El traje de los 50.000 euros

 

Celebridades de todo el mundo han sucumbido a la sastrería napolitana Kiton. Ahora es el modelo K-50 (alude a las horas que se emplean en hacerlo) el más codiciado de su catálogo.

De entre todos los trajes de la firma Kiton, ninguno es comparable al K-50. Debe su nombre a las 50 horas de trabajo artesanal que se emplean en confeccionar su chaqueta (la prenda que más personalidad confiere a un traje y en la que mejor se aprecian el talento y la profesionalidad del sastre, un laborioso proceso que comienza con el corte manual de cada pieza, previa señalización con tiza en la propia tela. Luego vienen los hilvanados, el cosido y el planchado, también manual.

Su precio, entre los 30.000 y los 50.000 € (según la tela que se escoja), le convierten en el traje de sastrería más caro del mundo. ¿Cuántos se venden al año? Pues no más de 50, ya que sólo el maestro Ciro Cuomo es capaz de acometer semejante trabajo de sastre-artesanía. También deben estar preguntándose quiénes son los afortunados que pueden lucir palmito llevándolo. El fallecido empresario Gianni Agnelli, l’avvocato, era uno de ellos. Hoy son algunos de los más cotizados actores de Hollywood (George Clooney, Robert de Niro…) y oligarcas rusos (incluso el propio Vladimir Putin) los que engrosan la lista de usuarios de este codiciado corte. Para ellos es una inversión que les asegura una imagen impecable en sus actos públicos.

ETERNO. Antonio de Matteis (Nápoles, 1964), el consejero delegado de la firma, explica «que el K-50 dura toda la vida, no pasa de moda y se adapta al cuerpo de una forma admirable, ya que está hecho rigurosamente a medida y sólo pasa por las manos de un único sastre. Lo habitual es que los clientes vengan hasta nuestro taller para tomarse las medidas pero, si es necesario, nos desplazamos a donde sea para hacerlo. Luego cortamos y cosemos y, si el cliente no puede venir para la última prueba, volvemos a viajar y hacemos los últimos retoques donde esté». 

El momento más delicado en el proceso del K-50 es el ensamblaje de los hombros con las mangas. «El resultado es un hombro natural y flexible, un tanto redondeado, como si fuera el de una camisa. Es lo que técnicamente se conoce como hombro napolitano y permite gran libertad de movimientos. Además, la chaqueta puede ir doblada en una maleta y no sufrir arrugas ni deformidades», relata De Matteis.

En cuanto a los tejidos, todos ellos moldeables para evitar arrugas y prevenir el exceso de sudoración, se puede escoger entre la vicuña, el cashmere, la seda, el hilo, la fibra de bambú… O un amplio repertorio de lanas finísimas de entre 14 y 13,2 micras de grosor. Todas ellas llevan hilos de alta torsión, lo que garantiza la escasa arrugabilidad de la prenda y su extremada ligereza.

HISTORIA. En 1968, Ciro Paone (Nápoles, 1933) funda en Arzano, a las afueras de Nápoles, la sastrería Kiton. El nombre es una adaptación de chitone, las túnicas que los antiguos griegos usaban para sus oraciones. Paone reúne a los mejores sastres locales y escoge con mimo tejidos frescos, sofisticados y de primerísima calidad, capaces de soportar las altas temperaturas del sur de Italia sin arrugarse. 

No pasará mucho tiempo antes de que sus impecables trajes marcaran un antes y un después en la historia de la sastrería masculina internacional. Su alto nivel de exigencia sobre el patrón ha elevado a la marca a una categoría merecida, con una producción en sus inicios cifrada en 50 trajes al día. «Cuando visito Kiton», cuenta Luis Sans, propietario de la tienda Santa Eulalia de Barcelona, uno de los escasos puntos de venta de Kiton en España, «no deja de sorprenderme el silencio de sus salas de trabajo. Allí todo se sigue haciendo a mano, apenas hay máquinas de coser».

Los patrones se cortan y cosen, igual que los ojales, las solapas y los botones: con un primoroso hilo de seda que casi pasa desapercibido. ¿El resultado? Unos trajes livianos, que se funden con el cuerpo como una segunda piel y que no dificultan los movimientos, sino todo lo contrario. Uno puede sentarse en un avión o subirse a un taxi con estilo y ligereza, sin verse entorpecido por un incómodo armazón, o dedicarse ágilmente al deporte preferido de todo aquel italiano que se precie: la passegiatta (pasear).

En la década de los 70, Kiton afianza su nombre en Europa y se considera ya una de las mejores marcas de sastrería. Será en esos años cuando dé comienzo la expansión hacia el mercado americano. A mediados de los 80 abre boutique en la Quinta Avenida de Manhattan, a la que se sumarán aperturas en las ciudades más importantes del mundo.

Prueban luego suerte en otros sectores, como la fabricación de corbatas con la técnica tradicional de los siete pliegues, la sastrería femenina en 1995, el lanzamiento de productos cosméticos un año después, la producción de camisas artesanales en 1998 y la línea de ropa casual en 2005. 

En la lista de clientes de Kiton con un K-50 en su armario se encuentran Leonardo di Caprio, Gerorge Clooney, Robert de Niro, Tom Cruise o el dirigente ruso Vladimir Putin.

Actualmente la firma cuenta con más de 450 empleados, tiene una escuela de aprendizaje y fabrica unos 25.000 trajes al año, con un precio aproximado de entre 4.000 y 12.000 € cada uno. Éstos pueden ser encargados a medida o comprarse confeccionados en las tiendas. Cada uno lleva más de 25 horas de trabajo y en el proceso pueden llegar a intervenir hasta cinco sastres.

ESTILO PROPIO. En lo que se refiere a sastrería masculina, son dos las corrientes que han marcado tendencia. Por un lado están los sastres ingleses con sus trajes estrictos, muy bien armados, con tejidos de gran calidad y aspecto serio. Por otro está el estilo italiano, que nace de la escuela napolitana y se caracteriza por sus chaquetas ligeras, un tanto desarmadas y con pocas entretelas, las mangas ‘clavadas’ a los hombros como si se tratara de una camisa, y unos hombros sutiles, sin hombreras, que enmarcan una espalda muy natural.

Son características ligadas a la idiosincrasia de cada pueblo. El carácter británico, clásico, discreto y muy consciente de las clases sociales, parece querer reafirmar con sus preferencias estéticas la pertenencia a un determinado grupo social: el de los elegidos que se visten en Savile Row. Por su parte, Nápoles nace como abanderada de los rasgos que se atribuyen generalmente al pueblo italiano: individualidad, gusto por la estética, cierto afán de notoriedad y el placer de demostrar que se está orgulloso de uno mismo. Kiton, sin duda, ha ayudado a crear esta imagen fresca y única en la sastrería mundial.

Más info: www.kiton.it Expansión (9/3/2012)

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