Banyoles, Girona, un día claro de finales de diciembre, con sol, y energía, sobre todo para Gijsbert Huijink, cuya casa en medio del campo está literalmente forrada de placas solares. En la puerta está aparcado un Nissan Leaf, un coche 100% eléctrico y cubierto de polvo -quizás a la espera del primer túnel de lavado ecológico-.
En este verde rincón de la comarca que alberga el lago natural más grande de la Península no se huelen malos humos, salvo cuando se habla de las leyes del sector energético español. Entonces a este neerlandés de 47 años, alto, con gafas y camiseta reivindicativa, le salen por las orejas. «He intentado leer una ley y no puedo porque nada más empezar hace referencia a leyes anteriores, que a su vez hacen referencia a otras», se lamenta. «Creo que sólo hay unos cuantos abogados y expertos que saben qué se puede o no se puede hacer. Es un caos».
No parece que sus sensaciones sean fruto del choque cultural, aunque de su discurso, del que no se desvía un centímetro en una hora, se desprende que no le gustan los rodeos. Huijink es profesor en la Universitat de Girona y domina el castellano y el catalán. Con ayuda de sus alumnos, amigos y vecinos, en 2010 creó la primera cooperativa energética española, Som Energia, actualmente la de mayor crecimiento en Europa. Su objetivo era ayudar a cambiar el mercado energético español y, de momento, va por buen camino: en cinco años ha pasado de los 150 contratos iniciales a 30.000, el 58% en Cataluña y el otro 42% en el resto de España, y crece a un ritmo de 200 nuevos por semana.
Además, desde su fundación han aparecido otras ocho cooperativas energéticas más en España de similares características. Es un ejemplo de cómo transformar la mala leche que le generó la situación actual en buena energía. «Mi mujer y yo llegamos a Cataluña, compramos una casa y necesitábamos luz. Vimos que era más barato poner placas y baterías que conectarse a la red, que en España es muy caro. Pero entonces comprobé todas las dificultades que suponía el autoconsumo. Mientras que en otros países se incentiva, como en Dinamarca o en Alemania, aquí no hay regulación, es incomprensible». Y aclara: «Si me quería conectar a la red para rellenar las baterías y para volcar mi sobrante tenía que pagar un dineral. Eso obviamente está dirigido a frenar la eficiencia energética».
Vicens Adell, consultor con 15 años de experiencia en el sector energético, lo corrobora. «El gobierno acaba de regular el autoconsumo introduciendo una serie de peajes que en el sector llamamos impuesto al sol, que gravan la energía que se produce con paneles fotovoltaicos. Esto obstaculiza la suficiencia energética. En otros países, se incentiva. Se conoce como balance neto y permite a los autoconsumidores recuperar de la red la energía que han vertido sin pagarla». Facua-Consumidores en Acción emprendió en julio acciones legales por la aplicación ilegal de tarifas en el alquiler de los nuevos contadores. La Comisión Nacional de los Mercados y de la Competencia también advirtió en noviembre de este tipo de irregularidades.
Huijink decidió tomarse su revancha y fundar esta cooperativa sin ánimo de lucro que comercializa y produce energía verde. El ambicioso objetivo de Som Energia es «cambiar el sistema y llegar a un 100% de renovables. Nuestros socios compran la energía a través de nosotros, y queremos llegar a producir todo lo que consumimos y que sea verde con proyectos como el que hemos acabado este mes, la planta fotovoltaica de Alcolea del Río, de 8.800 placas», explica. En total, 1.600 socios han invertido: recogieron 800.000 euros en 1 hora y 40 minutos. Los socios producen aproximadamente el 6% de lo que consumen. Su volumen representa el uno por mil del mercado energético español, algo que «no molesta a los grandes».
En realidad, comenta Adell, «siguen existiendo pequeñas empresas generadoras idependientes, pero los que mandan son tres gigantes que tienen prácticamente todo el mercado, generación, comercialización y distribución».
Huijink espera, también, contribuir al cambio social sin el que, avisa, lograr lo acordado en la reciente cumbre del clima de París será imposible. ¿No son muchas cosas para una organización de su reducido tamaño? «En Holanda hay unas 25 o 30 cooperativas, en Dinamarca centenares y en Alemania unas 800. Allí buena parte de los productores son cooperativas, grupos de ciudadanos, gente individual con proyectos pequeños que ya influyen en la política energética de sus países».
Detrás de este holandés con camiseta se esconde un antiguo hombre de negocios que reconoce no ser un ecologista de los de toda la vida. «En España hace falta una auditoría de todo el sistema, ver quién gana qué, y por qué», dice. «Hay un gobierno supervisor muy débil, y empresas que hacen lo que quieren. No hay otro país donde ganen tanto: 8.000 millones de euros de beneficios en 2014 a pesar de la peor crisis de la historia».
¿Pero acaso el fenómeno de los lobbys no es mundial? «Sí, pero en España está muy presente. Pagamos un 40% de la factura que es un fijo, ¿por qué?», se queja el fundador de Som Energia. «Si no fuera por las trabas que ha puesto el gobierno en los últimos cuatro años, el autoconsumo sería muy competitivo. Si tuviéramos la misma estructura tarifaria de Holanda (cero fijo y 25 cm kw/h) podríamos poner placas en cualquier sitio. El oligopolio lo tiene muy claro: cada persona que pone placas en su casa, parcialmente, es un cliente perdido. Y en algún momento no tendrán clientes».
Fuente: Elmundo.es (10/1/17) Pixabay.com
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