Cada mañana, el molesto zumbido del despertador nos levanta. Saltamos de la cama al suelo, nos dirigimos al cuarto de baño con los párpados pegados, nos vestimos con lo primero que cogemos del armario y salimos corriendo por la puerta sin tomar un bocado porque ya llegamos tarde al trabajo. Y así, día tras día, semana tras semana. Pues bien, lo estamos haciendo todo mal. Si queremos madrugar y ser felices –aunque muchos no lo crean, es posible–, debemos intentar darle a nuestro cuerpo el tiempo que necesita para activarse cada mañana.
A continuación presentamos paso por paso el proceso ideal a seguir, en diez pasos sucesivos.
1.– Planifícate
Antes de meternos en la cama abatidos por el cansancio, resulta bastante rentable dedicar cinco minutos a pensar qué vamos a hacer la mañana siguiente. ¿Qué ropa nos vamos a poner? ¿Qué vamos a desayunar? ¿Vamos a coger el autobús o a utilizar el automóvil? E, incluso, ¿qué es lo que tenemos que hacer en el trabajo a primera hora? Aunque parezca una actividad morosa y cansina en un momento en el que lo que más nos apetece es echarnos a dormir, pensar un poco antes de meternos en la cama sobre lo que vamos a hacer la mañana siguiente nos evitará tener que ir con prisas, tomar decisiones precipitadas mientras aún nos despertamos y estresarnos a primera hora.
2.– Levántate un poco antes
¿Cuántas veces nos hemos dicho “si me hubiese levantado cinco minutos antes, habría llegado a tiempo al trabajo”, mientras vemos marcharse el autobús que deberíamos haber tomado? En demasiadas ocasiones, intentamos apurar hasta el máximo el tiempo en la cama, pero no nos damos cuenta de que haciéndolo estamos consiguiendo precisamente lo contrario, que es ir con el tiempo pegado a los talones desde primera hora. Levantarse diez minutos antes nos permitirá tomarnos la mañana con más calma y poder cumplir el horario previsto sin inesperadas sorpresas.
3.– Pon un sonido agradable en el despertador
Olvídate de los pitidos molestos y estridentes que te sacan del sueño más profundo como si una bomba hubiese explotado a tu lado. Aunque no tengan el efecto vigorizante –y enervante– del despertador convencional, utilizar un sonido suave y relajante nos ayuda a abandonar el estado de somnolencia poco a poco, sin grandes sobresaltos y dándonos la posibilidad de desperezarnos de forma relajada. Eso sí, terminantemente prohibido utilizar para esta tarea una canción que nos encante.
4.– Incorpórate poco a poco
Lo peor que podemos hacer al sonar el despertador es saltar de la cama y ponernos de pie de inmediato, listos para correr hacia el cuarto de baño. Es preferible, especialmente para aquellos con problemas de cervicales o que sufran de hipotensión, ir paso a paso: incorporarse en la cama en primer lugar, apoyar los pies en el suelo a continuación, esperar unos instantes y finalmente, erguirnos en el dormitorio.
5.– Estírate
Al ponerte de pie es bastante aconsejable realizar un pequeño calentamiento con el objetivo de favorecer el flujo sanguíneo que llega a los músculos. Céntrate en especial en aquellos que vayas a emplear en tu trabajo, y que notas más cargados al final de la jornada laboral, los que más sufren. Realizar dichos ejercicios con la ventana abierta es aconsejable si queremos mejorar nuestra capacidad pulmonar.
6.– Dúchate
Muchas personas prefieren tomarse un baño por la noche, al volver del trabajo. Sin embargo, ducharse por la mañana es, además de una forma de despejarnos, la mejor manera para poner en marcha nuestra circulación y decirle a nuestro cuerpo que ya nos encontramos listos para un nuevo día. Se recomienda mezclar el agua fría con el agua caliente, ya que la primera contrae los vasos sanguíneos y la segunda los dilata, contribuyendo a mejorar la circulación de nuestro cuerpo.
7.– Vístete lento, que tienes prisa
Sentirnos confortables con nuestra apariencia es una de las mejores maneras de reforzar nuestra seguridad y autoestima a lo largo del día. Por ello, coger lo primero que tenemos a mano, sólo porque es lo primero que se nos ha ocurrido, nos puede llevar a pensar que estamos ofreciendo una mala imagen ante los demás cuando nos miramos a un espejo horas más tarde. Dedicar un poco más de tiempo a elegir adecuadamente nuestro vestuario, a peinarnos y maquillarnos con el objeto de sentirnos satisfechos con nuestra apariencia es la mejor forma de encarar, por ejemplo, un encuentro con un cliente.
8.– Tómate tu tiempo para desayunar
Por supuesto, no salgas de casa con el estómago vacío. Se trata de la comida más importante del día en cuanto es la que nos ha de administrar la mayor parte de nutrientes y azúcares necesarios para recuperar la energía que hemos consumido durmiendo: recuerda que has pasado ocho horas sin probar bocado. Empezar tu jornada laboral con un agujero en el estómago es el equivalente alimenticio a acudir al trabajo en pijama o habiendo dormido una hora, algo que jamás se nos pasaría por la cabeza.
9.– Despídete de tu familia
Charlar durante unos instantes con tu familia, pareja o compañeros de piso, es una forma de sentir antes de abandonar la vivienda que uno forma parte de un contexto, ajeno al del trabajo, donde es apreciado y querido. El recuerdo del apoyo de tus seres queridos te servirá de refuerzo a lo largo de la jornada laboral, en esos momentos en que nos sintamos desesperados y solos.
10.- Camina al trabajo
No siempre es posible, pero dar un corto paseo, aunque sea aparcando el coche un poco más lejos que de costumbre, es una adecuada manera de realizar una pequeña actividad física que desperece nuestro cuerpo de buena mañana, nos permita tomar aire y preparar nuestro cuerpo y mente para un largo día.
Fuente: Elconfidencial.com (23/5/12)
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