varios ministros, el mandatario anunció la construcción de seis nuevos reactores europeos presurizados de segunda generación (conocidos como EPR 2) de aquí a 2035, los cuales podrían ampliarse hasta un total de 14 si los estudios al respecto determinan su viabilidad. También anunció que, mientras los análisis de seguridad no indiquen lo contrario, la vida de todos los reactores que existen actualmente en el país se prolongará en la medida lo posible.
Macron ha justificado esta decisión argumentando que, pese a que su Gobierno también planea una inversión masiva en energías renovables, estas no son suficientes por sí mismas para satisfacer la demanda de un futuro de mayor consumo eléctrico y descarbonizado. «Necesitaremos producir mucha más electricidad y la clave para producir esta electricidad más libre de carbono, más segura y más soberana es precisamente tener una estrategia plural», indicó el presidente. «No tenemos más remedio que apostar por estos dos pilares [nuclear y energías renovables] al mismo tiempo. Esta es la elección más relevante desde el punto de vista ecológico y la más conveniente desde el punto de vista económico. Y, finalmente, el menos costoso desde el punto de vista financiero», sentenció.
Francia es, con diferencia, la mayor potencia nuclear de Europa, además del segundo país con más reactores activos del mundo (45). El 70% de la electricidad consumida en el país es generada por este tipo de energía. Sin embargo, su parque de centrales está muy envejecido. Por ello, Macron ha solicitado a Électricité de France (EDF), la gigante eléctrica del país de la que el Estado es accionista mayoritario, que «estudie las condiciones para una prórroga más allá de los 50 años». La mayoría de los reactores del mundo tienen una vida útil operativa de entre 20 y 40 años.
Los EPR 2 empezarán a ser construidos en 2028, ha apuntado el mandatario, y serán complementados con pequeños reactores modulares (SMR) y otros reactores «innovadores» que producen menos desechos radiactivos. En total, el objetivo es ampliar la capacidad nuclear del país en 25 gigavatios eléctricos (GWe) para 2050. Actualmente, el país cuenta con una capacidad de 136 GWe.
En apariencia, el proyecto planteado por Macron supone un grado de ambición sin precedentes desde que Francia inició su idilio nuclear en la década de los 70. De cumplirse, supondría el resurgimiento de una envejecida industria que no ha activado un nuevo reactor desde finales de la década de 1990 y que lleva 15 años batallando con la construcción de una planta en la costa del canal de la Mancha. El EPR de Flamanville debería haber empezado a funcionar en 2012 y, a día de hoy, sigue sin abrir sus puertas. Su presupuesto original era de 3.300 millones de euros y el Tribunal de Cuentas francés calcula que la factura final será cercana a los 20.000 millones. Un desastre económico y logístico que no parece haber hecho mella en la voluntad del líder galo. «Flamanville fue un desafío industrial colosal en el que hicimos varios prototipos sucesivos», ha justificado en su discurso.
¿Presidente o candidato?
Sin embargo, a nadie se le escapa que el anuncio de Macron se produce exactamente 60 días antes de la primera ronda de las elecciones presidenciales francesas. El presidente ni siquiera ha presentado de forma oficial su evidente candidatura, pero no lo necesita. Después de todo, no hay campaña electoral más eficiente que la que se lanza desde el Elíseo. “Legalmente hablando, se trata del anuncio de un presidente francés. Pero, en realidad, son las palabras de un candidato”, considera Thomas Pellerin-Carlin, director del Centro de Energía del Instituto Jaques Delors, en entrevista con El Confidencial.
La elección de Belfort tampoco es aleatoria. Es una ciudad cargada de simbolismo dado que acoge la fábrica de las turbinas Arabelle, pieza central de las centrales nucleares francesas y que fue vendida en 2015, mientras Macron era ministro de Economía, a la estadounidense General Electric. En un país donde su industria, en general, y el sector atómico, en particular, son motivo de orgullo nacional, esta impopular transacción ha sido una piedra en el zapato del actual presidente —algunos la han llegado a calificar como su «pecado original»— que está a punto de desaparecer. Tras meses de presiones, EDF anunció este jueves la compra de parte de las actividades nucleares de la compañía norteamericana, entre ellas las turbinas de la discordia. Todo en nombre de la soberanía industrial.
La industria nuclear es el tercer mayor empleador de Francia, después de la aeroespacial y la automotriz. El órdago nuclear del mandatario es, por lo tanto, una apuesta segura, dado que es una decisión enormemente popular entre el electorado de centro y derecha en el país, del que emana el respaldo a los únicos candidatos que pueden plantarle cara en las urnas: la conservadora Valerie Pecresse y los ultraderechistas Marine Le Pen y Eric Zemmour.
Pero uno de los factores clave de la apuesta por los reactores es que, dados los enormes poderes que el presidente tiene en el sistema político francés, el mandatario siempre podría revertir la decisión una vez reelegido. Este tipo de giros súbitos nada más pisar el Elíseo son comunes en Francia. El propio Macron tiene uno en su historial, relacionado precisamente con la energía nuclear. “Durante su campaña electoral en 2017, su programa prometía reducir la proporción de la energía nuclear en el ‘mix’ eléctrico francés del 70% al 50% para 2025”, recuerda Pellerin-Carlin. “Tras ser elegido, una de las primeras leyes que aprobó fue una que posponía esa fecha 10 años más, hasta 2035”, agrega. El presidente se lavaba así las manos, dejando el problema en manos de un futuro sucesor o del propio paso del tiempo, dada la edad de las plantas francesas.https://player.elconfidencial.com/embed/video/4ZHDb8x9b8o/640/360/0/
El anuncio de Macron de hoy supone la fase final de su súbita transformación en paladín de lo nuclear tanto en el ámbito nacional como el europeo. De puertas para adentro, el presidente reveló en octubre de 2021 que Francia invertiría en el desarrollo de pequeños reactores nucleares modulares (SMR, por sus siglas en inglés) para «liderar las innovaciones en el sector». Apenas unas semanas después, sorprendió al país entero con su anuncio de que Francia relanzaría la construcción de reactores EPR «por primera vez en varias décadas» en paralelo al desarrollo de las energías renovables.
De puertas para afuera, el Gobierno francés lideró el año pasado una batalla tras las bambalinas de Bruselas que ha dado sus frutos. Al comenzar 2022, la Comisión Europea anunció que la energía nuclear estaba incluida en su propuesta para el etiquetado de inversiones verdes —la famosa taxonomía—. Junto al gas natural y siempre que cumpla una serie de criterios, la nuclear sería considerada como una energía transicional hasta 2040, lo que le facilitaría el acceso a la inversión privada en proyectos sostenibles. El acto delegado de la Comisión todavía podría ser bloqueado en el Consejo y el Parlamento en los próximos meses, pero las cuentas, por ahora, apuntan a que saldrá adelante.
Fuente: elconfidencial.com (10/2/22) Pixabay.com