El negocio de cazar herencias ocultas

No hacer testamento puede generar muchos quebraderos de cabeza a los que se quedan en este mundo. De cada cinco españoles que fallecieron en 2018, al menos uno lo hizo sin cumplir este trámite en vida, según los datos del Consejo General del Notariado. Bufetes como Coutot Roehrig se dedican a buscar a herederos de fortunas abandonadas, como aquel caso que llevó a sus abogados a rastrear durante meses la Ruta 66. Su investigación dio con una prima lejana del fallecido que, ignorante del valioso apartamento en Cataluña que estaba a punto de recibir, llevaba seis meses recorriendo Estados Unidos de punta a punta en una caravana con su hija. La actividad en redes sociales de la heredera itinerante ayudó al bufete dar finalmente con ella.

Quien olvida este detalle en vida debe saber que sus bienes se repartirán entre los herederos que marca la ley, algo que no es sencillo cuando nadie reclama el legado. La ausencia de descendientes conocidos puede dejar el patrimonio en el limbo jurídico, o incluso en el olvido.

Las arcas públicas se han beneficiado en la última década de 80 millones de euros procedentes de personas que murieron sin testar, y que o no tenían o no se encontraron herederos legítimos. El Estado recompensa además con el 10% del premio a los que den el chivatazo de estos tesoros ocultos. Siempre y cuando demuestren que no hay herederos vivos. Entre 2010 y 2019, Hacienda ha pagado cuatro millones de euros a estos detectores de herencias perdidas.

Probar que un patrimonio ha quedado sin dueño legítimo conlleva una complicada documentación. “Hay que aportar pruebas legales si no quieres que tu denuncia se acumule con las miles que se registran cada año”, explica Jenny Sevilla, abogada del Grupo Hereda y experta en este tipo de trámites. Después de recibir y verificar la denuncia, Hacienda debe publicar en el BOE un llamamiento para que cualquier aspirante a la herencia pueda reclamar. Si nadie se pronuncia, el Estado comienza un proceso adjudicación, con una investigación que puede tardar años.

El grupo de abogados Hereda recurre a una solución para acelerar el proceso: iniciar una búsqueda por su cuenta. “Resolvemos en un año lo que a la Administración le puede llevar siete”, afirma Sevilla. “Es más sencillo encontrar herederos que demostrar que no los hay. Aunque a veces suponga buscar a fondo”, continúa. Para ello, no dudan incluso en ofrecer comisiones y recompensas a aquellos que les avisen de este tipo de bienes sin heredero conocido.

Un ejemplo de ello fue uno de sus expedientes más recientes. Un administrador de fincas los llamó, hastiado por la deuda que acumulaba uno de los pisos que gestionaba. El matrimonio que lo habitaba había fallecido sin heredero aparente. Tras rebuscar en partidas de nacimientos, registros y fichas bautismales, los investigadores descubrieron una suculenta herencia de un millón de euros entre diversos inmuebles y tierras en Tarragona. La reconstrucción del árbol genealógico los llevó a otra sorpresa: una rama de la familia vivía esparcida por Francia y Argentina. Al final nueve herederos reclamaron la herencia, con la ayuda —y comisión— del despacho.

Victorio Heredero —cuyo apellido le viene al dedo— es uno de los historiadores más veteranos de Coutot Roehrig y recuerda casos incluso más complicados que el de la Ruta 66. Desde investigaciones que comienzan en Canarias y acaban en los registros de la localidad argelina de Orán, al rastreo de un francés desertor de la guerra de Argelia que había pasado media vida refugiado en un pueblo de Cataluña.

Desempolvar el pasado

Desempolvar el pasado no es tarea sencilla, explica el experto: “Detrás de la propia necesidad jurídica de tramitar una herencia hay una historia familiar que muchas veces refleja la historia del país. En todos los expedientes hay situaciones que dificultan enormemente las investigaciones, como la destrucción de archivos por la Guerra Civil, diásporas familiares, desaparición de personas que no sabes si se exiliaron o acabaron en una cuneta…”. El pasado tiende a borrarse, sentencia Heredero.

Juan —nombre ficticio— se alejó de su historia familiar tras la temprana muerte de sus padres. Nunca supo que una tía suya, que abandonó su Jaén natal a principios del siglo XX para buscar suerte en Madrid, había amasado una pequeña fortuna en la década de los sesenta con un puesto de loterías.

Tras meses de investigación, los expertos de Coutot Roehrig llamaron a la puerta de Juan para decirle que era el último descendiente de una familia que apenas recordaba. Los bienes no sumaron una gran cantidad una vez liquidadas las deudas que acumularon tras años de abandono. Pero en esta ocasión, la labor de los genealogistas, que aportaron al heredero docenas de documentos sobre su familia, dieron otro tipo de premio a este anciano, huérfano desde la niñez y con muchas preguntas sobre su origen: el de reencontrarse con su pasado a los 75 años de edad.

Fuente: Elpais.es (5/12/19) Pixabay.com

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