El Ayuntamiento de Vélez-Málaga alquila a Sidney los vagones de la línea que cerró hace un año. El tren deficitario supuso una inversión pública de 32 millones.
La cochera es una nave industrial cualquiera frente a un centro comercial a las afueras de Vélez-Málaga, en la Costa del Sol. Dentro, siete operarios dan el último repaso a los próximos tranvías de Sidney. La mayor ciudad de Australia se los ha alquilado a este municipio de 77.000 habitantes, que ya no puede pagar su funcionamiento, según su Ayuntamiento. “Los australianos vinieron y fueron muy exigentes con los cambios que pedían. Los asientos, que eran verdes, ahora son de los colores de su bandera: rojo y azul. Los botones de emergencia tienen que estar más bajos para que alcancen los niños, y las barras las pidieron amarillas”, cuenta Óscar Peña, responsable de mantenimiento de estos equipos en una filial de CAF, la empresa fabricante. A mano aplican el disolvente que deja lustrosos los motores de los tranvías. En la cabina, unas pegatinas negras con los rotulos en inglés tapan el originial en castellano. En julio, las dos primera máquinas embarcarán hacia Australia.
Con la travesía en barco culminará la rocambolesca historia del primer tranvía moderno de Andalucía. Todo comenzó hace más de una década, cuando el entonces alcalde, Antonio Souviron (PSOE), propuso construir un tranvía que cubriera los 4,8 kilómetros que van del municipio a la pedanía costera de Torre del Mar, un rincón como tantos de la zona, con buen clima, chiringuitos y una amplia selección de prensa británica.
El proyecto lo tiene todo: es ecológico y moderno. La Junta de Andalucía, también del PSOE, está ya embarcada en planes de tranvía y metro en Sevilla, Málaga, Granada, Jaén y la bahía de Cádiz. En 2002, la Junta acuerda pagar los 32 millones de la obra y el Ayuntamiento se compromete a comprar los tranvías y encargarse de la explotación, que supone aportar 50 céntimos de euros de subvención por viajero. La primera fase se inaugura en octubre de 2006. El primer año no fue mal. El tranvía transportó 922.135 viajeros, y lo prevista eran 1,12 millones.
Hasta que comenzó a caer la afluencia. El actual alcalde, Francisco Delgado Bonilla, del PP, considera que el tranvía era una ruina. “Tenía un déficit de 1,1 millones al año, nos llevaba al caos económico”. El Ayuntamiento pidió a la Junta que abonara la mitad del coste, y esta replicó que eso no era lo pactado. Se ofreció a ayudar a reordenar el transporte público para que ganara viajeros. Hace un año, el Ayuntamiento se desentendió del travía y mandó pararlo. A cambio, la concesionaria amplió las rutas de buses.
El resultado es una ciudad recorrida por un tranvía que va a ninguna parte. La catenaria sigue intacta, pero entre las vías crece la hierba, y alguna de las nueve paradas está dañada. Un anciano que usa una como banco para descansar explica que los chavales tiran a los cristales con la escopeta de perdigones. Los todoterreno que pueden superar el bordillo aparcan en medio de la vía.
Los vecinos oscilan entre la comprensión, la indignación y la indiferencia. “No digo que lo hicieran con mala intención, pero les salió el tiro por la culata. El tranvía iba medio vacío y ahora nos dejan esto aquí”, opina Felipe Jurado. Tiene 37 años, lleva una camiseta negra del grupo de rock Sepultura y lee un libro de cuentos de terror. Como muchos en la localidad, está en paro. “Siempre vi absurdo el tranvía. Solo en verano que iban las mujeres con las sombrillas y los niños. Y ahora, como gobierna el PP, lo quita porque lo hizo el PSOE”. Cerca de él, Federico García, jubilado de la construcción, es menos complaciente: “Se han gastado el dinero en carreteras, aeropuertos y tranvías, y nos recortan en medicinas”.
Con el travía parado, el fabricante de las máquinas, la empresa CAF, con sede en Beasáin (Guipúzcoa), preguntó al alcalde si podía mandar las máquinas a Sidney. En agosto de 2012 ganó un concurso allí para suministrar 18 tranvías por 20 millones, y las tres máquinas de Vélez más un prototipo de Linares servirían de adelanto. El Ayuntamiento recibirá 200.000 euros al año y se ahorrará los 80.000 euros de mantenimiento.
Para la Junta, la decisión es un despropósito. El delegado de Fomento en Málaga, Manuel García Pelaez (IU), comparte que el envío a Sidney hace todo “muy exótico”: “Es un problema de apuesta política. El Ayuntamiento no quiere transporte público. El ciudadano piensa, y con razón, que no es normal que una inversión de 32 millones se quede así”. Souviron, el alcalde que impulsó el proyecto, lo defiende: “Claro que es deficitario, porque es un servicio público, como la sanidad. Pero el PP no cree en lo público”. El colmo, señala, es que los tranvías de Granada y Málaga usarán este tipo de máquinas, por lo que no hacía falta mandarlas a Sidney.
En Andalucía, los tranvías son un problema político de primer orden. El de Jaén está sin inaugurar por una divergencia similar tras invertir 120 millones, y en Málaga es cuestión de Estado si la segunda fase del metro será soterrada o en superficie (más barata).
Aunque las comunicaciones oficiales dan por hecho que el tranvía de Vélez se construyó con fondos europeos, no fue así. A pesar de que al proyecto le habían sido adjudicados 20 millones de la UE, la Junta no llegó a presentar la certificación de la obra después de que el servicio se detuviera, según una portavoz de Bruselas.
El panorama en Torre del Mar reúne en un solo punto toda una época. En medio de una rotonda recién construida queda una vía de un tranvía sin uso. A un lado, una promoción inmobiliaria, el Señorío del Tomillar, se anuncia: “Oportunidad, últimas viviendas de entidad financiera”. Un viejo coche con un megáfono en el techo circula anunciando un festejo taurino popular con vaquillas. “Sé torero por un día”, anima.
Fuente: Elpais.es (16/6/13)
Dejar una contestacion