Si nadie ama como los franceses, nadie se divorcia como los portugueses. A la hora de poner fin al matrimonio, nuestros vecinos ibéricos son tan expertos que más que “hasta que la muerte nos separe”, la fórmula debiera ser “hasta que firmemos ante el abogado”, dada la altísima tasa de divorcios que convierte a Portugal en campeón de Europa.
Por cada cien bodas, hay 64 divorcios en Portugal (en España la media son 57 por cada centenar), según constata Pordata, la base de datos del país, que usa también como referencia a Eurostat en este asunto. En la Unión Europea la tasa de divorcio ronda el 44%, solo para tener una idea. Los datos, en fin, dan cuenta de un fenómeno tan expresivo como curioso, y que a pesar de no ser nuevo, ha vuelto a estar de actualidad por un cambio legislativo de gran calado: los portugueses ya pueden volver a casarse, si quieren, el día después de divorciarse.
Es una suerte de barra libre para adictos al matrimonio en un país hasta ahora limitado por una norma arcaica. Hasta este agosto, cuando se promulgó el cambio del Código Civil, regía el “plazo internupcial”, que establecía 300 días de resignada espera para las mujeres y 180 días para los hombres que querían volver a contraer nupcias tras una separación. El desfase entre féminas y varones correspondía a deseos de proteger la “presunción de la paternidad”; en 300 días de soledad, si había embarazo podría atribuírsele al anterior cónyuge, en tanto que si el estado de buena esperanza llegaba después de la boda, no había dudas de que era fruto del nuevo marido. Tal era la lógica en 1966, durante la dictadura salazarista, cuando se aprobó el Código Civil, que ha sido modificado en multitud de ocasiones desde entonces.
Uno de los curiosísimos alivios a la norma era, hasta agosto, que las mujeres podrían gozar de la igualdad y esperar el mismo tiempo que los hombres si conseguían una declaración judicial en la que se acreditaba que no estaba embarazada o que no había tenido “un hijo después de la disolución, declaración de nulidad o anulación de la boda anterior”.
Y en medio de estas restricciones y sin grandes cambios de población, puesto que rozan los diez millones de habitantes desde 1990, los portugueses han conseguido ser los que más se divorcian de todo el continente, lo que no implica que hayan dejado de creer en las promesas de amor eterno. Desde hace un par de años, han remontado las bodas en el país, en un negocio que ronda ya los 800 millones anuales. El matrimonio cotiza al alza, aunque sea solo para llegar al divorcio.
Divorcio exprés: Facebook ante la suegra
La primera clave es que divorciarse en Portugal es más sencillo. Lo confirma el abogado Frederico Assunção, miembro senior del bufete Dantas Rodrigues & Associados, uno de los más buscados para poner fin a los matrimonios. “Desde la última gran alteración a la ley del divorcio ha sido más simple obtenerlo, porque fue creado un fundamento que sirve prácticamente para englobar todas las situaciones: el fundamento de la ruptura definitiva del matrimonio”, explica. Basta exponer que la cosa no tiene arreglo para que todo sea exprés.
“Es decir, si nos casamos durante las vacaciones de verano y al final de las vacaciones nos queremos divorciar y ambos estamos de acuerdo, lo hacemos rápidamente”. En este caso se tarda de 7 a 10 días, si no se tienen hijos menores de edad. “O incluso menos tiempo, depende de la agenda” en el Registro Civil, advierte. Si hay niños y hay acuerdo sobre el “régimen de relaciones parentales” que aplicará tras la separación, el proceso dura una media de 70 días.
Ya en el caso de que una de las partes no esté de acuerdo, el procedimiento se alarga porque va a los Tribunales de Familia “y ahí tenemos que probar los hechos que consubstancian esa ruptura definitiva del matrimonio y su intención de no retomar la vida en común”.
A partir de aquí el fundamento más utilizado es demostrar que ha habido separación “por más de un año consecutivo”. Pero la facilidad de trámites, aunque importante, no es la gran clave que explica que haya en tierras lusas más divorcios, sino el asunto económico. “La gran ventaja para divorciarse en Portugal está en el valor de las pensiones de alimentos tanto para los hijos como para el cónyuge (hombre o mujer), que son de las más bajas de Europa”.
¿Y los motivos? ¿Cuál es la bomba que lleva a decir basta? En Dantas Rodrigues & Associados observan entre sus clientes que “la interacción en las redes sociales, y las divergencias que de ahí resultan para la pareja, inician el fin de la relación y la pérdida de afectos”.
“Después vienen las quejas”, por ejemplo: “Fuimos a almorzar a casa de mis padres y él (o ella) pasó el tiempo hablando en redes sociales”, comenta Assunção. La crisis no entiende de épocas del año, aunque como ocurre en España es más frecuente después de vacaciones y de Navidad, “periodos más emotivos para las personas, que aprovechan el parón para reflexionar sobre sus vidas”. “Muchos sienten que las expectativas del matrimonio y la vida en común se malograron y deciden cambiar su vida”, comenta el abogado.
Un negocio de 800 millones
Las malas experiencias, por frecuentes que sean, no frenan a los portugueses a la hora de jurarse amor eterno. En 2018 hubo 34.637 bodas, entre parejas de sexo opuesto y del mismo sexo (legal desde 2010). El número crece desde hace dos años, y aunque esté lejos del pico de la serie estadística, conseguido en 1970 con más de 81.000, lo cierto es que ahora se gasta más.
El negocio ronda los 800 millones de euros anuales, según Exponovios, el centro de eventos de referencia del sector en Portugal. Una boda lusa cuesta en promedio 26.151 euros, mientras que las parejas más pudientes llegan con facilidad a los 38.000 euros en las celebraciones de lujo. Los especialistas advierten que es sencillo llegar a estas cantidades cuando se suman los “12 servicios o productos básicos”, que incluyen los clásicos fotografía y vídeo, luna de miel, vestido de novia y traje del novio, flores, alquiler del coche… y el convite y la tarta para 100 invitados, cifra que muchos matrimonios superan sin dificultad, multiplicando con ello el precio medio.
Desde Exponovios argumentan que los novios, que se casan por primera vez con unos 33 años en el caso de los hombres, y 32 para mujeres, tiene ahora más poder de compra y nivel de exigencia que hace veinte años y eso explica la escalada de presupuesto.
Ya no vale el salón-restaurante local, ahora debe ser una ‘quinta’ portuguesa clásica, que proporcione una “experiencia única”. Miles de empresas se dan codazos: son más de 40 subsectores de actividad los que están involucrados en esta industria, que genera casi el 0,5% del PIB nacional, según Exponovios.
Bodas masivas en Europa
Si los recursos son escasos, Lisboa tiene la solución. Cada año, el ayuntamiento de la ciudad organiza la boda de 16 parejas que se celebra el 12 de junio, día de Santo António, el casamentero nacional. La capital portuguesa celebra ese día el amor dando a las parejas, elegidas entre decenas de candidatos, la posibilidad de casarse por lo civil en el Ayuntamiento, o con ceremonia religiosa en la Catedral de la ciudad. Los gastos son sufragados por más de 70 patrocinadores que se encargan desde el vestido de la novia a la peluquería, fotografías y convite para veinte invitados por las parejas. También de la luna de miel.
La fiebre es tal que se crea una página web con fotografías y breve descripción de los novios de ese año para que los ciudadanos los conozcan, las bodas se retransmiten en directo por la cadena pública RTP y a la salida, ya convertidos en marido y mujer, son saludados por la tuna, que les entonan varias canciones. Una tradición que lleva más de 60 años uniendo parejas; se desconoce cuántas de ellas se han divorciado.
Fuente: Elconfidencial.com (6/9/19) Pixabay.com