El Renault 4, también conocido como ‘cuatro latas’ en nuestro país, ha superado ya las cinco décadas de vida. Concretamente, fue en el año 1962 cuando salió a la luz un modelo que tenía la difícil misión de rivalizar con el Citroën 2CV.
Pero su historia se remonta a unos años antes. Resulta que en 1956, Pierre Dreyfus, presidente de la compañía, leyó en un diario que en Francia se preveía un aumento considerable de la tasa de natalidad. Sin más dilación, encargó a sus ingenieros la fabricación de un coche que habría de ser económico y muy útil, apto para la clase media de la época. Y así fue como, tras presentarse en el Salón de Paris a comienzos de la década de los 60, el Renault 4 finalmente se lanzaba al mercado en 1962.
Comenzaba la andadura de un modelo que hoy puede considerarse un auténtico mito de la industria. Y no precisamente por su espectacularidad, ya que sus aspiraciones iban más bien enfocadas a la gente común, sino por su éxito. Más de 8 millones de unidades salieron de las cadenas de montaje desde el inicio de su comercialización hasta su cese en el año 1994.
Son muchos R4 pululando por el mundo, una producción realmente prolífica y sólo comparable a la de otros mitos de las cuatro ruedas como el VW Escarabajo o el mismísimo Ford T. Por supuesto, España no quiso perderse esta fiesta, y por ello en la planta de Valladolid se ensamblaron nada menos que 800.000 unidades entre 1963 y 1991.
El antecesor de los SUV
El ‘cuatro latas’ es pura practicidad, se mire por donde se mire. Gracias a su construcción, en la que entran en juego un bastidor plano y una carrocería de gran altura, el coche ofrece un interior amplísimo y fácil de cargar con objetos voluminosos. Además, su quinta puerta (novedad en la época) y su banqueta trasera abatible se encargaban de poner las cosas aún más fáciles.
Pero lo mejor quizá no sea esto sino su capacidad para circular en asfalto y fuera de él. Por su altura al suelo y su tacto de suspensión, el R4 es un coche perfecto para moverse por entornos rurales, por eso puede ser considerado uno de los padres de los actuales todocaminos. No en vano, la Guardia Civil, la policía francesa y algún que otro cuerpo de seguridad eligió tener entre su flota este coche por su polivalencia de uso. Lo que no sabemos es si los guardias serían capaces de dar caza a los malos en caso de fuga, ya que este Renault no iba precisamente sobrado de motor.
De todos los modelos lanzados al mercado, el primero de ellos respondía a la denominación R3 (una variante de acceso a la gama, muy austera) y se movía con un cuatro cilindros de 600 cc, de humildes prestaciones. Por encima se encontraban los R4L, R4 Super y R4F (versión furgoneta).
Estos comenzaron con un motor de 845 cc y 30 CV asociados a un cambio de tres velocidades; posteriormente la transmisión ganó una cuarta marcha y, finalmente, en 1981, se dio la bienvenida al irrompible motor de 1.108 cc y 38 CV, que no anda mucho pero gasta poco.
El R4 rompió moldes dentro de la marca por su configuración de motor delantero y tracción delantera. También lo hizo por su chasis, que incorporaba una suspensión por barras de torsiones, responsable de una curiosidad muy típica del modelo francés: ¡su distancia entre ejes no es exactamente igual en ambos lados del coche!
Algo impensable en la fabricación moderna, pero que en los 60 bien valía si el objetivo era crear un coche lo más económico posible. Dado que las últimas unidades del ‘cuatro latas’ salieron al mercado en los 90, todavía quedan unos cuantos años para ver rodando por las carreteras unidades en buen estado de conservación. Los nostálgicos quizá encuentren ahora un buen momento para hacerse con un R4, ya que hay cierto mercado y a buen precio. Sin duda, un coche para tener en el garaje sin preocuparse. Es eterno.
Fuente: Eleconomista.es (19/7/14)
Dejar una contestacion