L.I.V.E. Cuatro letras, el equivalente en español a la palabra «directo». Acompañadas de un pilotito rojo, un pequeño círculo parpadeante, estas cuatro letras otorgan un cetro de poder a quienes se encuentran frente a la cámara. También a aquellos que la sujetan. El ser humano del siglo XXI, obsesionado con la inmediatez, desea vivirlo todo aunque sea a través de la pantalla, por miedo a perderse algo que no se encuentre a su alcance.
La alta demanda asociada a conciertos y festivales es un ejemplo inmejorable de esta tendencia. Comprar entradas se ha convertido en una gesta complicadísima, a medida que las empresas ticketeras incrementan los precios y levantan barreras en su lucha contra los bots y las reventas ilegales. Los fans que esperan hacerse con un hueco en el concierto de su ídolo se enfrentan a una yincana de registros de preventa, salas de espera virtuales y colas a prueba de fallos de conexión. Por si fuera poco, aquellos afortunados que consiguen llegar a la pasarela de pago se encuentran con que los precios están aún más hinchados de lo esperado por las terroríficas tasas de gestión.
Pero tranquilos, aquellos que no consigan entradas -o no pueden permitírselas- no están abandonados a su suerte: Instagram y TikTok han abierto la puerta a una suerte de intermediarios entre las superestrellas y el público fuera del estadio. Son los llamados livestreamers, camarógrafos amateur que, pertrechados de sus dispositivos móviles y baterías extra, buscan hacer disfrutar desde casa a una audiencia de cientos de miles de fans y trasladarles la sensación de estar en medio de la pista o de la grada.
Aunque en 2020 muchos artistas recurrieron a la retransmisión en directo a través de canales oficiales para hacer llegar su música a los fans confinados en sus hogares, el formato fue perdiendo peso conforme regresaban los ansiados conciertos presenciales. Tres años después, dichas retransmisiones no dependen tanto del equipo del artista como de estas figuras menos profesionales.
¿Cómo actúan ahora estos reporteros o retransmisores de conciertos? Algunos conectan sus cuentas de TikTok, Instagram o Twitch durante unos minutos, dándoles a sus espectadores la oportunidad de paladear su sueño para luego cortar de golpe la emisión, lo que deja a muchos con un amargo sabor de boca. Otros livestreamers, en cambio, se toman su tarea con la seriedad y la profesionalidad de un corresponsal, aguantando impasibles todo el show y sacrificando su comodidad y disfrute por el bien del fandom.
Uno de ellos es Pablo Yazurlo, argentino de 25 años que retransmitió los tres conciertos de Taylor Swift y la actuación de su telonera, Sabrina Carpenter, en el estadio Monumental del River Plate en Buenos Aires. «Los tres directos que hice fueron totalmente caóticos, y entre ese caos, dejaron momentos virales e icónicos. La gente decía que parecía el protagonista de un episodio de The Office«, ríe.
Tras su éxito en el primero de los conciertos, en el que pudo grabar solo durante una hora para ahorrar batería en el móvil, decenas de fans se ofrecieron por chat a enviarle cargadores portátiles para las sucesivas fechas. «Lo que más me sorprendió fue que había conectadas al livestream casi 140.000 personas escuchándome gritar, cantar y llorar; eso equivale a dos estadios del River».
Entre aquella audiencia de 140.0 swifties se encontraban Carmen Herrera y Laura Flores. La primera es espectadora regular del Eras Tour vía streaming; una posibilidad que descubrió durante la gira Love on Tour de Harry Styles este año. «Me di cuenta de que no había ningún tipo de barreras. De hecho, es sorprendentemente fácil», cuenta Herrera. «Puse ‘Harry live’ en el buscador de TikTok el día de su concierto final en Italia y salió directamente». Explica que también ha visto retransmisiones de shows de artistas españoles, como Melendi o Aitana, en el WiZink Center de Madrid.
Flores, en cambio, se considera una novata; descubrió esta opción a mediados de julio y, hasta entonces, se conformaba con los clips que le regalaba Twitter. «En verano es cuando empecé a quedarme despierta por las noches viendo los directos en TikTok. Las seis noches de concierto en Los Ángeles estuve sin dormir por si había algún anuncio sobre la regrabación de Reputation«, dice.
Los tres directos que hice fueron caóticos y dejaron momentos virales. La gente decía que parecía el protagonista de un episodio de The OfficePablo Yazurlo, ‘livestreamer’
Ambas son fieles a la cuenta de Tess Bohne (@tessdear), quien ejerce como una especie de macrorealizadora televisiva pinchando las cámara de aquellos voluntarios que filman el escenario desde distintos puntos del recinto. Esta treinteañera estadounidense, maestra de ceremonias en la sombra del Eras Tour, planifica al milímetro sus conexiones por TikTok y Twitch, solicitando la colaboración de fans de todo el mundo mediante un formulario y difundiendo los enlaces entre una comunidad de medio millón de seguidores. Cuando el pasado noviembre se pusieron a la venta las entradas para la gira de Swift, Bohne se convirtió en una de las afortunadas: consiguió dos entradas para su segunda fecha en Glendale (Arizona). Después de ver actuar a su ídolo en directo, Bohne decidió que «tenía que ofrecer la misma experiencia a todos los swifties«.
El resultado fue un control de realización casero, instalado en el dormitorio de su piso en Salt Lake City (Utah) y equipado con un ordenador, dos monitores, dos iPads y un aro de luz. Por si las moscas, Bohne tiene preparadas «entre una y cuatro copias de seguridad, en caso de que se interrumpa la transmisión»; no en vano se ha ganado el título de «reina del livestream«. La calidad de sus directos y la espontaneidad de sus comentarios han hecho que 150.000 personas la vean cada noche y hagan donaciones que alcanzan las tres cifras a su proyecto, que hoy supera las 40 retransmisiones: unas 200 horas del Eras Tour de Swift.
Entre el público joven, las retransmisiones de espectáculos en directo se han consolidado no como una alternativa, sino como una extensión de la experiencia musical actual. Para Yazurlo no era la primera vez. «En octubre, cuando fui a los dos shows de The Weeknd en el mismo estadio, ya tenía planeado hacer livestream de la gira, así que probé desde las plateas y funcionó perfecto».
Lo más llamativo, de hecho, es que el argentino se gastó el equivalente a 350 euros por noche para encontrarse entre las primeras filas del River Plate y tener a Taylor Swift a escasos metros, pero pasó la mayor parte del tiempo con el móvil en la mano compartiendo la experiencia con centenares de desconocidos. ¿Su mayor preocupación? Que la conexión 5G no se perdiera. «El 9 y 10 de noviembre estuve en la pista delantera izquierda, con el pack VIP que incluía la posibilidad de ingresar antes al estadio. Para el 11 conseguí platea preferente inferior», explica Yazurlo. Atribuye su generosidad a sentirse «inmensamente afortunado porque en la cola virtual había más de un millón de personas esperando para comprar; parecía algo imposible».
Como Herrera y Flores, el propio Yazurlo también es un ávido consumidor de conciertos por streaming. Declarado seguidor de Beyoncé, dice haber visto 53 de los 56 shows de su gira Renaissance a través del móvil; del primero al último. También asistió virtualmente al estreno de su película concierto en los cines: «Organicé grupos de TikTok y de Instagram para reenviar los enlaces de los directos y que mis amigos fans de Bey pudieron verlos. Congregamos a muchísimas personas».
Explica Flores que «es más emocionante ver los conciertos a través de los directos de otras personas, porque así hablamos a la vez por chat o por WhatsApp de los vestuarios, las canciones sorpresa, los guiños… Es una experiencia muy bonita». «Mola ver cómo hay tanta gente involucrada en esto, es una pasada ver tantísimas muestras de cariño y cómo han crecido la comunidad semana a semana», dice Bohne. «Se me llena el chat de emoticonos, cientos por segundo, y siento que estamos todos juntos viendo el concierto en una misma habitación».
Pero, ¿acaso no atentan las retransmisiones vía redes sociales contra los derechos de los artistas? En 2018, Facebook se asoció con Warner Music Group, Universal Music Group y Sony/ATV Music Publishing, las tres multinacionales discográficas, firmando una serie de acuerdos de licencia. Los tres gigantes discográficos permitieron el uso de la música bajo su propiedad por parte de los usuarios en la plataforma de Zuckerberg y allanaron el camino para que los músicos se beneficiaran de los royalties.
Hablamos a la vez por chat o por WhatsApp de los vestuarios, las canciones sorpresa, los guiños… Es una experiencia muy bonitaLaura Flores, fan de Taylor Swift
Sin embargo, la cantidad de música grabada que se puede transmitir en vivo sigue siendo limitada, según las pautas y recomendaciones actualizadas a finales de 2020 por Instagram. Las actuaciones en vivo -por ejemplo, grabar a un artista o grupo tocando en directo-, estarían permitidas según el código de Meta. Sin embargo, si las canciones se emiten al completo, la cosa se complica: «Cuanto mayor sea el número de pistas completas grabadas en un vídeo, aumenta la probabilidad de que exista un acceso limitado», reza la política de uso de Facebook. Por limitado se refiere a que el contenido podría no estar disponible en ciertas áreas, silenciarse o bloquearse por completo, restricciones que también se aplican en otras plataformas como YouTube o Twitch.
TikTok, como Meta, detecta también el uso de música protegida por derechos de autor a través de las llamadas «huellas dactilares de audio», lo que explica por qué las pistas grabadas y el audio puro tienen muchas más probabilidades de plantear problemas que las actuaciones en vivo y los clips cortos. Y, dado que las actuaciones en vivo no suelen coincidir en más de un 80% con el audio grabado originalmente, este tipo de transmisión de música suele estar a salvo de ser eliminado, haya obtenido o no las licencias apropiadas. Además, los directos de TikTok no quedan registrados para su visionado en diferido, algo que sí sucede con YouTube, por lo que las pruebas desaparecen del perfil de cuentas como la de Tess tan pronto como finaliza el directo.
Como ama de casa y madre de tres niños pequeños, Bohne explica que el streaming le ha dado «un propósito más allá de la maternidad». Describe sus retransmisiones como «un acto de amor al fandom«, aunque confiesa que las propinas recibidas cubren con creces la inversión en el equipo y la conexión a Internet.
Herrera y Flores acudirán al concierto de Taylor Swift en el Santiago Bernabéu el próximo 30 de mayo, pero no planean colaborar en los livestreams desde España que coordinará la joven estadounidense. Altruismo, el justo. «Voy a ir al concierto de Madrid para ver a Taylor pero no voy hacer ningún directo, quiero disfrutar de una experiencia por la que he pagado sin estar todo el rato pendiente del móvil», sentencia Flores.
Fuente: elmundo.es (19/12/23) pixabay.com