El mercado automotor en Argentina desconcierta a cualquier extranjero por sus elevados precios y la escasa diferencia de valor entre un vehículo nuevo y otro segunda mano. Los coches más baratos que uno puede encontrar en un concesionario de Buenos Aires no bajan de los 12.000 dólares, mientras que en México apenas superan los 5.000, en Chile rondan los 8.000 y en Brasil se acercan a los 10.000. Además, la tradicional brecha cercana al 20% entre un vehículo por estrenar y otro con un par de años de rodaje ha desaparecido en los últimos meses, mientras que el precio de los fabricados en 2008 o 2009 que se venden por Internet duplica al de otros países de la región y llega al triple si se compara con España.
La mayoría de especialistas consultados coinciden en uno de los motivos: la alta carga impositiva. Alrededor del 48% del precio final de un vehículo fabricado en Argentina son impuestos, según el secretario general de la Asociación de Concesionarios de Automotores de la República Argentina (Acara), Rubén Beato. El dato se mantiene para los turismos fabricados en Brasil -el gran socio comercial argentino con el que existe un acuerdo bilateral-, pero quien desee conducir un modelo importado desde fuera del Mercosur debe preparar la billetera: tienen un gravamen extra del 35%.
Los impuestos buscan proteger a la industria automotriz local y a la mano de obra que emplea. «El costo de protección del Mercosur hace que los consumidores paguen autos más caros que los de las otras regiones», afirma Gonzalo Dalmasso, consultor del sector automotor de la firma Abeceb. «Sin protección arancelaria no podríamos fabricar autos», asegura Dalmasso, quien cree que la producción argentina no sería competitiva frente a la de otros países, como México o China. «Los costos salariales son más elevados que en otros países productores», coincide Valeria Sandoval, de la consultora Economía y Regiones.
Tan viejo como el proteccionismo argentino es la capacidad de sus habitantes por esquivarlo. A principios de los 90, el actor Ricardo Darín y su novia de ese momento, la diva televisiva Susana Giménez, se vieron involucrados en el escándalo de los «autos truchos» (falsos), una red que vendía vehículos que habían sido ingresados de contrabando a nombre de discapacitados, que en ese momento se beneficiaban de descuentos arancelarios. En la misma época, también fueron denunciados varios diplomáticos latinoamericanos en Buenos Aires por importar coches de lujo sin impuestos y luego revenderlos en el país.
Sin llegar a esos extremos, hoy en día los argentinos encuentran también formas para reducir gastos. En la sureña Santa Cruz, por ejemplo, es habitual que los conductores crucen a Chile para comprar los neumáticos especiales que requieren sus vehículos para transitar por las nevadas carreteras patagónicas en invierno. En la otra punta del país, en Misiones, muchos automovilistas pasan a Brasil o Paraguay para cargar el depósito de gasolina y ahorrarse así unos pesos.
Más baratos los nuevos que los usados
Los que querían empezar 2016 con un coche nuevo no eligieron un buen momento. La fuerte devaluación con la que se estrenó el Gobierno de Mauricio Macri disparó los precios en dólares, sobre todo por el encarecimiento de las piezas importadas, que son mayoría en todos los modelos fabricados en el país. Según el informe de junio de Economía y Regiones, los precios de los coches han aumentado un 41% en el último año. Pero la situación ha comenzado a cambiar por un factor externo, el gigante brasileño. La caída de la demanda desde el país vecino ha llevado a las automotrices a poner los ojos en el mercado interno y las marcas líderes se han lanzado a una guerra de descuentos con una consecuencia insólita: en este momento es posible comprar un coche recién salido de fábrica más barato que uno de segunda mano.
Para entenderlo hay que retroceder un par de años. Las trabas a las importaciones impuestas por el Gobierno de Cristina Fernández (2007-2015) redujeron la oferta de coches y provocaron grandes atrasos -que podían llegar facilmente a los seis meses- en las entregas. Las dificultades de financiación jugaban también en contra. En ese contexto, aumentó la demanda de vehículos usados y, por ende, también se incrementó su precio.
Ahora, por el contrario, «estamos en un momento de recomposición de mercado», en palabras del titular de la Cámara de Comercio Automotor, Alberto Príncipe. Marcas como Volkswagen o General Motors anuncian rebajas de hasta 50.000 pesos (3.500 dólares) sobre el precio de venta publicado de los vehículos nuevos, mientras que los particulares que desean vender sus autos aún no aceptan que tienen que reducir sus pretensiones si quieren sacárselos de encima.
Hasta que el mercado corrija la anomalía se pueden encontrar contradicciones como esta: Volkswagen ofrece su Voyage Trendline, valorado en 263.000 pesos (18.700 dólares), con un descuento de 50.000 pesos (3.500 dólares), un 8% del precio de referencia fijado por la CCA para el modelo de 2015. Lo mismo ocurre -aunque con diferencias menores- con otros modelos, como el Onix LT de Chevrolet o el Renault Clio Mio.
Todas las fuentes consultadas creen que en cuestión de pocos meses los coches de segunda mano bajarán de precio, pero dudan que el descenso les lleve a igualarse con los países más baratos de la región.
Fuente: Elpais.com (17/6/16) Pixabay.com
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