La probabilidad matemática de un colapso de la deuda soberana de la zona euro crece más rápidamente que las decisiones de los líderes europeos, que siempre han mirado la crisis desde atrás, en forma reactiva, y nunca en forma proactiva, anteponiéndose a los hechos. A medida que el rendimiento de los bonos soberanos de Italia se acerca al 6,7%, comienza a llegarse al punto de no retorno que ya sumergió a Grecia, Irlanda y Portugal. Si la presión financiera se extiende al resto de la zonaeuro, no tardará en desplazarse al Reino Unido, Japón y Estados Unidos, el primer país que comenzó a vivir de prestado tras el quiebre de Bretton Woods el 15 de agosto de 1971.
Las finanzas modernas y la magia del apalancamiento financiero desarrollada en los 70 y 80 por los Premios Nobel Black, Merton y Sholes no hicieron más que chutear hacia el futuro los problemas financieros del presente. El futuro ha llegado y el resultado es la insolvencia total, tensionada por un volumen de derivados (600 billones de dólares) equivalente a 12 veces el PIB mundial, que está implosionando al mismo ritmo que comienzan a caer los gobiernos: Portugal, Grecia, y ahora Italia con la renuncia de Berlusconi.
Estados Unidos todavía tiene el privilegio de poseer la moneda mundial de reserva y su banco central siempre puede apelar a la imprenta para crear dinero. Esto hace poco probable que Estados Unidos deje de pagar su deuda, dado que los dólares son un objeto de atesoramiento para el resto del mundo. Por desgracia, con la invención de la moneda única, los países europeos no pueden darse ese lujo de imprimir para degradar sus monedas. Tienen las manos atadas y ahora están a merced de sus socios extranjeros. Los griegos, portugueses e italianos no tienen la opción de imprimir dracmas, escudos o liras. Por tanto, a menos que se anule gran parte de la deuda, los impagos caerán por su propio peso.
La fórmula planteada para evitar este colapso ha sido la imposición de drásticos planes de austeridad. Pero esta medida solo acelera el derrumbe dado que equivale a quitar la respiración artificial a un enfermo del pulmón. Si el mundo se acostumbró a vivir de prestado en los períodos de bonanza, ¿cómo puede esperarse que pague la deuda en un período de enorme contracción económica? Los políticos pueden decir todo lo que quieran pero en verdad no hay ningún modo de hacerlo. Y en esto las matemáticas no fallan.
Por no haber sido capaces de resolver a tiempo el problema de la deuda griega (cuyo PIB representa el 2% de Europa), los políticos europeos están ahora enfrascados en el tema de la deuda de Italia, que llega a 1,9 billones de euros, y que sigue aumentando por los intereses que están en el 6,7%. Si en su momento no se aplicó un rescate a Grecia en toda su forma, la opción de un rescate a Italia està totalmente descartada. Y el problema es el acelerado proceso de los acontecimientos. Cayó el gobierno de Portugal, luego el de Grecia y ahora el de Italia. En España el presidente Zapatero tuvo la oportuna visión de llamar a elecciones anticipadas.
Gran parte del fracaso es producto de la lenta parsimonia de los líderes europeos, que no supieron detectar a tiempo, como Jean Claude Trichet, las dimensiones de la crisis. De ahí que interese lo que pueda hacer súper Mario al mando del BCE (ver esta entrevista a Barry Eichengreen). Para Grecia, la deuda pública representa casi el 160% del PIB y el rendimiento promedio de su deuda es del 18%, lo que significa que el 20% del PIB se debe destinar al pago de intereses. Este es el calvario que acecha a varios países europeos. Ahora bien, ¿puede salir adelante un país si una quinta parte de su producto se destina a pagar intereses? El escenario es manifiestamente adverso y los gobiernos, presionados por la banca, siguen dilatando el momento de la verdad.
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