Miguel Ángel Campos levanta el brazo izquierdo enérgicamente. «Él ha sido quien ha mirado por vosotras», espeta bajo el techo de madera de una austera parroquia del polígono San Pablo (Sevilla). Su mano señala una talla humana, de 1,85 metros de altura y ojos verdes, vestida con una túnica morada y las manos atadas por un cordón dorado. Miguel Ángel, hermano mayor de la cofradía del Cautivo y Rescatado, apunta a la representación de Jesucristo que procesiona cada Lunes Santo con ellos. «Él os ha liberado», insiste el hombre. Y a su lado, las reclusas Santiana Pilares y Adela Silva apenas pueden aguantar la emoción. «Solo me sale decir gracias», susurra la primera con la mirada enrojecida y tras obtener —como su compañera— uno de los 21 indultos concedidos este mes por el Consejo de Ministros con motivo de la Semana Santa.
Estas medidas de gracia las solicitan cada año hermandades de distintas regiones del país. Y, aunque el Ministerio de Justicia no aprueba todas las peticiones que le llegan, unas 90 según una de las cofradías agraciadas esta vez; todos los Gobiernos de la democracia han rubricado alguna, con independencia de su color político y a pesar de que no les obliga la Ley. Eso sí, desde su llegada al poder, el Ejecutivo de Mariano Rajoy ha elevado el número de liberaciones: 21 en 2014 y 2013; y 19 en 2012. Frente a las 17 que, como máximo, otorgaron José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE) y José María Aznar (PP); según las referencias de la Moncloa.
Una repetida tradición que, para la organización Europa Laica, evidencia la inexistente separación entre el Estado y la Iglesia. «Estos indultos son un disparate político y jurídico. No se respeta la neutralidad en materia religiosa», critica el colectivo, que remarca como se «privilegia a los devotos de una determinada doctrina». Visión que, por supuesto, no comparten las entidades católicas. Estas defienden la utilidad social de unas iniciativas que ellas tramitan; pero en las que, según añaden, no eligen realmente al preso que las recibe. De hecho, según insisten las cofradías, los candidatos los seleccionan los centros penitenciarios.
«En nuestro caso, el CIS de Sevilla nos facilita los nombres», apunta José Luis Pérez, secretario de la hermandad del polígono San Pablo. Una idea en la que ahondan en Elche, en la cofradía del Perdón. «Nosotros no hacemos distinción a la hora de solicitar este beneficio. No sabemos las creencias del preso», remata su presidente, Matías Mollá. Aunque no ocurre así en el Cabanyal. Vicente Molina, secretario del Cristo de la Columna —asentada en este marinero barrio valenciano—, sentencia: «Pedimos que sea católico. No vamos a pedir un musulmán, eso que lo pidan los musulmanes».
— Jesús ha sido el autor de vuestra liberación.
El párroco de la iglesia San Ignacio de Loyola, sede de la cofradía del Cautivo y Rescatado, alza la voz en el humilde templo de ladrillo blanco. Sobre el retablo, en este domingo de Ramos, ya lucen las insignias de la hermandad. Procesionará al día siguiente. Pero antes, la cofradía ha organizado un sencillo acto simbólico para otorgar a las dos presas el indulto. El sacerdote, vestido con una túnica también blanca y con la cruz trinitaria serigrafiada en el pecho, se ha hecho con el micrófono. Y observa a Santiana Pilares. Para ella, la cárcel ha quedado atrás.
Pedimos un católico. No vamos a pedir un musulmán, eso que lo pidan los musulmanes
Vicente Molina, de la cofradía de La Columna de Cabanyal (Valencia)
El juzgado de lo Penal número 4 de Palma de Mallorca la condenó en junio de 2013 a seis meses de prisión por narcotráfico. Pero el Consejo de Ministros perdonó a esta granadina de 24 años, madre de una pequeña de tres, en la primera tanda de 21 indultos concedidos este 2014 —se anunciaron 19 el 4 de abril y, una semana después, se les sumaron otros dos—. «Es que nosotros, desde un primer momento, hemos estipulado que sea una madre para la que pidamos el indulto», explica el secretario de la hermandad sevillana. Un requisito al que, en este caso, se añaden otros que comparte con la mayoría de cofradías: que no se traten de delitos de sangre o de violencia machista.
Así que la gran parte de los beneficiados se encuentran presos por «menudeo » de droga. En 2014, fueron 16 de los 21 agraciados por el Gobierno. Los cinco restantes cometieron un delito de lesiones; de falsificación de moneda; de falsedad en documento oficial e intrusismo; de falso testimonio; y de apropiación indebida —el director de una oficina de banco que robó 30.000 euros a un cliente, según denuncia la Fundación Civio—. El veinteañero Iván Rubio pertenece al primer grupo.
«Nada más saber que me indultaban se lo dije a mi madre. Ella fue la primera en enterarse», comenta el joven, condenado en 2010 a tres años de cárcel por «una tontería» cometida en 2007. «Es que no le quería decir nada hasta que no fuera seguro. No quería darle falsas esperanzas». Le quedaba aún un año por cumplir, según especifica Joan Payà, presidente de Les Set Paraules de Torrent (Valencia), la hermandad que solicitó la medida de gracia. «Supone una ayuda a quien prácticamente se encuentra ya reinsertado», añade.
Con las manos encadenadas y con el rostro oculto tras un capirote negro, Iván procesionó este martes junto a la cofradía. El exrecluso —»soy católico, pero no muy practicante»— recorrió las calles del municipio valenciano. Lo mismo tiene pensado hacer, aunque con la cara descubierta, Francisco Suárez, también indultado por el Ejecutivo. «No tengo nada que esconder», señala este vecino de Alboraya, de 40 años, condenado a tres años y medio por narcotráfico. Ya cumplió 18 meses. Y ahora lleva ocho fuera con la pulsera telemática. Saldrá este viernes con la Buena Muerte de Valencia. «Lo he hablado con mi mujer y no me importa salir destapado. Yo he cumplido mi condena».
«En cumplimiento del privilegio otorgado por el rey Carlos III»
La tradición del indulto en Málaga viene de hace siglos. De mediados del XVIII, cuando el rey Carlos III firmó una pragmática que permitía a la cofradía de Nuestro Padre Jesús el Rico liberar un preso cada año en su procesión del Miércoles Santo. «Y así lo hemos hecho desde entonces, a excepción del periodo de la Guerra Civil», subraya Antonio Martínez Piñar, el hermano mayor. Esta tradición se plasma en el propio BOE, donde el Ministerio de Justicia escribe respecto a la concesión de esta medida de gracia: «En virtud de exposición elevada en cumplimiento del privilegio otorgado por el Rey Carlos III». «Nosotros hemos tenido, en este tiempo, todo tipo de delitos. También de sangre», apunta el representante de la entidad católica. Al preso beneficiado este año, Sergio Carnero, lo condenaron en 2005 a tres años de cárcel por un delito de lesiones perpetrado en 2002. «Este hombre, de 30 años, lo cometió con 19. El ingreso en prisión ahora le ha truncado su vida, ya rehecha. Se había casado y tenía un hijo», apostilla el hermano mayor, que explica que Sergio entró el pasado noviembre en el centro penitenciario.
Dejar una contestacion