Aunque no haya oído hablar nunca de la empresa, es casi seguro que por sus manos haya pasado alguna vez papel fabricado por la industria J. Vilaseca de Capellades, en Barcelona. Entre otras 600 referencias, producen el precinto oficial de los paquetes de tabaco, el del tapón de las bebidas alcohólicas de cierta graduación, el papel de los boletos de lotería o los cartones del bingo. “Todo el mundo en España ha tocado alguna vez un papel nuestro”, sonríe el director industrial de la compañía, Xavier Torredemer. No es para menos, porque J. Vilaseca, que este año cumple 300 años, es la empresa más antigua de España.
El pueblo de Capellades es famoso por sus molinos de papel y J. Vilaseca nació de la agrupación de cuatro de ellos. Los compró en 1714 un cirujano de Manresa, Gaspar Vilaseca. Si Capellades se convirtió en epicentro de las papeleras, como lo fue en su día Tolosa, en el País Vasco, fue por la proximidad al río y al camino real que en la Edad Media unía Cataluña, Aragón y Castilla. La situación permitía a los molinos abastecerse fácilmente de trapos, que entonces eran la materia prima del papel. Hojas que se fabricaban de una en una tras remojar y desmenuzar los trapos y convertir la pasta resultante en papel, que se tendía hoja a hoja en salas diáfanas con ventanas en todas las fachadas que se abrían y cerraban para que corriera el aire.
Hoy los propietarios son tres: la familia Torredemer, que, procedentes del textil de Terrassa, compraron la papelera en 1953, y los dos principales clientes de la industria: la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre (tiene un 11%) y el Grupo Signe (que tiene el 12% restante). El año pasado obtuvieron un beneficio antes de impuestos de 2,5 millones de euros, que quedaron en cero de ganancia neta.
“El secreto del éxito ha sido la innovación constante y la internacionalización”, afirma el director comercial, Carlos Torredemer. La apuesta actual de la compañía son los papeles de alto valor añadido, que tienen más margen y menos competidores. Los papeles de seguridad suponen el 70% de las exportaciones y el 30% de la facturación. A la baja, el segundo segmento en ventas es el papel para gráficas (papel con marcas de agua, cartulinas especiales, dirigidos a distribución e impresores). El resto de las ventas, el 60%, se lo reparten a partes iguales el papel para soportes industriales, papeles para impresión digital (como el de los anuncios de las paradas de autobús) y para etiquetas de vino.
Curiosamente, el sector bodeguero figura en un puesto destacado entre las 10 empresas más antiguas de España. Hablamos de la cordobesa Alvear (1729), Delgado Zuleta (Cádiz, 1744) o las también bodegueras gaditanas Antonio Barbadillo (1921) y Luis Caballero (1830). Y, curiosamente, las 10 empresas siguen en manos familiares. Todas salvo el Banco Etcheverría (1717), del que los fundadores mantienen algo menos de un 20% y el resto pertenece a Banesco.
El director y presidente de Alvear, Fernando Giménez Alvear, subraya que el de los vinos “es un producto con pocos vaivenes, de poco riesgo financiero, lo que facilita que sean empresas longevas”. La compañía (70 empleados, 10 millones de facturación, 600.000 euros de beneficio y exportaciones del 30% en vinos generosos y del 30% en los secos) ha apostado porque la familia gestione: “Pero hay que haber trabajado fuera, haber visto mundo”, dice el actual ejecutivo, que creció profesionalmente en la industria aeronáutica. En el caso de Delgado Zuleta (170 accionistas de la familia, 10 empleados, dos millones de facturación y un 20% de exportaciones, sobre todo de vinos de Jerez), el director comercial, José Federico Carvajal, explica que el secreto es “la cohesión del accionariado, la innovación, las inversiones comedidas y la profesionalización”.
En otros casos, el secreto es un nicho de mercado muy concreto en paralelo a una ubicación estratégica. Matas (1784) presta servicios portuarios desde el puerto de Palamós (Girona), donde tuvo fragatas y bergantines que igual comerciaban con América que con Reino Unido. René Matas es su presidente. Son seis en plantilla, “más eventuales”, y prefieren “no airear” las cifras de una empresa que tiene estibadores y actúa como agente de aduanas o consignatario, la figura que representa al armador en un puerto.
En el top antigüedad también figuran compañías con marcas de renombre, como el grupo de elaborados del cobre La Farga Lacambra (1808), de Les Masies de Voltregà (Barcelona), que facturó 905 millones de euros en 2013, exportó un tercio de la producción y tiene 296 empleados. O la cuchillera Arcos (1745) de Albacete (29,7 millones de facturación, 1,85 de beneficio, 61% de exportaciones, 51% de la propiedad en manos de la familia).
El director general de Arcos, Roberto Arcos, pertenece a una estirpe “que se ha reinventado en cada generación” y ha optado por una gestión mixta entre la familia y externos. Él pertenece a la octava y cuenta que comenzaron fabricando tijeras, pasaron a las navajas que demandaba el campo y hoy fabrica cuchillos de cocina y profesionales. Doscientos sesenta años después emplean a 262 personas que diseñan y fabrican íntegramente en Albacete.
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