El coche europeo se asoma al abismo

Hace solo tres lustros Europa era el gran productor de vehículos del mundo. De las fábricas distribuidas por el Viejo Continente salía en torno a una cuarta parte de la producción mundial. Ese porcentaje ha ido reduciéndose con los años y con la irrupción de nuevos actores, básicamente China y sus vecinos asiáticos, que también han aportado mayor demanda de coches. En 2017, según ACEA, la patronal europea de fabricantes, las plantas europeas acometían un 15% de la producción y habían sido ya superadas por China, que controlaba un 30% del total. El futuro, a tenor de lo que opinan los ejecutivos mundiales del sector de la automoción, es más aciago. Existe consenso: las plantas de Europa occidental fabricarán en 2030 apenas el 5% de la producción global. Ese porcentaje se traduciría en 6,1 millones de unidades, según las estimaciones.

Es uno de los datos más interesantes que arroja el XX informe global sobre automoción elaborado por KPMG basándose en las encuestas a cerca de un millar de ejecutivos del sector. Y según sus conclusiones, en 2018 el 74% de los directivos consultados daban por hecho ese escenario, frente al 63% que ya defendían esa tesis un año antes. El pesimismo, o el realismo, respecto al futuro europeo está tomando cuerpo en las cúpulas de los principales fabricantes de automóviles y del sector auxiliar. Los ejecutivos europeos son los que ofrecen menor consenso respecto a esa visión (65%).

“Probablemente Europa occidental solo sobrevivirá si los fabricantes hacen uso de su avance tecnológico y llevan adelante la automatización en torno a la industria 4.0”. Así, asegura el informe, se podría mantener ese 5% y evitar una debacle mayor. Siempre y cuando los productores europeos sigan apostando por el diseño y el prestigio que aún tienen sus marcas, agrega.

“Europa se la está jugando y debe buscar su identidad porque el modelo que hemos conocido hasta ahora se ha desplazado hacia Asia. O damos un salto al negocio de la movilidad, o perderemos un 10% de nuestro PIB”, afirma Begoña Cristeto, socia de KPMG y exsecretaria de Estado de Industria en el anterior Gobierno. En su opinión, un planteamiento similar pero más crítico se debería hacer con España: “Tenemos una plataforma centrada en el vehículo pequeño, de combustión, y ya no somos un productor low cost, así que o damos un paso adelante, o nos vamos a quedar en tierra de nadie”. Su receta: fuertes inversiones para recolocarse en el mercado global ante el hándicap de tener que luchar en el negocio del automóvil sin marcas propias que prioricen sus inversiones en el territorio nacional. Ese punto en contra, sostienen los fabricantes españoles, será esencial en la carrera por el coche eléctrico.

Europa se jugará parte de ese futuro en la evolución de las diferentes tecnologías y en el tránsito, si se produce, del motor de combustión al eléctrico. Pese a las presiones de las Administraciones para cambiar el mix tecnológico hacia los coches impulsados por baterías, el estudio muestra escepticismo sobre la victoria de los vehículos enchufables en un horizonte a 20 años. Los consumidores ven más claras a medio plazo las tecnologías híbridas.

Tampoco hay unanimidad entre los directivos sobre que el futuro esté marcado por una tendencia global que fije el vehículo eléctrico o cualquier otro como líder de ventas en 2040. Eso dependerá de cada zona geográfica, que deberá fijar su propia tendencia de consumo en función de su disposición de materias primas y de las normativas de sus respectivos Gobiernos. “Es el dato que más me ha sorprendido de la encuesta de este año”, afirma Begoña Cristeto.

Un ejemplo podría ser el chino, que se ha erigido en el principal productor de vehículos eléctricos, aprovechando la potente capacidad para fabricar las baterías que ha desarrollado, uno de los principales costes del vehículo eléctrico. El 77% de los directivos creen que las Administraciones serán quienes determinen la agenda tecnológica del futuro. Y si es así, el 83% de los ejecutivos chinos y el 81% de los estadounidenses creen que sus respectivos países cuentan con políticas claras para apostar por el vehículo eléctrico. No es el caso de Europa, donde ese porcentaje cae hasta la mitad.

Según los directivos, el mercado global estará partido en cuatro grandes grupos en el horizonte de 2040. Y los vehículos de gasolina y diésel (ya sean en su versión de combustión o híbridos) acapararán la mitad del parque (un 48%). Las cuotas de mercado del vehículo eléctrico alcanzarán entonces hasta un 30%, y las de los de pila de combustible (hidrógeno), hasta el 23%, pero los modelos con motores de combustión interna continuarán siendo mayoritarios. Hoy día, teniendo en cuenta las respuestas de los consumidores, los vehículos que combinan motor de combustión y baterías eléctricas figuran entre sus preferidos.

Cambio de tendencia

En un momento de gran esfuerzo por parte de las Administraciones por situar el coche eléctrico como prioridad para impulsar la descarbonización del parque automovilístico, los participantes han cambiado su visión sobre cuál será la tendencia de propulsión hasta 2025. Ya no es el vehículo de baterías, puesto que un 52% de los encuestados respondieron que la mayor tendencia será el desarrollo del auto propulsado por pila de combustible (hidrógeno), una tecnología que todavía no ha conseguido hacerse un hueco en el mercado y va muy por detrás de la eléctrica tanto en modelos como en infraestructura de carga. Hace solo dos años esa tecnología era la quinta tendencia más importante para el sector de la automoción mundial.

Este año, por detrás de la pila de combustible, los directivos señalaron como tendencias de mayor relevancia la conectividad y la digitalización, la motorización eléctrica, la híbrida y el crecimiento en mercados emergentes.

Fuente: Elpais.com (25/1/19) Pixabay.com

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