Regalaba los trofeos que ganaba en las carreras al operario que le lavaba su coche. Era capaz de decirle a Enzo Ferrari a la cara que su coche era «una mierda». Volvió pocas semanas después de su dramático accidente en Nürburgring con las heridas de las quemaduras aún supurando. Niki Lauda dejó la Fórmula 1 para fundar una compañía aérea. Volvió para lograr un tercer título. Se enfrentó con férrea determinación a la compañía Boeing tras el accidente de uno de sus aviones en Tailandia. Y por el camino nunca tuvo pelos en la lengua para hablar alto y claro.
Ni siquiera el dramático accidente de Nürburgring condicionó su vida. Llevó siempre una gorra que ocultaba las secuelas. Una gorra, pero con patrocinadores… Son algunos de los rasgos y episodios que definían la vida y personalidad de Niki Lauda, uno de los personajes más carismáticos que se podían conocer en el mundo del deporte. Su peripecia vital y deportiva daba para un guion de película, y de hecho la protagonizó: ‘Rush’.
Andreas Nikolaus Lauda (Viena, 1949) fue un espíritu único guiado por su personal brújula. Se enfrentó a su familia para dedicarse al mundo de las carreras. Su abuelo banquero quiso impedírselo. Se buscó la vida y dejó Viena por Salzburgo. Tuvo éxito en categorías inferiores y la posibilidad de acceder a la Fórmula 1. El abuelo le quería en su banco y vetó el crédito de su nieto, quien se dirigió a la entidad bancaria rival, Raiffeisen. Le preguntaron qué pasaría si fallecía en un accidente. Se hizo un seguro de vida para ellos y le concedieron el préstamo. Al final de su primera temporada en la Fórmula 1 no tenía ni coche ni dinero para devolver aquel crédito. Que fuera finalmente capaz de pagarlo ilustra su determinación para triunfar a toda costa.
Su actitud en Ferrari
A pesar de unos duros inicios, Lauda logró destacar en la Fórmula 1 con talento y también grandes dosis de picaresca. Hasta que llegó la llamada de Enzo Ferrari. Cuando probó el coche por primera vez dijo públicamente que era «una mierda», ante el terror del resto del equipo. Le pidieron que no le hablara así al ‘Commendatore’. Pero le repitió lo mismo al propio Ferrari, quien le retó a que mejorara el récord de ese monoplaza en Fiorano. Lauda bajó el crono en ocho décimas.
La relación fue una verdadera montaña rusa. El piloto austríaco logró el título en 1975 y también el respeto de Ferrari. Pero la temporada siguiente rompió las bases de la relación. El dramático accidente de Nürburgring fue el detonante. Rescatado de las llamas, Lauda recibió la extremaunción el 1 de agosto. Daniele Audetto, el director deportivo, llamó a Enzo Ferrari desde el hospital para comunicarle la noticia. El ‘Commendatore’ le ordenó que contratara a Emerson Fittipaldi, aunque acabaron fichando al argentino Carlos Reutemman. Antes del accidente, el piloto austríaco aventajaba en 33 puntos a James Hunt, pero no pudo participar en las tres pruebas siguientes.
Llegó el Gran Premio de Italia en Monza y Enzo Ferrari se negó a que Lauda regresara a pesar de las intenciones de su piloto; 42 días después de su accidente ya estaba en la parrilla contra la opinión del jefe. Durante el fin de semana sufrió vómitos y ataques de pánico al volante. El mismo Lauda reconoció en su autobiografía que se quedaba paralizado por el miedo. Terminó cuarto y salió a hombros de los ‘tifosi’. Pero nunca le perdonaría a Enzo Ferrari su actitud e intenciones.
Lauda llegó con solo tres puntos de ventaja a la última cita de la temporada, el Gran Premio de Japón. El diluvio estuvo a punto de provocar la suspensión de la carrera, en medio de las discusiones de pilotos y organizadores. Pero el austríaco se paró en la segunda vuelta cuando era 17º. Mauro Forghieri, director deportivo, le ofreció justificar públicamente el abandono con un fallo mecánico como excusa. Lauda se negó. Tras una dramática carrera, Hunt ganó el título ‘in extremis’. La película ‘Rush’ recuerda toda la historia.
Su sentido del humor
Lauda también hizo gala toda su vida de un particular y seco sentido del humor. Tiempo después, volvió al lugar del accidente en Nürburgring, Bergwerk, acompañado por Bernie Ecclestone. Unos aficionados alemanes le reconocieron y le preguntaron por qué había vuelto allí. «Está buscando su oreja«, contestó uno de sus acompañantes en tono de broma. Los aficionados no la entendieron y se enfurecieron ante lo que consideraban una falta de respeto a Lauda. Pero el propio piloto se puso a buscar entre la hierba. Habían escondido una oreja de cerdo. «La he encontrado», gritó. Los aficionados salieron corriendo.
Con Carlos Reutemann como compañero en 1977, Lauda vivió un permanente tira y afloja con Enzo Ferrari, pero ya tenía decidida su marcha. Decidió aceptar la oferta de Bernie Ecclestone para el 78. Antes, ganó el título y dio al ‘Commendatore’ con la puerta en las narices. La relación no fue más fácil con Ecclestone, dos enormes personalidades oscilando permanentemente entre la armonía y la guerra, aunque respetándose mutuamente. Tras dos temporadas sin éxitos, Lauda logró del británico el contrato mejor pagado de la historia de la Fórmula 1 tras meses de negociaciones a cara de perro. En perspectiva, y considerando quién era su rival, aquel contrato fue de los mayores éxitos de su carrera.
El regreso junto a McLaren
Pero Lauda volvió a demostrar su singular contextura personal. Durante los entrenamientos del Gran Premio de Canadá, sintió repentinamente que no quería seguir compitiendo más. Renunció a su contrato y perdió todo el interés por la Fórmula 1 durante unos años. Gran aficionado a la aviación, creó su propia compañía aérea, Lauda Air, y se volcó de lleno en ella. Pero en 1981 volvió al Gran Premio de Austria de visita. Ron Dennis le empezó a perseguir para que pilotara uno de sus monoplazas, y su interés por la Fórmula 1 volvió a renacer. Probó el McLaren y sus tiempos fueron similares a los del piloto titular, Johh Watson, a pesar de llevar años sin pilotar. Firmó para volver en 1982 otra vez el contrato más elevado de la historia, tres millones de dólares.
Ganó en su tercer gran premio. Pero se encontró con un joven Alain Prostcomo rival y compañero, uno de los mayores desafíos de su carrera. Lauda se olvidó de Prost los sábados, no podía con su velocidad, para dedicarse a poner a punto su McLaren pensando solo en la carrera. En 1984 le ganó el título en la última, por medio punto. Pero comprendió que había llegado su hora como piloto y se retiró en 1985. La victoria en el Gran Premio de Holanda fue la última de su carrera. La número 25. Sin embargo, no se desvinculó de la Fórmula 1 y siguió presente en los circuitos mientras gestionaba su compañía aérea. A mediados de los noventa, ejerció como consultor de Ferrari. Después dirigió Jaguar Racing, y con su particular personalidad acabó harto de la nube de ejecutivos de Ford y su burocracia.
Lauda sacó a Hamilton de McLaren
Niki Lauda aún tenía por delante algunos de sus mayores éxitos con Mercedes, aunque no como piloto. Tras intermediar con Bernie Ecclestone para ayudar a Mercedes a firmar su pacto comercial con el ‘boss’ de la Fórmula 1, fue invitado al consejo del fabricante en 2012 y se convirtió en accionista del equipo alemán. Aunque sin capacidades ejecutivas directas, fue instrumental para sacar a Lewis Hamilton de McLaren cuando supo que Michael Scumacher quería retirarse.
Steve Nichols, uno de los ingenieros más famosos de los ochenta, trabajó con Lauda y ofrecía una visión muy directa de su singular perfil: «Nunca vi a nadie con semejante voluntad de hierro y determinación. Era una computadora, no era muy humano, pero no dicho como un insulto. Simplemente era frío, como una computadora». Dave Ryan, jefe de mecánicos de McLaren, tenía que cogerle del brazo para que se despidiera de sus mecánicos por la noche tras un largo día de trabajo.
Uno de episodios más dramáticos de su vida —al margen de Nürburgring— fue el accidente de un Boeing 767 de su compañía en 1991, en el que perecieron todos sus pasajeros. Otra dura odisea que ilustraba su singular personalidad. El propio Lauda volaba sus aviones comerciales, por lo que tenía experiencia para sospechar que la causa del siniestro fue una avería mecánica imputable al diseño del avión y no a los pilotos. Se plantó en Seattle y pidió utilizar el simulador de la compañía. Ejecutó ante sus directivos la misma maniobra que los pilotos de su avión y les demostró por qué se había precipitado al suelo: una pieza no funcionaba. Ante las reticencias de sus responsables, amenazó a Boeing con repetir la maniobra públicamente en un avión real para demostrarlo. Boeing publicó un comunicado asumiendo la responsabilidad de la avería y el accidente provocado por ella. Así fue siempre el gran Niki Lauda.
Fuente: Elconfidencial.com (21/5/19) Pixabay.com