Sólo Deutsche Bank, ING Direct o el recién llegado Banesco mantienen plaza en el negocio con particulares de la veintena de entidades foráneas que lo intentaron. Barclays se repliega. La venta de su negocio de banca minorista a Caixabank es el enésimo desmantelamiento de una entidad extranjera, ya que tras cuarenta años limitará la operativa a la banca de inversión.
Desde Londres etiquetaron con un «a desinvertir» su negocio retail aquí, en Francia e Italia, y proyectaron reducir la plantilla en 14.000 trabajadores en todo el mundo para enderezar la menguada rentabilidad. Los escuálidos márgenes dejados por la crisis, exigencias draconianas de capital y saneamientos, multas milmillonarias por operativas o ventas de productos consideradas irregulares, dan la puntilla.
Pero es la historia, en otro capítulo, de la banca extranjera en España, incapaz de hacerse un hueco en un mercado harto agresivo y competitivo por la defensa numantina del sector nativo, que rara vez les ha permitido ocupar un espacio superior al de forma de nicho (como la banca de inversión, el único campo que dominan por falta de especialización del español).
Hace escasos dos meses era Popular el que amarraba la compra de la actividad retail de Citi. Operación en la que ha comprometido 490 millones (240 millones en pago por la actividad y el resto en provisiones y refuerzo de capital para asumir el nuevo negocio) y con la que sumó 1,1 millones en tarjetas de crédito y 2.300 millones de euros en gestión.
En banca doméstica, que es la que realmente funciona aquí, apenas resisten Deutsche Bank e ING Direct, con la incorporación reciente del venezolano Banesto -compró Etcheverría y Novagalicia- y el fondo estadounidense Apollo, propietario de Evo Banco, filial online de la entidad gallega. Queda la incógnita del portugués Banco Espírito Santo (BES), más enfocado en clientes de alta renta, tras haber sido rescatado con una inyección de 4.900 millones, que le abocaabuscar nuevo dueño para devolver las ayudas.
La crisis, la más grave que se recuerda y con pérdidas superiores a la Gran Depresión de los años 30, arruina su incursión por la dramática cirugía prescrita por las matrices para salvar los muebles a escala global. Pero es sólo el penúltimo capítulo. Por el camino abandonaron, con salida total, su venta o reducción al mínimo de la red en negocio retail Crédit Lyonnais, Natwest, Lloyd’s, General Electric, San Paolo o Abbey National Bank.
Los inicios
Los asentamientos primigenios de firmas foráneas se retrotraen a finales del XIX, cuando paradógicamente llegaron a tener un control casi absoluto de las finanzas. La oportunidad de promover empresas industriales, fundamentalmente ferroviarias y mineras en una economía en desarrollo atrajo capitales, sobre todo franceses.
La creación del Banco Hipotecario en 1873 se gestó de la relación del Ministerio de Hacienda con el Banco de París y Banco de Países Bajos. Otro ejemplo es Banco de Madrid, fundado por Credit Industrial et Commerz y la Banque Franco-Egyptienn. Hasta Banesto, hoy integrado en el Santander y que tuvo incluso sede parisina, se fraguó en 1902 en colaboración con entidades galas que aprovecharon la conexión política para instalarse en la Península.
Todo cambia de forma brutal con la dictadura de Primo de Rivera. Se nacionaliza buena parte de las firmas y el paso se les cierra de manera definitiva con el proteccionismo emergente en la Guerra Civil, por temor a un control de enemigos en sociedades, en apariencia, nacionales.
El escenario vuelve a mudar, como un péndulo, dos décadas después, cuando casi habían sido expulsados. El Gobierno replantea la posición por necesidad. En el pack de medidas del Plan de Estabilización de 1959, que buscaba reanimar la economía, romper con la autarquía del franquismo y reabrir el país al exterior, se persigue la entrada de capital foráneo.
La Ley de Bases de Ordenación del Crédito de 1962 allana el camino al abrir un sector cerrado y fuertemente intervenido, y la compuerta se destapa definitivamente con la Reforma Fuentes Quintana en 1977 y la ley de 1979, que dio libertad a las cajas y estimuló un desembarco masivo de la banca extranjera -en ese momento los bancos nacionales copaban el 82 por ciento del mercado de crédito y el 70en depósitos-. Algunos estaban ya aquí, aunque casi durmientes, porque operaban con oficinas de representación desde los años 60.
Con las medidas del Gobierno conformado por Adolfo Suárez se instalaron Morgan Guaranty Trust, Chase Manhattan o Citibank de Estados Unidos, y desde Europa, Deutsche Bank, Barclays, National Westminster (Natwest), Dresdner Bank, Banque Nationale de Paris (BNP). Poco después, llegaría Chimical y Continental Illionois o Commerzbank a sumarse a otros que ya estaban como Crédit Lyonnais, Banco de Londres, la Banca Nazionale del Lavore o Société Générale. Pero apenas podían abrir dos o tres sucursales y su actividad estaba limitada en captación de depósitos, algo que les pasará una gruesa factura más adelante.
Un nuevo impulso tiene lugar en 1980. La patronal AEB -entonces denominada Asoban-, presidida por el exconsejero delegado del Banco Popular, Rafael Termes, tendía la mano y la banca extranjera aceptaba su integración en la asociación. El gran revulsivo llega con la entrada de España en la Comunidad Económica Europea en 1986, al adoptarse una ley que liberalizaba el sector y le ponía en pie de igualdad con las empresas autóctonas. Destacó Citi, BNP Paribas o Barclays, en un ranking ya liderado por los siete grandes: Central, Vizcaya, Banesto, el Hispano, Bilbao, el Santander, el Exterior, y al que se unía un Popular que había salido reforzado de la dura crisis encajada entre 1977 y 1985, que se llevó por delante a la mitad de la industria, abatida por una morosidad galopante con el colapso del tejido industrial.
Los extranjeros avanzaron desde sus oficinas de representación para rebañar negocio con particulares, a golpe de talón, confiados en unos sistemas más avanzados que las entidades domésticas no tardaron en batir. De hecho, su irrupción sirvió al sector nacional para modernizar estructuras y situarse a la cabeza en tecnologías, además de aprender a diseñar productos sofisticados como los derivados y cartas comerciales.
Seducidos por el prometedor negocio en un país recién incorporado a lo que hoy es la Unión Europea, las matrices autorizaron notables inversiones, aprovechando que la banca local quería deshacerse de ciertas enseñas. La Banca Nacional de París (luego BNP) adquirió en los ochenta la Banca López Quesada; el Santander vendió Banco Comercial Español y Banca Jover a Crédit Lyonnais; el antiguo BBV, colocó el Banco de Extremadura a la portuguesa CaixaGeral, que también compró a Argentaria el Banco Simeón e implantó el Banco Luso Español. Banesto acordó la venta del Crédit Catalá con el Instituto San Paolo de Torino. Otro que se sumó a la carrera fue el británico NatWest Group. En 1985 decidió entrar con la adquisición de Banco de Gerona, al que redenominaron NatWest March porque su capital se repartía por mitades entre el británico y Banca March, hasta que en 1989 NatWest se quedó con el 50% que no poseía.
Es por entonces, a mediados de los ochenta, cuando llega la banca de inversión, el único campo donde son fuertes por ausencia de especialización de la industria local. Se instalan firmas como Goldman Sachs, First Boston, Salomon Brothers, Citi, Morgan Stanley y Kleinwort. Algunas desaparecen por su concentración (Citigroup, por ejemplo, fusionó Salomon Smith Barney) y casi todas siguen hoy.
Pero a mediados de los ochenta comienza a encarar los primeros apuros. Y es que una normativa, que les impedía captar más de un 40 por ciento de depósitos en relación al crédito, les fuerza a ir de forma masiva al interbancario y cuando en 1982 se encarece, la alta dependencia de tesorería del sector nacional muestra su frágil posición. Aun así, en 1987 se estima que copaban ya el 14 por ciento de los activos financieros y hasta un 25 por ciento en la banca con empresas, donde penetraron mejor.
Al inicio se limitaron a la banca corporativa por su escasa red y la preferencia de los ciudadanos a operar con enseñas nacionales y sucursales próximas. Precisamente esta es la situación que les empujó a comprar entidades y arriesgar ofreciendo mayores rentabilidades en los depósitos para atraer clientela.
El estrechamiento de los márgenes, causado por la paulatina bajada de los tipos de interés a partir de 1995, asesta un golpe brutal e hizo que muchas hiciesen la maleta por orden de las matrices, que habían dilapidado grandes sumas en inversiones poco o nada productivas.
Sin apenas rentabilidad
Algunos de esos grupos extranjeros apenas rentabilizaron su incursión, arrinconados a nichos de negocio, cuando las cajas protagonizaban el mayor despliegue, facilitando curiosamente su salida.
En 1997, el italiano San Paolo deja el país, tras vender su negocio a Caja del Mediterráneo (CAM), adjudicada a finales de 2011 al Sabadell. Francia sale en auxilio de Crédit Lyonnais y Bruselas impone desinversiones: vende en 1999 el Banco Comercial Español a Caja Duero y Banca Jover a Caja Madrid. El Natwest, que también había tomado el Asturias y llegó a tener más de 900 empleados y 115 sucursales, acaba en posesión de Banco Sabadell en 1996, grupo que más tarde compraría el Atlántico a un accionariado árabe-español, el Banco Urquijo al grupo belga KBC o más recientemente Lloyds Bank. La CAM también se queda la red del hipotecario británico Abbey National, y Bancaja con el Banco Sindicato de Banqueros de Barcelona (Sindibank) del grupo Banca Montedei Pashi di Siena y la Banca Toscana.
Por aquel entonces sólo Barclays, el que más esfuerzos e inversión ha comprometido por hacerse hueco en la banca doméstica, Citi, BNP y Deutsche conservaban una posición, pero toca reinventarse para buscar la especialización, de negocio o cliente.
Irrupción del modelo ‘online’
Un ejemplo llega en 1999, con la irrupción de ING Direct. Su estrategia sin sucursal y altas retribuciones pronto le permitiórobar tal volumen de depósitos y clientes, que el sector se quejó al Banco de España por el ingenio del banco holandés de fraccionar las transferencias para ahorrar comisiones al cliente.
Otros como Lloyd’s, Boursoramae, incluso Paribas, con su filial Cortal, hicieron tempranos ensayos con el canal online en un intento de sacar ventaja vía precios, sin gran éxito. Junto a ING, solo tres entidades lograron afianzarse. Deutsche Bank, Citibank y Barclays, aunque reenfocados en rentas medias.
Los tres casos cumplen el guión de toma deposición con compras y ajustes en la estrategia sobre cómo atacar el mercado. El británico recibió autorización para operar en 1974. En 1982 compró Banco de Valladolid, al que sumaría en 2003 el Zaragozano, con la intención de ampliar negocio a toda la clientela, deseo frustrado en esta crisis, que le ha obligado a volver a centrar el foco en rentas altas. Citi abrióoficina de representación en 1917, en 1979 inauguró la primera sucursal y en los ochenta se quedó el Banco de Levante.
Deutsche entró en 1889 en una alianza con un grupo de banqueros para dar financiación a proyectos energéticos, aunque no fija filial definitiva hasta que en 1994 se queda Bancotrans, al que sumaría Banco Madrid, del que luego se desprende. El 1999 se convierte además en agente financiero de Correos y lanza en 2006 BanCorreos, con el que sigue operando.
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