Si hay una fecha reciente que ha quedado marcada en el imaginario de toda una generación de argentinos es la de diciembre de 2001. La grave crisis económica por la que atravesaba el país debido a una política suicida de sobreendeudamiento degeneró en un irremediable ‘default’ de unos 100.000 millones de dólares. Ante falta de liquidez financiera y la masiva fuga de capitales, el Gobierno de centroizquierda de Fernando de la Rúa había decretado el cierre de la actividad bancaria a primeros de diciembre. Se acababa de acuñar un nuevo término económico: el «corralito». Las protestas no se hicieron esperar. Miles de personas descargaron su ira contra sus gobernantes. Después de tres semanas de caos, con varios muertos por efecto de la represión policial, De la Rúa abandonaba el poder desde la azotea de la Casa Rosada. La imagen del mandatario huyendo en helicóptero era el triste epitafio de una política económica nefasta. La indignación popular quedó resumida en una frase: «¡Que se vayan todos!»
Pero, ¿cómo empezó todo? Ese espejo doloroso en el que se mira hoy Grecia por el agravamiento de su crisis de deuda fue conformándose durante varios años. Para comprender la crisis social que estalló en el país en el verano austral de 2001 es necesario remontarse al Gobierno neoliberal del peronista Carlos Menem (1989-1999), impulsor de la denominada convertibilidad, por la que se equiparó el valor del peso argentino al dólar sin tener en cuenta las consecuencias que esa decisión tendría para la competitividad de la economía argentina. Fueron los años de «pizza y champagne», el sueño distorsionado de una parte de la sociedad argentina que creyó en los cantos de sirena de una clase política con aires de grandeza.
Sobreendeudamiento
El Gobierno de la Alianza había heredado en diciembre de 1999 un país sumido ya en una grave recesión, derivada de la fallida política de privatizaciones y sobreendeudamiento por la que se caracterizó la década menemista. Esa bomba de tiempo estalló en diciembre de 2001 y dejó al país al borde del abismo. Unos meses antes, De la Rúa y su nuevo ministro de Economía, Domingo Cavallo (el «padre de la convertibilidad»), habían tratado de sortear la crisis financiera y la masiva fuga de depósitos (18.000 millones de dólares en menos de un año) con varias medidas desesperadas. El último cartucho fue la aprobación del denominado «megacanje», un mecanismo por el que se postergaban los pagos de la deuda, pero a costa de elevar los intereses a una tasa del 16%. El resultado fue un aumento de la deuda en unos 50.000 millones de dólares. El ‘default’ argentino era ya inevitable en noviembre de 2001, cuando el Fondo Monetario Internacional (FMI) dio por desahuciado al país.
De la Rúa promulgó el 1 de diciembre el corralito, que limitaba drásticamente la retirada de fondos de los bancos (a 250 pesos/dólares en un principio) y congelaba después los depósitos de miles de ahorradores. Fue la gota que desbordó el vaso de la ira popular. Las protestas callejeras, los célebres «cacerolazos» y los saqueos de supermercados se sucedieron. La represión policial dejó en tres semanas una treintena de muertos, según cifras oficiales. El 20 de diciembre, el Gobierno de la Alianza ya no daba más de sí. De la Rúa, que había respondido a la indignación de la sociedad a sangre y fuego, dimitió y observó el campo de batalla del centro de Buenos Aires desde su helicóptero. La crisis política estaba servida: cinco presidentes pasarían por la Casa Rosada en menos de un mes.
Cadena de errores
Las consecuencias de la cadena de errores del Gobierno en materia económica son conocidas. La crisis provocó un aumento de la pobreza, con tasas superiores al 50%. El corralito afectó a toda la cadena económica del país. La abrupta salida de la convertibilidad y la posterior devaluación del peso dejaron a miles de ahorradores en la ruina, y muchos de ellos tuvieron que recurrir a los tribunales para recuperar parte del valor de sus depósitos. De la Rúa y varios de sus ministros fueron imputados más tarde por su negligente política económica (en causas que más tarde ha sobreseído la justicia).
Argentina comenzó a ver la luz de nuevo a partir de 2003 bajo el Gobierno de Néstor Kirchner. La demanda internacional de materias primas argentinas y la política de desendeudamiento impulsada a partir de 2005 (con la primera reestructuración de la deuda) fueron los pilares de una recuperación que llevó a la economía de nuevo por la senda del crecimiento. Pero la credibilidad de Argentina sigue cuestionada pese al tiempo transcurrido y el país todavía tiene graves dificultades para financiarse en el exterior.
Dejar una contestacion