Enseñar en tiempos del coronavirus: El profesor que pagó la conexión a un alumno «para no perderlo»

José García sabe muy bien lo que es pelear para esquivar un destino escrito. Nacido en el barrio gaditano de La Viña, el empeño de sus padres hizo posible que pudiese ir a la Universidad y escapar al futuro marcado por el código postal y que arrastró a las calles a algunos conocidos. A sus 45 años es profesor de Tecnología en el IES Francisco Romero Vargas, ubicado en la parte sur de Jerez de la Frontera, una zona complicada, nada sencilla para un docente, pero con un alumnado con el que se identifica y donde cada progreso educativo es una gran victoria. Un paso hacia una vida mejor. Por eso, cuando supo que uno de sus estudiantes no podría seguir las clases tras decretarse el estado de alarma, no dudó en pagarle de su bolsillo la conexión de internet para no perderlo. Una situación derivada del nuevo contexto educativo sobrevenido por la pandemia del coronavirus y en el que, de distinta manera, se desenvuelven los docentes tras el cierre temporal de los colegios e institutos. Así se las apañan para enseñar las asignaturas.

«La primera semana de confinamiento prácticamente fue de autoformación. Búsqueda de programas para poder impartir las clases, aprender a utilizarlos y adaptarlos a las características de cada materia», relata García, quien construyó una estructura de madera, a la que acopló una cámara deportiva, para poder retransmitir en directo la explicación de los ejercicios de su clase de Tecnología. Una singular pizarra que combina con recursos informáticos como Zoom -sin duda alguna, la aplicación del confinamiento, porque permite hasta un centenar de videoconferencias simultáneas-, Google Classroom o Moodle, recomendado por Educación, pero cuyo manejo «es más complicado».

No hay una premisa común. La asignatura condiciona notablemente el desarrollo de la clase y la forma de impartirla. José explica que hay profesores de Historia que únicamente precisan de una webcam, mientras que una compañera suya utiliza una red social como Instagram para explicar las lecciones. Marcos Jiménez, maestro de 3º y 4º de Primaria en el CEIP Escultor César Molina Megías, en el municipio granadino de Churriana de la Vega, se apoya en tutoriales, envía tareas por correo electrónico y supervisa con los padres su realización, entre las numerosas cosas que deben hacer. Pero todos coinciden en que, tras un par de semanas de tanteo, y la prolongación del estado de alarma, «hemos tenido que buscarnos las papas» para cumplir con el temario.

La educación online, el gran paradigma de este vuelco del sistema educativo convencional, no solo ha supuesto un cambio a la hora de impartir las materias, también ha modificado la preparación de las clases y ha prolongado la jornada de los docentes más allá del horario habitual. Son muchos los que la tarde antes preparan vídeos o ensayan la lección a impartir por videoconferencia, y la predisposición a adaptarse a las necesidades de los progenitores hace casi imposible desconectar.

Marcos, casado y padre de dos pequeños, recuerda que «nosotros también somos una familia confinada». «Tengo que dar las clases, corregir, ayudar a mis hijos, salir a hacer la compra y atender las tareas del hogar», incide, antes de poner un ejemplo de cómo ha cambiado su día a día: «Aprovecho el rato en el que paseo a los perros para buscar tareas que enviar a los alumnos». «Tango la sensación de que le dedicamos más tiempo y nos cunde mucho menos».

Estefanía Segura, profesora en el CEIP Benyamina de Torremolinos (Málaga), coincide con su compañero al afirmar que las jornadas se han vuelto maratonianas. Profesora de 5º de Primaria, conciliar trabajo y familia es un ejercicio de equilibrio que únicamente consigue robándole horas al sueño. «Madrugo y aprovecho que los niños -es madre de tres- están dormidos para poder grabar los videos para mis estudiantes», explica, para seguidamente advertir de que las necesidades de atención individualizada que precisa este tipo de enseñanza ralentiza el trabajo. «En clase, con una explicación puedes resolver la misma duda a cinco alumnos; ahora, debes aclarársela uno a uno».

Seguridad, abstentismo y «pobreza informática»

Este nuevo contexto lectivo, en el que los dispositivos electrónicos son una herramienta imprescindible, genera dilemas entre algunos docentes, quienes se dirigen a menores que están en un espacio de privacidad como su dormitorio y que en ocasiones asisten al aula virtual en pijama. José García ha establecido un protocolo que sigue a rajatabla: «Les pido que conecten la cámara mientras paso lista y, una vez he terminado y va a dar comienzo la clase, deben apagarla y sólo dejar encendido el micro para que puedan preguntar». Únicamente durante los exámenes es cuando este docente solicita que la videoconferencia no se interrumpa. El escolar debe hacer una fotografía del resultado de la prueba y enviarla a su profesor, que adopta las medidas necesarias para no ser engañado.

Una de las principales preocupaciones de los docentes es evitar que aumente el absentismo, lo que ha transformado a los tutores en cuasi detectives que tratan de localizar a los alumnos que no dan señales. «Están haciendo una labor titánica«, destaca el profesor del IES Francisco Romero Vargas, quien reconoce que ha perdido la pista a «más de 50 de mis estudiantes». «Han pasado tres semanas desde que se suspendieron las clases, y los vamos rescatando a cuentagotas», añade, para incidir en las dificultades que tienen para localizarlos. «Entre los profesores nos vamos preguntando, consultamos a los compañeros de clase, seguimos pistas hasta dar con algunos de ellos».

En el caso de Primaria, este fenómeno tiene poca incidencia, ya que depende notablemente de la implicación de los padres. Estefanía señala que los protagonistas de los episodios que se registran suelen ser escolares que arrastran un historial de comportamientos similares, como un menor a cuyos progenitores no pueden localizar desde mediados de enero por sus continuos cambios de número de teléfono.

Estos casos pueden verse condicionados con que José denomina «pobreza informática». Un concepto con el que describe las dificultades que tienen algunos estudiantes para acceder a los dispositivos electrónicos necesarios para seguir las clases. «No todas las familias tienen los mismos recursos, la situación de cada alumno es distinta», agrega Marcos, que cuenta el caso de una pequeña «con un nivel académico genial» y que tiene dificultades para seguir las clases porque en su casa tienen un único sistema de conexión: un teléfono móvil, «que comparten entre todos y al que se le agotan los datos».

«Tengo el caso de un chiquillo cuyos padres están jubilados y sólo cobran la pensión no contributiva. No tenía móvil, ni ordenador, ni ningún otro dispositivo, así que un compañero le regaló una tablet que tenía en casa para que pudiese seguir las clases. Pero nos encontramos con el problema de que tampoco tiene conexión a Internet», relata el profesor de Secundaria, que se topó con los filtros de la administración para dar una solución a este alumno: «Solicité a la dirección del instituto que le facilitara el acceso a la Red, pero el proceso de contratación era tan complejo, que al final opté por pagarlo de mi bolsillo». «Es un chaval que asiste todos los días a clase, que tiene interés y presta atención. No podía dejarlo tirado», se justifica innecesariamente.

La carencia de estos medios «agranda la brecha» entre los niños que tenían más dificultades de aprendizaje y el resto del aula, asevera el maestro de Granada.

Asimilación de contenidos

¿Pero es efectivo este improvisado sistema de enseñanza es efectivo? La asimilación de conceptos dependerá mucho del compromiso del alumnado. Marcos Jiménez apunta que, para estos estudiantes, «el smartphone es una extensión de la mano», pero advierte que «es muy diferente saber utilizarlo para construir aprendizaje». «Opino que la cercanía del maestro es más efectiva. En el sistema a distancia hay muchos estímulos, pero no se le saca todo el jugo a la materia». Estefanía Segura, por su parte, sí ha percibido que sus alumnos son más reflexivos y empáticos, impregnando sus textos con las sensaciones que les despierta la pandemia.

Estos profesores trabajan para tratar de explicar las materias de una forma imaginativa que atrape al estudiante. El primero, por ejemplo, enseña Lengua con una chirigota sobre el coronavirus -«tienen que hacer un dictado, un resumen, identificar adjetivos…»-, y su compañera de CEIP Benyamina, por su parte, pide a sus escolares que graben vídeos recomendando la lectura de un libro o que realicen tareas relacionadas con el impacto de la pandemia, como su influencia en la naturaleza y el mundo animal.

No obstante, la mayor preocupación para estos docentes son los contenidos y las lecciones que se pueden quedar sin impartir. Los de Primaria confiesan que se sienten menos presionados en este aspecto, porque ya habían completado dos trimestres lectivos y en esta etapa educativa es más fácil recuperar materia al ser casi una evaluación continua. «Al fin y al cabo son dos meses de su vida. Seguro que les molesta más no poder hacer la comunión», bromea Marcos, mientras que Estefanía explica que ha seleccionado los contenidos más sencillos y los ha adelantado, «por si volvemos en junio explicar de forma presencial los más complicados».

La situación es mucho más compleja en Secundaria y Bachillerato, donde la dificultad de las asignaturas se incrementa y en el horizonte inmediato se divisa la Selectividad. «Me consta que en segundo de Bachillerato están muy agobiados y preocupados. Son chicos que han mostrado un interés por seguir estudiando, que quieren cursar una carrera universitaria y que se la van a jugar en un examen que, a día de hoy, no saben cómo va a ser», manifiesta José García, que afirma que sus compañeros «han tenido que llamar a la calma a los alumnos de este curso».

Las dudas sobre cómo concluirá el presente curso se extienden por la comunidad docente. «No sabemos nada», señala este último profesor, «se habla de un un regreso escalonado, pero me pregunto cómo se va a hacer eso en centro en los que hay 800 alumnos y cuando aún está latente una situación de riesgo».

«Si volvemos es para cerrar el curso administrativamente», añade, para plantear otra de las cuestiones que deberán afrontar: ¿Cómo puntuar a los alumnos? Después de que el Consejo Escolar del Estado descartara el aprobado general, suprimir las repeticiones de curso y prolongar el año lectivo hasta julio, todo apunta a que el peso de la nota final recaerá en el primer y segundo trimestre y la dinámica general del estudiante.

Fuente: Elmundo.es (10/4/20) Pixabay.com

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