Hace diez años, la implantación de la banda ancha en España era un arma arrojadiza entre operadoras, la dueña de la red y los usuarios. Además, apenas llegaba al mega de velocidad. Hace también diez años, un veinteañero desarrollaba una red social en la Universidad de Harvard llamada Facebook, el Messenger de Microsoft era la revolución de Internet, Google no pasaba de ser un buscador y los SMS batían récords de envíos. Además, el PIB español crecía al 3,3% y la tasa de paro se situaba en el 11%. Otros tiempos. Con esto, podemos hacernos una idea de lo que ha cambiado nuestro día a día en una década, tiempo que otros han aprovechado para amasar una fortuna que hoy supera los 20.000 millones de euros. Fácil si eres uno de los fundadores de Google.
Esta semana, la compañía californiana celebraba su décimo aniversario de cotización en Bolsa. Algo que, bastantes años después, han ido imitando otras webs de referencia, como Facebook o Linkedin. Sin embargo, en la actualidad es difícil considerar a Google como una página web o, incluso, como una compañía tecnológica al uso. Su diversificación ha sido tal en los últimos diez años que le permite ser un buscador de internet, un sistema operativo para teléfonos móviles o una desarrolladora de coches autopilotados. Una expansión que también le ha llevado a ser discutida por su política de protección de datos o por las supuestas relaciones con los servicios secretos estadounidenses. En lo bueno y en lo malo, los dos fundadores de la empresa, Larry Page y Sergey Brin, siguen siendo las dos cabezas visibles de Google, no solo por ser los padres de una idea convertida hoy en compañía multimillonaria, sino porque han sabido conservar su poder en un negocio apetecible para cualquier inversor.
Es innegable que la jugada no les ha salido mal del todo a Page y Brin. Según datos de la agencia Bloomberg, el primero, hoy consejero delegado de la compañía, ha vendido en los últimos diez años hasta 3.500 millones de dólares en acciones de Google. Brin, al frente del departamento de proyectos especiales, ha aumentado esa cifra hasta los 3.600 millones. A día de hoy, el valor conjunto de sus acciones no supera más del 16% del capital social de la empresa, aunque en este caso, más que nunca, no importa la cantidad, sino su calidad. Y es que, pese a representar ese porcentaje minoritario, entre ambos siguen superando la mayoría de derechos de voto en las decisiones que toma la empresa.
Sin embargo, el papel de cada uno de los fundadores ha ido evolucionando y diferenciándose, especialmente desde la salida a Bolsa de la compañía, fruto también de dos personalidades bien marcadas y en muchos aspectos, dispares. Larry Page fue enfocando su trayectoria a la gestión diaria de la empresa, dado que desde el nacimiento de la empresa, además de co-presidente, ejercía de consejero delegado y, durante algunos años, también de director financiero, pese a que su formación en las universidades de Stanford y Michigan siempre estuvo centrada en la ciencia e ingeniería informática. Quizá por ello, Page siempre ha sido reacio a poner barreras entre el trabajo de sus ingenieros y la toma de decisiones, y en los primeros años de la empresa no comprendía que personas sin formación en este campo pudieran supervisar el trabajo de los informáticos. Los inversores le invitaron a abandonar la gestión diaria de Google en 2001, año en que Eric Schmidt, el tercer gran nombre de la historia de Google, era designado nuevo consejero delegado. Desde entonces, y hasta 2011, Page fue presidente de productos de la compañía, y ese año recuperaba el puesto de consejero delegado, que sigue conservando. Durante todo este tiempo Page ha acumulado una fortuna de unos 24.000 millones de euros, según la revista Forbes, en la que ocupa el puesto 18 en el ranking de los mayores multimillonarios del mundo y el 17 en la de personas más influyentes, puesto que comparte con su socio Sergey Brin, aunque suele destacarse que Page es la gran cabeza pensante de Google.
Brin, por su parte, ha preferido pasar a un segundo plano durante los años de expansión de Google, y se ha inclinado por trabajar en los aspectos más técnicos de la empresa. Entre 2001 y 2011 fue Presidente de tecnología, y desde entonces está al cargo de la dirección de proyectos especiales, departamento que, por ejemplo, incluye las famosas Google Glass, las gafas que le acompañan a cualquier presentación o conferencia en la que participa, o el coche autopilotado que aún sigue en desarrollo, pero que se presenta como uno de los grandes proyectos de Google en el corto y medio plazo. Ello pese a que tanto Brin como Larry Page son inversores de Tesla, el fabricante de automóviles eléctricos que entre sus planes de futuro también maneja la idea del coche sin conductor. Como en el caso de su compañero de universidad primero y socio empresarial después, la salida a Bolsa de la compañía, tanto por las acciones vendidas como por la multiplicación de su valor, le ha llevado a Brin a acumular una fortuna que supera los 20.000 millones de euros. Millonarios con 30 y milmillonarios e influyentes con apenas 40 años. Muchos preferirían disfrutar de lo ganado en alguna isla paradisíaca o acudiendo a conferencias en todo el mundo. En Google, Page y Brin solo piensan en el siguiente paso.
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