La crisis del hielo: por qué se están agotando los cubitos en los bares y supermercados

Hay siempre pequeños dramas en las casas: levantarse por la mañana, hacerse el café, ir a por el brick de leche de la nevera medio dormido aún… y agitarlo sin creer posible que algún listo anoche se la terminó de madrugada. O bien, llegar a casa en este verano insoportable, después de trabajar o de pasar el día en la playa, igual da, capaces de dar nuestros reinos por un vaso de agua… y encontrar que en el congelador no hay ni un mísero cubito que llevarse al vaso.

Esos pequeños bloques de hielo que ni los camareros de los bares parecían hasta ahora tener problemas en derrochar se han convertido este verano de consecutivas olas de calor en diamantes de agua, oro blanco, un lujo que corremos el riesgo de empezar a pagar de más si no somos cuidadosos, si lo convertimos en el papel higiénico del confinamiento o en el aceite de girasol de la guerra de Ucrania. No se ha desatado el furor por hacer acopio para el hogar, pero sí comienzan a faltar existencias de hielo, sobre todo en supermercados y, por consiguiente también en bares. Anda el sector revolucionado entre grandes y pequeñas empresas que, este año, no han podido producir como suelen entre febrero y mayo por los incrementos sufridos en los costes y porque no imaginaban que el verano de 2022 sería prácticamente un infierno.

Tras la crisis del hielo se esconde el alto precio de la luz, el del combustible -que ha afectado a la distribución- y el alto precio, también, del plástico, imprescindible para embalar el hoy apreciado tesoro que llega del frío. Añadan las altas temperaturas durante meses, olas de calor que se solapan y el auge del turismo y de la hostelería, sumado al gran número de fiestas, eventos, conciertos y ferias que se han celebrado en julio y se celebrarán este agosto. Hoy, si tiene suerte, no le cobrarán de más por los cubitos en el bar, pero mañana es imposible asegurarlo. Si tiene cubitera, abrácese a ella porque puede ser su mejor amiga durante este mes que comienza.

Dice José María Sánchez López, director de la fábrica de hielo que la empresa Procubitos tiene en Cembrero (Ávila), la más grande de Europa, que «la gente tiene espíritu post Covid, y en julio y en agosto han aumentado los conciertos, los eventos, las fiestas populares….». Procubitos, originaria de Cádiz y con otras cuatro fábricas en España, además de una en Alemania y otra en Italia, es la mayor empresa del sector en España. Y también la que pone en jaque a pequeños fabricantes como Hielokey, en Asturias, donde Ángel, su gerente, afirma que «hay mucho desabastecimiento por el calor, la humedad del norte y los costes…». Y coincide con su compañero de Ávila en que este verano «la demanda de hielo de las fiestas y los eventos ha sido exagerada». Tanto, que ayer mismo tuvieron que decir que no a unos clientes. No podían venderles hielo.

A casi 800 kilómetros de distancia, en la fábrica de hielo de Samoyedo, en Jaén, distribuyen cada día 230 toneladas de hielo. Afirman que en Andalucía «se está cobrando el cubito a 20 céntimos». «Cobran la bebida y el hielo aparte; lo sabemos por los tickets que nos llegan. En el resto de España no sé si también lo estarán haciendo, pero en Andalucía sabemos de sitios que sí».

La gente tiene espíritu post Covid y han aumentado los conciertos, los eventos, las fiestas populares…

Yoli, que trabaja en una cafetería del barrio de Tetuán, en Madrid, dice que aún no cobran por cubito -o por cubito extra, sea esto lo que sea con exactitud-, pero que no se sabe lo que podría pasar en los próximos días. El bar se llama La Estación y no tiene máquinas de hielo propias. La dependienta cuenta que «en los supermercados hielo ya no hay». «De momento no estamos cobrando extra, aunque nuestro gasto en hielo esté siendo superior. Algunos supermercados limitan la compra de hielo, y tenemos que trasladarnos en busca de las cantidades que necesitamos», explica.

Una escasez que también confirma, entre otros, Mariano Elías, gerente de Hielos Gallo, en Alcorcón (Madrid): «Sí que hay desabastecimiento porque en invierno lo que solíamos hacer era alquilar unas cámaras y almacenar el hielo, pero como el precio de la luz y el del plástico han sido tan elevados no hemos podido prevenir lo que venía. Muchas fábricas como la nuestra no lo han hecho», detalla. «No ha habido una crisis del hielo desde 2003, cuando también tuvimos un verano muy seco».

Como conviene no lanzar la voz de alarma, resulta conveniente atender al «cálculo mental» que ayer hacía Sánchez López en la fábrica de Ávila: «Entre nuestras cuatro plantas españolas producimos cada día nueve millones de cubitos, que sería el 20% de la capacidad productiva del país. Es decir, diariamente estaríamos produciendo unos 45 millones de cubitos». Por suerte no todos los españoles toman un hielo cada día, aunque no hay estadísticas al respecto, quién sabe el año que viene. El gerente de Samoyedo sostiene desde la fábrica jienense que «desabastecimiento como tal no hay, pero sí escasez, que no es lo mismo». Y atribuye la situación a las mismas causas que sus compañeros: «Verano, ola de calor y un turismo que se ha incrementado a niveles más altos que 2019, en pre pandemia, así como los costes, el precio de la luz y del plástico, que está al triple del año pasado». Pese a todo, en Samoyedo están al 70% de su producción. Y su responsable explica que el habitual almacenaje de cubitos durante los meses previos del verano se fue al garete porque «no podían asumirse los costes que conllevaba y por la incertidumbre de si seguiríamos en pandemia o no».

En el mismo sentido se expresaba ayer la Asociación de Supermercados de la Comunidad Valenciana (Asucova), que descartaba que «se vayan a producir problemas de desabastecimiento de hielo en cubitos o en picado en los hogares». También afirmaba que «la falta temporal de suministro en este producto es una cuestión puntual», una realidad agosteña que se ha traducido en que esta misma semana Mercadona haya empezado a limitar la venta de bolsas de hielo a un máximo de cinco o un saco por cliente, mientras que otros supermercados como Consum sólo permite dos bolsas por cliente y día. De momento no ha influido el ansia ciudadana porque, según declaraciones del director de Asucova a Efe, «los consumidores no están realizando acopio de hielo y la limitación viene derivada de la falta de suministro».

Mercadona ha empezado a limitar la venta de bolsas de hielo a un máximo de cinco o un saco por cliente

«Este es un negocio con altísima estacionalidad», contextualiza Sánchez López, que la semana que viene estará en otra planta española de Procubitos. «En cuatro meses, mayo, junio, julio y agosto se vende el 60% del volumen del año. Esto tiene una repercusión importante en el funcionamiento económico de las compañías. Hay que esperar a mayo para tener ingresos. Y se pueden tener problemas a ese respecto para hacer ciertos desembolsos. Algunos de esos desembolsos obligan a asumir costes energéticos y luego están los costes de almacenaje externo», prosigue Sánchez López.

Por si fuera poco, tanto la fabricación como el almacenaje requieren energía en grandes cantidades y para congelar se precisa una altísima potencia a la que hay que añadir los costes del transporte. «El impacto energético es grande. Y el crecimiento del coste de la energía ha complicado la situación. Si ya antes vas flojo y el coste se incrementa, todo se complica porque puedes no poder pagar la luz, que te la corten…», resume este profesional del sector.

Otro elemento que ha sumado complicación al viaje del hielo desde la fábrica a su cubata es que «se trata de un negocio con un nivel grande de proveedores, clientes estructurales (de todo el año) y otros estacionales, que han concurrido en estos meses». «Quizá ahora hay mucha tensión porque no se está repartiendo bien el hielo que hay. Hay un efecto especulativo porque se podría vender más, todos los clientes se quejan porque ven la oportunidad de vender a más clientes y duplicar ingresos», dice Sánchez, quien afirma que desde su fábrica se está dando prioridad a los clientes estructurales. «Tenemos que repartir lo que tenemos entre todos ellos, y se quejan porque quieren más», señala.

En la fábrica de Procubitos de Ávila se trabaja los siete días, en tres turnos, desde mayo hasta septiembre. Una capacidad productiva que, si se mantiene el stock, «es superior a la demanda». Y ese stock se vende en julio y agosto. Pero no ha podido generarse este año. «Aquí en Cembrero, 27 días al mes desde Semana Santa, hay 75 personas trabajando, pero ha habido olas de calor y se ha vendido un 50% más de lo que estaba previsto».

El incremento del coste de la energía ha complicado la situación. Si ya antes ibas flojo, pues ahora fatal

Los altos precios generalizados, un stock que se vende antes de tiempo y «una fiesta que también influye», tal y como también sostiene Mariano Elías desde Hielos Gallo, empresa que está distribuyendo fácilmente el doble de hielos que el año pasado. «Ahora, de noche, hay 30 grados en la calle y la gente está hasta las tantas en la calle, así que lo necesitan». Al otro lado, «fabricantes que ven cómo sus costes aumentan y cómo esto repercute en el precio de venta, pagando mensualmente la electricidad y evitando cortes de suministros, en meses de baja demanda». Además, el consumo de energía en este tipo de fábricas depende de la tecnología de la fabricación y de la capacidad de almacenaje, además del coste energético y el contrato de cada cliente. Por ejemplo: en hacer un cubito de hielo algunas de las plantas de Procubitos tardan una hora, por su avanzada maquinaria, y en el resto pueden tardar hasta siete. Parecido a lo que tarda la nevera de una casa.

Mientras, en Málaga, donde también hay una fábrica de hielo, Oscar Godoy, dueño del local de tapas El Clan, señala que este año está pagando entre un 10% y un 12% más por el hielo que el verano anterior. «Hay problemas de suministro, pero pagando más se puede conseguir. Lo que pasa es que, si se llama a un nuevo proveedor, no te lo vende porque no tiene suficiente».

Para Manuel Bustos, propietario de la fábrica de hielo malagueña Hicosol, la situación actual se veía venir. El sector, a su juicio, está «muy atomizado, poco profesionalizado y necesita una reconversión». «Los costes de producción se han triplicado en el último año y es un producto con un valor de mercado muy bajo», lamenta.

Otros fabricantes de Málaga llegan a decir que esta situación, unida a que cada año los veranos se adelantan más, les está «llevando a la ruina». «El calor comenzó muy pronto, prácticamente en abril, y a finales de mayo o principios de junio ya no había hielo y nos habíamos comido los que teníamos guardado en nuestras propias cámaras», dicen.

Como en esto del calor somos muy democráticos y solemos sufrirlo todos por igual, hay ejemplos desde cualquier rincón. Por ejemplo, en la Plaza de Callao de Madrid, donde un trabajador habla así: «No hay nada de hielo, aquí en el centro vuela. Especialmente este último verano ha sido así. El lunes llegaron 100 paquetes y el martes por la tarde ya no quedaba ninguno».

Fuente: elmundo.es (2/8/22) pixabay.com

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