Son las 15.30 horas y los altavoces emiten un agudo pitido. Es el preludio de la música pop china que se adueña durante media hora de la gigantesca fábrica que ZTE, el noveno fabricante mundial de teléfonos móviles en el primer trimestre del año, tiene en su cuartel general de la sureña ciudad de Shenzhen.
Las máquinas se detienen de golpe y la machacona melodía parece convertirse en una nana para muchos de los 2.600 jóvenes trabajadores que, como si dispusieran de un botón mágico, se duermen inmediatamente en sus puestos de trabajo. “La siesta aumenta la productividad y mejora el estado de ánimo de los empleados”, justifica Hou Wenwen, responsable de las instalaciones.
Sin duda, la planta productiva dista mucho del imaginario colectivo asociado a una fábrica china: aparece limpia y ordenada, y está equipada con la última tecnología. Los trabajadores, por su parte, reconocen -fuera de las instalaciones y sin que sus supervisores estén presentes- que son tratados dignamente. “Nadie cobra menos de 3.000 yuanes (360 euros, 150 más que el salario mínimo de Shenzhen), y los horarios se respetan. Claro que, cuando la carga de trabajo es grande, hay que hacer bastantes horas extra. Y lo agradecemos, porque supone más dinero a fin de mes”, comenta entre risas un joven de la provincia central de Sichuan apellidado Li. “Eso sí, la normativa es muy estricta”.
Para acceder a la fábrica hay que vestir ropa antiestática, cruzar varios controles de seguridad, despojarse de todos los aparatos que puedan tomar imágenes o guardar información, pasar por debajo de un detector de metales, y someterse al desagradable soplido de un túnel contra el polvo. De esta forma, no es de extrañar que pocos decidan salir para tomar el aire en los 30 minutos de descanso. La mayoría son emigrantes rurales como Li, así que, quienes no deciden echar una cabezada, entablan animadas conversaciones sobre sus lugares de origen.
A las 16:00 en punto cesa la música, se abren todos los ojos, y las cintas transportadoras de las líneas de producción vuelven a ponerse en marcha. En cada una nacen hasta 6.000 nuevos teléfonos al día y, ahora sí, los trabajadores ni se miran. Las carcasas se van llenando de circuitos, chips, tarjetas. Al final de la línea, un grupo de empleados enciende y apaga los terminales, prueba la cámara y la pantalla, y habla al micrófono. Un pequeño porcentaje de los que pasan todos los controles acaba en los adyacentes laboratorios de calidad, donde son sometidos a todo tipo de pruebas: resistencia a golpes, baños con agua dulce y salada, oscilaciones térmicas brutales, respuesta a descargas de electricidad estática, y un largo etcétera de condiciones extremas. De los terminales que llegarán a los consumidores, un 43% se venderá fuera de China, el porcentaje más elevado de todas las marcas locales.
ZTE ha lanzado también la primera videoconsola china -FunBox-, ultima un proyector portátil para ver películas en el techo, y ha conseguido triplicar en el primer trimestre de 2014 los beneficios del mismo período del año anterior hasta alcanzar los 622 millones de yuanes (74 millones de euros),
El año pasado, ZTE produjo 42 millones de teléfonos móviles con su propio logotipo y un número indeterminado de terminales para otras marcas, cuyos nombres declinan desvelar. Y eso es solo el comienzo, porque los nuevos directivos que han tomado las riendas de la empresa para convertirla en uno de los principales líderes mundiales del sector esperan que esa cifra aumente este año hasta los 60 millones, y que en 2016 sean 40 millones más. “Estamos convencidos de que la popularización de los terminales 4G y 5G impulsará una nueva era, a la que llamamos Smart 2.0, que estará marcada por el control de los aparatos a través de la voz y en la que los fabricantes chinos pueden liderar el mercado como hicieron primero Nokia con el GSM y después Apple y Samsung con el 3G”, apunta Xuezhong Zeng, vicepresidente de ZTE y director del departamento de Terminales.
Para conseguir ese éxito quiere aprender de la estrategia de Apple. “Nuestro objetivo es reducir en un 40% el número de modelos de nuestro catálogo, concentrarnos en su calidad, y aumentar otro 40% las ventas de nuestros productos ‘premium’. Así, confiamos en estar ya este año entre los cinco principales fabricantes en todos los continentes”, explica Zeng. “Además, queremos reducir en un 10% anual el número de terminales que vendemos en conjunción con las operadoras de telefonía para hacernos fuertes en el mercado libre, que ahora supone únicamente el 30% de nuestras ventas”.
Nadie cobra menos de 3.000 yuanes (360 euros, 150 más que el salario mínimo de Shenzhen), y los horarios se respetan
Con el propósito de hacerse atractiva para los usuarios de productos de gama alta, ZTE ha inaugurado centros de innovación y diseño por todo el mundo y ha lanzado una nueva marca: Nubia. De momento, en China está logrando su objetivo gracias a la inesperada, pero inestimable, ayuda de la primera dama del país, Peng Liyuan, que ha conseguido la inmediata popularización de Nubia con la fotografía en la que aparece durante un viaje oficial fotografiando una escena con uno de estos aparatos.
ZTE ha lanzado agresivas campañas de publicidad para sus nuevos buques insignia: el Grand SII, considerado el aparato 4G más rápido del mundo, y el Nubia X6. Este último es un gigantesco phablet de 6,4 pulgadas de pantalla, equipado con un procesador Qualcomm Snapdragon 801 a 2,5 Ghz. y hasta 3 gigas de memoria RAM, que redefine el límite del tamaño hasta el que un aparato puede considerarse un teléfono.
Zeng avanza que Nubia se estrenará en Europa el tercer trimestre del año, y que algunos de los nuevos modelos contarán con el sistema operativo de Firefox como alternativa a las versiones de Android. “Llegaremos con teléfonos cuyas características pueden competir con los de Apple y Samsung, pero que solo cuestan un tercio de su precio”. Claro que no serán los únicos. Conscientes de la ventaja comparativa que les da poseer la principal base manufacturera del mundo, las marcas chinas preparan su desembarco mundial en la gama alta.
Huawei fue pionera con su línea Ascend, y pronto se le sumará OnePlus con el esperado One, que comenzará a venderse este mes en España por 299 euros. Xiaomi, que solo exporta un 3% de sus teléfonos a pesar de que se ha convertido ya en el sexto mayor fabricante a nivel global, prefiere avanzar poco a poco en su internacionalización y se centrará de momento en el continente asiático, donde India destaca como uno de los mercados más jugosos. “En cualquier caso, las marcas chinas están obligadas a innovar para tener éxito”, sentencia Zeng.
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