Es el juguete de moda que trae de cabeza a los niños de medio mundo. El Fidget Spinner, es una especie de peonza de plástico o metal que posee tres puntas que rotan sobre sí mismas. Éstas, a su vez, giran sobre un eje común que se sostiene con la punta de los dedos. Como otrora lo hicieran los tazos, las canicas o los láseres, el ‘spinner’ ha irrumpido en las escuelas y plazas de todos y cada uno de los pueblos de este país. Sin embargo, pese al increíble éxito de ventas del juguete, su inventora tiene dificultades para llegar a fin de mes y no recibe un euro por su creación.
Pero empecemos por el principio. Catherine Hettinger, residente en Florida, creó hace dos décadas el ‘spinner’ con el objetivo de entretener a su hija, de siete años de edad, y a niños con TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad). De hecho, así se suele anunciar este juguete en las cajas que lo contienen.
Hettinger, que nunca consiguió grandes sumas de dinero por el artilugio, mantuvo la patente del ‘spinner’ durante años, pero en 2005 dejó de pagarla porque no podía permitirse la tasa de renovación, que suponía unos 400 dólares (alrededor de 365 euros). Así, tal y como cuenta The Guardian, mientras que fabricantes y minoristas acumulan pingües beneficios, Hettinger tiene que conformarse con vivir en un pequeño apartamento en Winter Park (Orlando) y llevar una vida austera, alejada de cualquier lujo.
La norteamericana, sin embargo, ha decidido tomarse con filosofía su particular desgracia ya que, según ha contado al diario británico, sólo el 3% de las personas que invierten en sus creaciones consiguen acumular grandes sumas de dinero. «He visto a otros inventores hipotecar sus casas y perderlo todo«, explica. Ella prefirió no jugar esa carta.
Hettinger se ha unido así a la larga lista de insignes personajes que no han podido sacar provecho a sus creaciones. Entre la locura y la resignación, ella ha optado por lo segundo. De muy buenas maneras, además. «Varias personas me han preguntado: ‘¿No estás realmente loca?’ Pero realmente estoy satisfecha de que algo que yo diseñé sirva a la gente y sea útil», confiesa.
No todo el mundo opina lo mismo. De hecho, la popularidad del ‘spinner’ ha alcanzado tales cotas que son muchos los colegios que han decidido prohibir el juguete, pues se ha convertido en un importante elemento de distracción. La batalla se libra ahora entre aquellos que defienden que se trata de un juguete que puede ayudar a combatir el estrés y mejora la concentración, y aquellos que lo rechazan por el desorden que puede crear en las aulas.
Mientras tanto, Catherine va a intentar recuperar el terreno perdido. Para ello ha lanzado una campaña kickstarter con el objetivo de relanzar el original, que creó en 1997 y que llegó a interesar a la mismísma Hasbro, una compañía juguetera, poco antes de que decidiese no renovar la patente, en 2005. «Soy una aficionada a la tecnología, no soy una persona que cierra acuerdos de varios millones de dólares. Si hubiese tenido dinero o una empresa de capital riesgo por aquel entonces, la cosa habría sido diferente».
Fuente: elespanol.com (13/5/17) Pixabay.com
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