El Seminari de Tarragona reabrirá en breve su biblioteca con un fondo de unos 130.000 volúmenes que abarca desde el siglo XVI hasta la actualidad. Muchos de los libros han sobrevivido a guerras y a pillajes
Poco podía pensarse mosén Salvador Ramon, canónigo bibliotecario del Seminari, que tomaría en 1968 una de las decisiones más acertadas de su cargo. Tras la marcha de los seminaristas hacia Barcelona y el cierre de los estudios en Tarragona, la biblioteca del Seminari quedó desamparada y algunos de sus ejemplares «se los llevaron los propios estudiantes», explica mosén Manel Fuentes, director del Arxiu Diocesà.
Ese cierre hasta 2005, cuando empezó el proyecto de restauración del Seminari y de la propia biblioteca, ha permitido conservar un gran número de libros –se calcula unos 130.000– que abarcan desde el siglo XVI hasta la actualidad. «La remodelación de la Biblioteca era muy necesaria para su supervivencia», reconoce el archivero.
Dentro de poco, con la apertura oficial, todo su legado estará a disposición de investigadores y estudiosos, pero además la biblioteca tiene espacios pensados para ser un referente para la Part Alta con libros de todas las materias. «No sólo hay teología. Tenemos literatura, geografía, filosofía…», apunta Fuentes.
De Feliu Serra a Pla de Palau
La Biblioteca del Seminari nace en el siglo XVI. El cardenal Gaspar Cervantes había fundado el Seminari Tridenti en 1572, y 23 años más tarde, el canónigo Feliu Serra dejaba en testamento un lote de 197 libros de cultura religiosa y humanidades clásicas. Es la primera reseña de la biblioteca del Seminari. «A partir de entonces, el número de libros se incrementa con donaciones y herencias», explica el archivero.
La biblioteca del Seminari fue ampliando su fondo. En 1762 heredaba la colección de la Casa de Provació de los Jesuitas antes de que estos fueran expulsados de la ciudad y en 1803 heredó otro fondo muy importante: la colección del arzobispo Francesc Armañà.
La expulsión del país de los religiosos en 1766, acusados por Carlos III de instigar un motín contra la monarquía, comportó que el rey ordenara que los legados de esta orden sirvieran para crear bibliotecas públicas gestionadas por los arzobispados. «En Tarragona podemos afirmar que hubo una que se situó en la antigua Casa de la Pia Almonia, en el número uno de Pla de Palau», explica Fuentes.
Esta biblioteca se quedó con el fondo de los Jesuitas, la biblioteca del arzobispo Armañà y los volúmenes que tenía el Seminario tarraconense. La ‘pérdida’ de la biblioteca duró hasta 1863 cuando el arzobispo Josep Costa volvió a recuperar todo el legado y lo devolvió a intramuros de la Rambla Vella. La desaparición de la biblioteca pública del Arzobispado significó que la del Seminari volvía a ser la más importante de Tarragona.
La Revolución de la Gloriosa y la Primera República (1868-1874) obligó a desalojar el espacio destinado a la Biblioteca. Los libros se salvaron gracias al interés de los propios religiosos, que los ensacaron y los colocaron en la Casa dels Concilis, apunta Fuentes. Allí estuvieron dos décadas hasta que se inauguró el nuevo Seminari (1886), en el actual emplazamiento, y se trasladaron a las nuevas estanterías.
Nuevo solar y calle Sant Pau
Fue el Arzobispo Benet Vilamitjana quien impulsó en 1883 el nuevo Seminari en la calle Sant Pau. Tarragona había crecido en la segunda mitad del siglo XVIII y ello había comportado cambios urbanísticos. La calle Sant Francesc se había ampliado, la calle August había recortado espacio al Seminari hasta el punto de hacer desaparecer su iglesia… El arzobispo Vilamitjana empezó a buscar un nuevo emplazamiento con urgencia.
Se pensó en los fortines, pero al final se optó por colocar el Seminari detrás de la Catedral. «Con la desamortización, las casas que había allí dejaron de ser la de la Iglesia y el Arzobispado las recompró», explica Fuentes. También se pactó con el Ayuntamiento abrir la calle Sant Pau y conservar a su vez la iglesia dedicada al apóstol. Tres años de obras para inaugurar en 1886 el Seminari y su biblioteca, que reabría con los volúmenes que habían permanecido ensacados para evitar su destrucción.
Durante los siguientes decenios, la biblioteca estará al servicio de la comunidad religiosa hasta que estallada la Guerra Civil, se decide nuevamente guardar el fondo en la Casa dels Canonges junto a otras colecciones de la ciudad. Sólo el mobiliario de la biblioteca y unos 2.000 volúmenes de una colección itinerante (que luego ampliarán el fondo del Seminari) se perdieron durante la contienda bélica.
Los seminaristas se van
Tras la Guerra Civil, la biblioteca volvió a recuperar su papel dentro del estudio de los seminaristas hasta que el 1968, con el traslado de los estudios a Barcelona, el equipamiento quedó abandonado y con un riesgo elevado de que su legado histórico se perdiera para siempre.
Hasta 1995, la Biblioteca será una sala cerrada. A partir de ese año mosén Martí Aixalà «intentó poner al día la gran cantidad de volúmenes existentes, pero sin pensar jamás que una década después se activaría un proyecto para su reapertura», explica el arxivero diocesano. Ahora, la biblioteca vuelve a latir. Aparte de la sala de las antigüedades, hay otras salas con aforo para 90 personas y pensada para recuperar el espíritu de biblioteca pública y ser referente del vecindario en en la Part Alta.
Fuente: Diaridetarragona.com (24/1/14)
Más información: http://www.ctarraconense.cat/es/presentacio/centre-tarraconense/
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