«Habla rápido. Mucho. Encadena frases, ideas, chascarrillos y también palabrotas. Sin parar. En media hora te deja exhausto». La fuente, que prefiere proteger su identidad en una industria que penaliza a los soplones, ofrece una de las claves del éxito empresarial de Carmine Mino Raiola (Nocera Inferiore, Italia, 1967): «Como nunca lleva traje, ni corbata, ni te viene con carpetas de documentos por firmar, siempre te da la impresión de que él no pertenece al negocio, sino que actúa como si fuera el padre que quiere lo mejor para su hijo. Te gana por su aspecto emocional».
Pero Raiola, al que le encanta decir que sus representados son su «familia», sí forma parte del capitalismo más salvaje. Rechaza las maniobras reguladoras de la FIFA respecto al trabajo de los agentes, aborrece los límites salariales, y trabaja bajo una máxima: «No quiero que todos sean pobres, sino ricos». Él, por supuesto, pero también esa setentena de jugadores a los que ahora mantiene bajo su regazo de oro y donde no caben todos. Porque, como él dice, «yo no soy una empresa de taxis».
En Raiola converge todo lo que se espera del fútbol en estos tiempos, el negocio, protegido por las autoridades cuando la pandemia amenazaba con pinchar su burbuja, y el espectáculo más mediático y callejero. La subasta pública iniciada esta semana para encontrar nuevo destino a la principal joya de su cartera, el imberbe goleador noruego Erling Haaland, por supuesto, trajo consigo momentos surrealistas. El padre del delantero del Borussia Dortmund, Alf-Inge Haaland, se pasó más de media hora encerrado en el baño de la terminal VIP del aeropuerto de El Prat para que el fotógrafo que esperaba a la salida no pudiera relacionarle con la visita de Raiola al presidente del Barcelona, Joan Laporta. El exilio en el lavabo llegó a su fin, el paparazzi obtuvo su premio, y la comitiva pudo después tomar el puente aéreo para atender al Real Madrid.
«Sólo un máximo de 10 clubes pueden permitirse comprar a Haaland. Y cuatro de ellos están en Inglaterra», declaró hace unos días Raiola a la BBC, incluyendo probablemente en esa terna británica a Manchester City, Manchester United, Liverpool y Chelsea. Por mucho que Pep Guardiola, técnico citizen, borrara este viernes a los suyos de la pelea: «Es probable que no fichemos a un delantero [que sustituya a Agüero]. Con estos precios es imposible. No lo podemos pagar».
La guerra con Guardiola
Raiola y Guardiola, por cierto, iniciaron su convulsa relación durante la breve estancia en el Barcelona de Zlatan Ibrahimovic, metáfora del círculo virtuoso del agente y uno de los negocios más ruinosos de la historia de la entidad azulgrana. El fichaje lo cerró Joan Laporta en 2009, último año de su mandato, por 46 millones de euros más el traspaso de Samuel Eto’o al Inter. Se incluyeron tres millones de comisión a Raiola, oficialmente por facilitar la integración del delantero en la ciudad, además del 10% de la ficha del jugador durante cinco temporadas, aunque sólo jugara una como azulgrana. Raiola acabó invitando a Guardiola y a Cruyff a que visitaran un psiquiátrico, mientras que Ibra, según desveló el ex vicepresidente azulgrana Carles Vilarrubí, llegó a decirle al sucesor de Laporta en la poltrona, Sandro Rosell, que si continuaba en el Barcelona acabaría «pegando al entrenador delante de la prensa». «Puedo asegurar que este jugador un intelectual no es. Y su representante [Raiola] tampoco», declaró Vilarrubí ya en 2011.
Raiola, que habla siete idiomas, nunca sacó pecho de su inteligencia, pero sí de haberse preparado. Emigró junto a su familia siendo un bebé a la ciudad holandesa de Haarlem. Su padre abrió la pizzería Napoli en la plaza de la Grote Markt, y a los 11 años ya estaba ayudándole. No cocinando, sino fregando platos. Y después sirviéndolos. El negocio creció hasta convertirse en un pequeño imperio de 11 restaurantes. Y Mino Raiola se hizo millonario después de revender un local de una franquicia de McDonald’s a un promotor inmobiliario.
De la verborrea y los consejos de barra de bar había pasado a contar billetes. No terminó Derecho. Y en el mercadeo de futbolistas encontró su sitio. Primero, facilitando el desembarco de holandeses en Italia (el traspaso en 1992 de Bryan Roy al Foggia le abrió los ojos, para continuar un año después interviniendo en el fichaje de Dennis Bergkamp por el Inter). Después, para establecerse como uno de los grandes agentes del mundo (Nedved, Ibra, Pogba, Balotelli, Donnarumma, Verratti, De Ligt, Kean, Marcus Thuram hasta llegar a Haaland, quien es ahora su futbolista con mayor valor de mercado, nunca por debajo de los 150 millones de euros).
En 2020, y según Forbes, Raiola aseguró 721 millones de euros en contratos a sus clientes. En ese mismo periodo él ganó 72 millones en comisiones.
Fuente: elmundo.es (2/4/21) Pixabay.com