Preocupa que la comida sea buena y abundante. Que Santa Clara tenga a bien corresponder con la gracia del buen tiempo a la tradicional ofrenda de huevos. Que nadie se dé a la fuga. Que los propios no se enzarcen con los ajenos. Son muchos los desvelos que conlleva la organización de una boda y que traen de cabeza a los contrayentes. Y si los novios fueran conscientes de que Hacienda puede llamar por sorpresa a su puerta hasta cuatro años después del enlace para pedir cuentas, serían aún más. Esto, aunque muchos no lo sepan, ocurre. La Agencia Tributaria se presenta sin invitación en el domicilio de los recién casados -o casados, a secas, porque en muchos casos pasan varios ejercicios fiscales desde la boda a la inspección-, sin previo aviso, con una petición de información que causa casi tanto miedo inicial como engorro posterior.
En la inmensa mayoría de los casos, lo que solicita Hacienda son las facturas de la celebración. De todo. Del vestido, del banquete, de las flores, del fotógrafo, del cuarteto de cuerda o el cisne tallado en hielo si lo hubiese, dependiendo de los gustos y del bolsillo de cada cual. Buscan información detallada sobre, por ejemplo, el número de comensales o qué servicios se pagaron en efectivo, para comprobar después que los negocios que participan de algo tan lucrativo como son las bodas han hecho las cosas bien. Así que su objetivo, más que comprobar las cuentas de los novios es inspeccionar a los proveedores.
No obstante, la sorpresa para las parejas es mayúscula. Y no es para menos porque, en realidad, ninguna -o casi- tiene todo en regla. Para empezar y aún en el caso de haberlas pedido en su momento, muchos no guardan las facturas que se les exigen, por lo que comienza una larga travesía por el desierto para conseguir los papeles.
«De repente, llamaron a la puerta. Era una mujer, muy amable, exigiéndome las facturas de mi boda, que fue en el año 2016. Esa misma semana, Hacienda también fue a casa de unos amigos que se habían casado dos meses después», cuenta una entonces novia, ahora casada, que se puso en contacto con EL COMERCIO. No consiguió cumplir con todos sus requerimientos. «Ya no guardaba nada. Conseguí algunas facturas, como la del restaurante, pero otras ni me las han mandado ni me las mandarán. No han sido muy duros: me han dicho que si consigo más información se la reenvíe», explica esta mujer.
El susto de los novios está justificado. Porque, con la ley en la mano, todos deberían haber tributado por sus regalos de boda, según lo estipulado en cada comunidad autónoma para el impuesto de donaciones. Esa es la teoría. Y no existe un mínimo exento, así que si la abuela le mima con un billete escondido en el puño por Navidad, también debería declararse como una donación. Pero, en la práctica, nadie lo hace. Y Hacienda, por lo general, no lo persigue. «Salvo que te regalen un piso o cantidades muy altas no se comprueba», confirma Carlos Cruzado, presidente de los técnicos de Hacienda.
Así que, en principio, el regalo tradicional o el sobre con algunos cientos de euros no debería suponer ningún problema. Comprobar el origen de los regalos en especie -la mítica vajilla o el jarrón chino- es muy complicado.
Y, aunque cada vez es más habitual facilitar a los invitados un número de cuenta en el que traducir sus buenos deseos en generosos ingresos, mientras no se trate de grandes cantidades tampoco estos generarán alarma. Pero, ojo: «Sí puede llamar la atención de la Agencia que de repente se hagan grandes ingresos en una cuenta que provoquen un importante incremento de patrimonio no justificado. Que aparezcan muchos miles de euros de la nada siempre puede generar cierta duda y si se acredita que son regalos de boda, en teoría, deberían haber tributado por ellos», advierte. Pero tranquilos, se trata de bodas, por lo general, de muy alto copete, que no se corresponden con el perfil habitual. No sobra conocer la ley y recordar, por ejemplo, que Hacienda tiene acceso a la información bancaria de las transferencias que superen los 3.000 euros. O de los movimientos de los billetes de 500 euros. Toda precaución es poca. Así que en atención a las recomendaciones de los asesores fiscales sean felices, pero no olviden pedir la factura de las perdices.
Fuente: Elcomercio.es (14/5/19) Pixabay.com