La evolución del crecimiento económico, la tasa de desempleo, el precio de la vivienda y la deuda pública enfrían la euforia manifestada por el Gobierno.
La métrica de la crisis española sigue una secuencia elegante y fácil de memorizar. 0-25-50-100: esas cuatro cifras, relativas al desaparecido crecimiento, el desempleo, la caída del precio de la vivienda y la deuda pública, bastan para cuestionar el optimismo antropológico del Gobierno —la gente “se pregunta cuán grande será la recuperación”, se anima el presidente Rajoy—, una especie de fe avalada por un puñado de datos y, sobre todo, por los mandarines de Bruselas, Fráncfort e incluso Berlín. Con la vista puesta en la salida de la crisis, España tiene un 90% de probabilidades de cerrar el rescate bancario europeo sin medidas de acompañamiento, según calcula uno de los ministros de Rajoy, y las fuentes consultadas en Alemania y Bruselas apuntan en la misma dirección. No hay ninguna decisión tomada. Pero en Europa queda claro que tampoco hay apetito por rascarse el bolsillo tras un rescate a la banca “que ha sido bastante exitoso”, explican fuentes en la cancillería.
Frente a las lógicas gesticulaciones del Gobierno y a esa declaración de victoria tal vez prematura, la ley de los grandes números: 0-25-50-100. El primer dato de esa serie remite a crecimientos en el entorno del 0% al menos hasta 2017, según los vaticinios del FMI. El desempleo va a permanecer en tasas superiores al 25% durante al menos un lustro, y eso en parte por la caída de la población activa: los españoles vuelven a emigrar (700.000 personas se han marchado durante la crisis, según la Fundación Alternativas) o están dejando de buscar trabajo. El tercer dato hace referencia a la caída esperada del precio de la vivienda: un 37% en términos reales desde máximos hasta ahora, al que los analistas le suman rebajas adicionales durante este año y el próximo hasta llegar al 50%. Y finalmente, la deuda pública, que aumenta a gran velocidad y rozará ese 100% del PIB en 2014, según los pronósticos del Gobierno. La deuda privada, además, es mucho mayor y no termina de bajar con claridad pese al esfuerzo de empresas, sector financiero y familias.
Preguntados por esos números, las fuentes consultadas matizan el optimismo decretado en las instituciones. Guillem López-Casasnovas, profesor de la UPF y consejero del Banco de España, considera que los mercados mejoran y que hay indicios positivos en la economía real: “Lo peor de la crisis puede que ya haya pasado”. “Pero el coste de la deuda, sin crecimiento y con un paro escandaloso, roza el límite de la insolvencia. Hemos acabado en una situación que tiene lo peor de lo peor: tal es el cúmulo de errores que han devenido en la doble recesión española, en parte por las respuestas improvisadas de la UE, Alemania y el BCE”.
Lo mejor que puede decirse de España es que está en medio de una etapa de claroscuros. La reactivación depende del exterior, y no hay grandes noticias ni en EE UU ni en Europa, ni siquiera entre los emergentes. Pero a la vez la suavización de la senda de recorte del déficit aprobada por Bruselas ha dado algo de aire a la economía, que demuestra tener un músculo exportador mejor de lo esperado. La clave está en la banca: mientras no haya crédito el crecimiento difícilmente va a volver a tasas respirables. Y para el sector bancario el horizonte es cuando menos estresante.
España y sus bancos tienen por delante semanas vitales para su futuro próximo. El rescate bancario europeo —100.000 millones, de los que se han usado unos 40.000— vence en enero. Y en el Eurogrupo de mañana empezará a decidirse si es preferible cerrarlo o si es mejor acordar medidas de acompañamiento ante la sospecha de que pueden volver los problemas, por aquello del espera lo mejor, prevé lo peor. El 5 de noviembre la Comisión presenta sus previsiones de otoño y una evaluación del presupuesto español; el 15 de noviembre llegará la decisión final sobre el rescate. Por esas fechas, el Banco de España anunciará los datos relativos a las refinanciaciones de créditos, que pueden suponer nuevas necesidades de capital (asumibles, según el Gobierno). Eso será la antesala de la traca final: el BCE prepara un examen exhaustivo para 2014 al que seguirán nuevas pruebas de estrés para los 130 grandes bancos europeos, entre ellos la gran mayoría de los españoles.
Esa es la clave. Ahí pueden resucitar las dudas sobre la banca de algún país, que podrían contagiar a España. Además, al sector financiero le perjudica la posible japonización de la crisis en España: una crisis para media década más que pasaría factura a los castigados balances bancarios.
A Europa, a la espera de un Gobierno en Alemania, le esperan otras decisiones trascendentales: todo lo relativo a la unión bancaria y a los rescates de Grecia y Portugal, que podrían requerir más ayuda y desempolvar el temido efecto contagio. El abanico de riesgos es amplio y diverso. Por todo ello, Barry Eichengreen, profesor de Berkeley y tal vez el economista norteamericano que mejor entiende la crisis europea, es tajante con respecto a España: “La crisis volverá, no hay duda, porque ninguna de sus causas estructurales ha sido corregida. La primera vez, el error de España fue no hacer lo suficiente con su banca para prepararse ante el huracán que venía; sería imprudente repetir ese error”. Eichengreen considera que el Gobierno “debe asegurarse de que los bancos están a prueba de balas, con niveles de capital más altos que los de otros países del euro”.
La sensación en Wall Street y la City es que España ha hecho una reestructuración financiera notable; y aun así “nadie termina de fiarse”, explican fuentes financieras en Washington. “Hay que limpiar en serio los bancos, al estilo de lo que hicieron en su día Suecia o EE UU; hasta ahora, tanto España como Europa han optado por el estilo japonés. Hay que reestructurar y recapitalizar bancos… y pensar de dónde va a salir el dinero necesario” antes de cerrar el rescate, añade Charles Wyplosz, del Graduate Institute.
Esa serie del 0-25-50-100 sugiere, para Daniel Gros, director del think tank CEPS, que la recuperación española “será tan lenta como larga: hay que pensar en Alemania y su crisis, que empezó en 1995 y terminó en 2005”. Gros sostiene que lo peor ha pasado, pero España puede quedarse cerca del fondo que ya ha tocado durante un tiempo. “Lo que pase con el rescate y con la banca dependerá de lo que suceda con el sector inmobiliario: España debería pensar en atraer inversores que se queden los proyectos que están ahí, pudriéndose”, apunta.
“Los números son horrorosos”, cierra el analista Juan Ignacio Crespo, “pero la economía siempre encuentra válvulas de escape: puede haber llegada de inversiones desde los emergentes, o un Gobierno alemán que acepte lo que hasta ahora parecía inaceptable, y en medio de todo eso las empresas van a seguir exportando y los bancos fortaleciéndose. Al final, la crisis española seguirá el mismo patrón histórico que suelen tener las grandes crisis: 10 años de purga”. Si ese pronóstico es válido, quedan cinco por delante para salir de la secuencia 0-25-50-100. Un lustro más de crisis que desentona con el “cuán grande será la recuperación” de Rajoy, la frase que tanto recuerda a aquellos espléndidos, hermosos, proverbiales brotes verdes.
Fuente: Elpais.es (13/10/13)
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