La estampa se repite en las carreteras de todo el planeta. Para cambiar de carril o proceder a un adelantamiento, los motoristas han de girar la cabeza a fin de comprobar que no se aproxima ningún vehículo capaz de arrollarlos. Esta maniobra entraña riesgo porque durante una fracción de segundo el piloto pierde la visión frontal de la circulación. Y evidencia, además, que la información que proporcionan los espejos retrovisores de las motocicletas no resulta efectiva. Ofrecen un ángulo muerto muy superior al de los turismos, que está detrás, de forma directa o indirecta, de múltiples accidentes de tráfico.
El problema no es menor. El pasado ejercicio un total de 214 motoristas fallecieron en las carreteras españolas. Sin embargo, la industria de las dos ruedas no ha conseguido solventar este grave déficit de seguridad desde que se incorporaran los retrovisores en la década de los 50 del siglo pasado. Allí donde los ingenieros de las grandes multinacionales no han llegado, sí lo ha hecho un motero de 60 años natural de Valencia. Así consta en la Oficina Española de Patentes y Marcas, donde Miguel Catalá ha inscrito su invención después de dos intensos años de desarrollo, ensayos y mejoras sobre el proyecto original.
La idea, como casi todas las buenas, es muy simple. Lo relata así Catalá: «Me fijé en que los retrovisores de los autobuses urbanos y los camiones incorporan varios espejos para ampliar el ángulo de visión y decidí aplicar este mismo principio a las motocicletas». Dicho y hecho, Miguel se puso manos a la obra. Hasta dar con el diseño definitivo, este aficionado a las motos construyó antes dos prototipos. Pero los mejores resultados los alcanzó con un tercero. El último. La combinación final de dos espejos en una misma carcasa de plástico similar a la de un retrovisor de turismo permite obtener una extensa visión trasera y lateral, incluso en vías de alta capacidad y múltiples carriles de circulación.
El invento, que surgió de una necesidad personal, la de mejorar la visibilidad posterior de su Kawasaki, puede ahorrar salvar muchas vidas. Aunque para ello, debe pasar de la Oficina de Patentes a un centro de producción en serie. La tarea no se antoja sencilla aunque al menos tres empresas han mostrado ya interés por asumir el desarrollo industrial de este producto.
Catalá afirma que no pretende enriquecerse con la venta de la patente o la cesión de los derechos, por lo que no será un obstáculo para su desarrollo industrial. La única condición es que sus espejos se comercialicen a un precio ajustado para que puedan llegar al mayor número de motos posibles. En definitiva, para que contribuyan a la reducción de la cifra de accidentes, que en todo el mundo alcanza los 150.000, con un saldo aproximado de 14.000 víctimas mortales.
En cualquier caso, para que arranque la fase de fabricación su ingenio debe contar antes con la homologación del Ministerio de Industria. «No puedo homologar una idea, sólo un prototipo que se vaya a producir en el plazo de seis meses», lamenta Catalá, que no oculta su frustración por las elevadas dosis de burocracia que le exige la Administración frente a la laxitud de la regulación que en materia de seguridad vial ha de afrontar la industria de las dos ruedas.
Este empresario, que lleva casi medio siglo subido a una motocicleta, acusa a las grandes firmas de ahorrar costes en cuestiones fundamentalmente para prevenir los siniestros, como por ejemplo, los retrovisores. A su juicio, los problemas de visibilidad que presentan los actuales dispositivos mejorarían de forma sustancial si se instalaran en el chasis o carenado en lugar de en el manillar, que es la ubicación más habitual. «En los giros no sirven para casi nada porque viran en la misma dirección que la moto y aportan una información muy poco útil para el conductor», explica. Por eso se ven obligados, en muchos casos, a girar la cabeza.
Si bien en algunos modelos no existe alternativa al manillar, en la mayoría de motocicletas y scooters sí es posible soldar un soporte que garantice la correcta situación de los espejos. «Si no se hace se debe una cuestión de diseño y ahorro de costes», denuncia.
Fuente: Elmundo.es (9/4/17) Pixabay.com
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