Marc Rich, implacable y fugitivo magnate de las materias primas

16176206-iconos-de-negocios-gestion-y-recursos-humanos-set4El magnate Marc Rich (Amberes, 1934) partió de una empresa fundada en Madrid en marzo de 1974 —Marc Rich & Co. AG, la actual Glencore Xstrata— para construir una de las mayores fortunas del mundo tras revolucionar el mercado internacional de materias primas. Ayer fallecía a los 78 años de un derrame cerebral en Lucerna (Suiza) y será enterrado en Israel. Rich llevaba refugiado en el país helvético desde 1983, tras ser procesado en EE UU por evasión fiscal y comercio ilegal con Irán, y en 2001 fue indultado por el presidente de EE UU, Bill Clinton, en el último día de su presidencia. Rich, que fue durante décadas uno de los fugitivos más célebres del mundo, jamás volvió a pisar suelo estadounidense.

Espejo de los mayores tiburones del mundo financiero actual, que en parte creó a su imagen y semejanza, el fallecido magnate reinó sin discusión a finales de los años setenta y comienzos de los ochenta sobre la intermediación de las materias primas, arrebatando jugosas tajadas del negocio a los gigantes corporativos que dominaban el petróleo y los metales. Muchos veían en él un delincuente sin escrúpulos que se había hecho de oro comerciando con la Libia de Gadafi, la Sudáfrica del apartheid o la Nicaragua revolucionaria. En su biografía El rey del petróleo (Mr Ediciones, 2011), escrita por Daniel Ammann, el propio Rich admitió sobornos a funcionarios y su colaboración con el servicio secreto israelí.

Marcell David Reich —cambió su nombre tras establecerse en EE UU—, hijo de madre francesa y padre alemán de ascendencia judía, logró huir con su familia de Bélgica durante la II Guerra Mundial. El futuro financiero pasó su infancia y adolescencia en Filadelfia, Kansas City y New York y en 1953 empezó a trabajar en la firma de intermediación de materias primas Philipp Brothers (actual Phibro). Gracias a brillantes innovaciones en el mercado de intermediación petrolera, Rich supo anticiparse al seísmo de la crisis energética de los años setenta. En 1974, cuando ejercía de director de la oficina de Philipp Brothers en Madrid, abandonó la firma con cajas destempladas por discrepancias de estrategia y salario. Junto a otros ejecutivos que reclutó en su anterior empresa, y buena parte de su cartera de clientes, fundó inmediatamente su empresa epónima, que se extendió con rapidez a los cinco continentes. Su especialidad eran gigantescas operaciones de trueque a múltiples bandas con países financieramente débiles pero ricos en materias primas, tratárase de aluminio, petróleo, azúcar, oro o cereales. Factores que explican la fulminante expansión de la compañía fueron su visión estratégica, su instinto de escualo y la soltura en el trato con dictadores y Estados parias de todo el planeta. En palabras de Ammann, Rich acudía “allí donde otros temían ir, geográfica y moralmente”.

Pero el hecho de que Rich cerrara suculentos negocios petrolíferos con el Irán de Jomeini durante la larga crisis de los rehenes de la embajada de EE UU en Teherán (1979-1981) —a través de una tupida red de intermediarios, compraba petróleo iraní y lo vendía a Israel— fue demasiado para el Gobierno estadounidense y en 1983 Rudolph Giuliani, entonces fiscal general del Estado, lanzó una espectacular acción judicial contra el magnate por quebrantar el embargo comercial a Irán y evasión fiscal. En su momento, fue el mayor caso por fraude fiscal (48 millones de dólares) de la historia de EE UU. Rich no esperó a conocer el desenlace judicial y tomó un avión a Suiza, aterrizando de paso en la lista de las 10 personas más buscadas por el FBI. Años tarde, tras pagar una multa de vértigo, regularizaría su situación con la hacienda de EE UU.

Aunque el financiero siempre insistió en que nunca había hecho nada ilegal, durante ocho años pendió sobre él la posibilidad de terminar sus días en una prisión estadounidense. Sin embargo, Clinton puso el broche al agitado tramo final de su mandato concediéndole el perdón. Una decisión que tomó a instancias de pesos pesados de la política israelí —entre ellos el entonces primer ministro, Ehud Barak, y uno de sus predecesores, Simón Peres— y que más tarde lamentaría: “No valió la pena el daño que le causó a mi reputación”, confesó a Newsweek en 2002.

Rich obtuvo en 1982 la nacionalidad española. Alegó su arraigo en el país: durante años alternó regularmente estancias entre la ciudad suiza de Zug, sede de su compañía, y Madrid, desde donde dirigía sus inversiones españolas. Aparte de sus residencias en Suiza e Israel, mantenía una mansión en Marbella. En el último lustro, la crisis inmobiliaria española había golpeado sus cuantiosas inversiones en el sector. Quizá un arañazo en una fortuna tentacular, aunque últimamente se hubiera visto descabalgado de las listas de los primeros patrimonios mundiales, en los que figuró su nombre durante muchas décadas.

Fuente: Elpais.es (27/6/13)

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