El pasado 5 de febrero, el presidente chino Xi Jinping, y el de Serbia, Aleksandar Vučic, celebraron un pomposo encuentro en Pekín al margen de las ceremonias de inicio de los Juegos Olímpicos de Invierno en Pekín. Allí, ambos líderes festejaron “la férrea amistad” que existe entre los dos países y su cooperación en “todas las áreas”. Pocos días después, la construcción de 360 kilómetros de un nuevo sistema de alcantarillado en la ciudad serbia de Kragujevac alarmó a grupos de activistas por la falta de transparencia en la asignación de proyecto a una empresa china y las garantías que habían sido dadas para evitar casos de corrupción y eventuales daños al medioambiente.
Desde la crisis económica-financiera de 2008 —que salpicó a los Balcanes tras su estallido en EEUU—, la expansión de China en la península balcánica ha sido imparable. Una reciente investigación del Balkan Investigative Reporting Network (BIRN) cifró en 135 los proyectos activados en una década por empresas vinculadas, de forma directa o indirecta, a China, por un valor de al menos 32.000 millones de euros. China ha tendido la mano a los Balcanes en más de un sector estratégico para la península: el metalúrgico, la minería, el sector energético, el de los transportes y las infraestructuras. El fenómeno ha coincidido con la falta de avances concretos en la adhesión de Serbia y el resto de países de los Balcanes Occidentales (Albania, Bosnia y Herzegovina, Serbia, Montenegro, la República de Macedonia del Norte y Kosovo) a la Unión Europea.
El mayor interés de China en los Balcanes es “crear corredores para posicionarse como un actor indispensable en el tablero internacional”, ha opinado al respecto Stephanie Fenkart, directora de International Institute for Peace (IIP). «Los Balcanes Occidentales son estratégicos para Pekín por la proximidad de la región con la Unión Europea, que es uno de los principales mercados de exportación de China», añade Fenkart en un reciente análisis. “China se ha convertido en el tercer actor más destacado en los Balcanes occidentales”, ha coincidido Vladimir Shopov, en un artículo publicado por el centro de estudios European Council of Foreign Affairs.
Pero las iniciativas chinas en la región no han estado exentas de sospechas, críticas y acusaciones de explotación laboral, corrupción y daños ambientales. El caso más evidente y descriptivo es el de Serbia. La relación entre ambos países se ha consolidado en la última década. Tanto que hoy día ya no se trata solo de inversiones en la economía, préstamos o intercambios culturales, sino que también hay cooperación en el sector de la seguridad y la digitalización.
La ayuda de China ha ido acompañada de la preocupación de los analistas, que han denunciado que a menudo la legislación serbia se ha modificado en beneficio de los inversores chinos. Un ejemplo son los proyectos relativos a las plantas de carbón operadas por compañías chinas y que, según grupos de ambientalistas, no cumplen con la legislación internacional en un momento en el que el G20 está intentando abandonar este combustible fósil para impulsar la transición hacia economías más ecológicas. En 2020, se produjeron protestas en las calles de la capital serbia, en rechazo a esta forma de producción energética. Aun así, China también adquirió la planta de acero de Smederevo y construyó el puente Pupin en Belgrado.
Besar la bandera china
Otro tema es el respeto de los derechos laborales. Uno de los mejores ejemplos es el caso de los migrantes traídos de Vietnam para trabajar en una planta de neumáticos de la compañía Chinese Shandong en Zrenjanin, cerca de Belgrado. Trabajadores que, según activistas y documentos filtrados, se sospecha que podrían ser víctimas de tráfico de seres humanos. “Los empleadores chinos les han quitado sus pasaportes y documentos de identidad. Llevan aquí desde mayo de este año y solo han recibido un salario”, ha llegado a denunciar Miso Zivanov, activista de la ONG Zrenjanin Action, en declaraciones a la prensa local.
Estas polémicas han llegado hasta Naciones Unidas (ONU). Un grupo de oenegés atestiguó ante el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales que China no estaría cumpliendo con la legislación internacional cuando viola los requisitos medioambientales en los Balcanes. A ello se suma que Serbia ha firmado diversos acuerdos con Huawei, a través de la estatal Telekom Srbija, pese a que EEUU declarase la compañía un peligro para la seguridad estadounidense e hiciese activamente una campaña contra la empresa china.
El presidente Vučic ha festejado esta relación sin ningún tipo de reparo. En medio de la pandemia en abril de 2020, criticó la falta de solidaridad de la Unión Europea y, llegada una brigada de médicos de Pekín, besó la bandera china.
¿OTAN o China?
El de Montenegro es otro caso que ilustra la cada vez más grande influencia china en los Balcanes. Es el país de la región más endeudado por el polémico plan de construcción de la autopista Bar-Boljare, también conocida como ‘la autopista que no va a ninguna parte’. Una infraestructura por la que el estado balcánico pidió a un banco chino (el China’s Exim Bank) unos 944 millones de dólares para realizar el primer tramo, de solo 40 kilómetros. La deuda de Montenegro se disparó al 103% de su PIB ya en 2020 y los pagos pendientes a China suponen más de un tercio del presupuesto anual.
Montenegro es, desde 2017, miembro de la OTAN y se encuentra en una posición estratégica en el Mediterráneo, frente a Italia, y también es uno de los países de la región candidato a entrar en la Unión Europea. Todo esto convierte la inversión china en una cuestión internacional. Más aún, China también ha entregado vacunas contra el covid-19 a Montenegro, y ha contribuido a la renovación de la central de Pljevja, la única de carbón del país. En Croacia, que, además, es miembro de la UE, China participa en la construcción del puente Pelješac, que debería completarse en los próximos meses.
En una línea similar se encuentra también Grecia, que ya desde 2009 —en plena crisis económica— le entregó a la compañía china COSCO una parte del puerto del Pireo, el principal del país. Hoy, un 64% está controlado por esta empresa. Además, en la misma época, la compañía de mayor distribución y transmisión eléctrica de China, la China’s State Grid, compró el 24% del operador eléctrico griego ADMIE. No obstante, gran parte de la ciudadanía no ha sentido beneficio alguno por la inversión china.
En Albania sí ha habido inversiones chinas en la última década, pero estas se paralizaron casi por completo en 2016, tres años después de que el socialista y prooccidental Edi Rama se convirtiese en el primer ministro del país. En el caso de Macedonia del norte y Bosnia, el interés de China también ha sido de momento limitado, pero en Bosnia ya hay activos una treintena de proyectos chinos. Entre ellos en el sector de la energía, como la financiación de una nueva planta de carbón en la central eléctrica más grande del país. Mientras la UE se repliega sobre sí misma y no termina de abrir la puerta a los Balcanes, el gigante asiático no pierde el tiempo.
Fuente: elconfidencial.com (19/2/22) pixabay.com