Dos veces al año, unos 100.000 gansos levantan el vuelo para realizar uno de los viajes más espectaculares del reino animal: cruzar la cordillera del Himalaya para llegar a las costas de India. La travesía cubre hasta 4.500 kilómetros durante los cuales los ánsares no paran de batir las alas mientras dejan atrás las cumbres más altas del planeta. Hasta ahora era un misterio cómo lo hacían.
Los científicos asumían que las aves toman cada vez más altura y la mantienen hasta haber dejado atrás la imponente barrera de ochomiles. Ahora, el primer estudio que ha seguido en detalle una de sus migraciones recogiendo datos fisiológicos muestra que la realidad es muy diferente.
Los investigadores les implantaron a siete ánsares indios (Anser indicus) unos sensores que miden la altitud, la frecuencia cardiaca y el número de aleteos por segundo. Estos instrumentos funcionaron como una caja negra mientras los gansos cubrían la ruta desde Mongolia hasta India y acumularon datos de 391 horas de vuelo migratorio. La altitud máxima alcanzada fue de 7.290 metros, lo que convierte a este ánsar en una de las aves que más alto vuelan agitando las alas. La sorpresa es que los gansos solo llegan a esas alturas de forma excepcional ya que, de media, no pasan de los 4.707 metros. Y más interesante aún es la trayectoria de vuelo: un sube y baja vertiginoso.
La trayectoria de vuelo de los gansos sobre la cordillera parece «una montaña rusa»
“Es como una montaña rusa”, resume Charles Bishop, investigador de la Universidad de Bangor (Reino Unido) y coautor del estudio,publicado hoy en Science. “Durante toda la migración hemos visto cómo durante su travesía de las montañas, a alturas de unos 5.000 metros, bajaban bruscamente más de 1.000 metros para luego ascender de nuevo”.
Cuanto más alto se vuela, menos denso es el aire y menor es también la absorción de oxígeno. Esto obliga a los pájaros a aletear más rápido, lo que hace que su ritmo cardiaco se multiplique y que consuman muchas más energías. Volar constantemente a 8.000 metros sería simplemente más extenuante que bajar y subir. Por eso, dice Bishop, el primer secreto para cruzar el sistema de los Himalayas es “volar lo más bajo que puedas”.
Olvida el Everest
El segundo es “vuela de noche”. Siete de las ocho alturas más altas se registraron durante la noche, el momento en el que el aire es más denso y cada aleteo aporta más desplazamiento por menos energía. “También hemos visto que los ánsares vuelan más de noche, de madrugada y por la mañana y menos por la tarde, para evitar los vientos más fuertes”, razona Bishop. De hecho, aunque en ocasiones aprovechan las corrientes de aire para ascender más rápido, estas aves cubren todo el trayecto a golpe de fuerza física, sin dejar de aletear en ningún momento.
El tercer secreto es más complicado. Los investigadores han comprobado que estos pájaros simplemente están hechos para cruzar esta descomunal barrera geográfica haciendo el mínimo esfuerzo. Comparados con la mayoría de aves, “los gansos tienen una sangre con una enorme afinidad por el oxígeno, unos pulmones un 35% mayores y muchos más vasos sanguíneos en su corazón y sus músculos”, comenta Bishop. Sus cuerpos funcionan como mecanismo de relojería. Un ligerísimo cambio en el ritmo de aleteo se corresponde con un aumento exponencial del ritmo cardiaco que se mantiene, sin embargo, “sorprendentemente bajo” durante todo el viaje, según Bishop. Desde Mongolia a la India, la media registrada fue de 328 latidos por minuto, mientras que en un túnel de viento estas aves suelen registrar 450 latidos por minuto. Este cuerpo perfecto les permite hacer cosas que matarían al mejor de los alpinistas, por ejemplo ascender a casi un metro por segundo durante varios minutos sin que su corazón se desboque ni sus pulmones se colapsen por el mal de altura.
Los ánsares parecen esquivar sistemáticamente el techo del mundo. “Las rutas que siguen dejan muy al este el Monte Everest, pero sí pasan cerca del Makalu [8.463 metros], el quinto pico más alto del mundo”, resalta Bishop. El trabajo ha requerido unos tres años de trabajo y un equipo de 13 científicos y muchos otros asistentes de Canadá, Australia, Alemania, EE UU y Mongolia.Ocho horas para cruzar el techo del mundo
Los ánsares indios pueden cruzar el Himalaya desde India en un solo vuelo de unas seis u ocho horas, explica Bishop en referencia a estudios anteriores realizados por su equipo. Pero ese paso es solo parte de la ruta, pues las aves deben cruzar la meseta tibetana con una altura media de 4.500 metros. Como ejemplo de esa montaña rusa de la que hablan en su último trabajo, los autores mencionan un vuelo de 17 horas en el que, tras subir más o menos constantes a 3.200 metros, los gansos empezaron un sube y baja en el que acumularon 6.340 metros de ascenso y 4.950 de descenso para una ganancia total de altura de apenas 1.390 metros. Haber hecho la misma ruta en ascenso continuo hubiera sido un 8% más costoso, según el trabajo. De hecho los autores calculan que, sin la ayuda de corrientes de aire, volar a 8.000 metros pondría a estas aves cerca de sus límites aeróbicos.
Dejar una contestacion