Liu tiene 52 años y el pulgar derecho deformado desde que, a los 16, dejó los pupitres. «Aprender en el colegio era inútil para mí», dice mostrando cómo su dedo quedó contrahecho de tanto usar las tijeras. Así, entregándose a la manufactura de bolsos que luego su familia vendía en un puesto ambulante, fue como el hoy multimillonario chino inició el camino que el pasado martes le llevó a hacerse con el segundo cuadro más caro de la Historia.
Con la casa de subastas Christie’s de Nueva York a rebosar, la contienda de pujas por el lienzo Nu couché (Desnudo acostado) de Amadeo Modigliani, se dio por teléfono. Apenas cuatro minutos fueron necesarios para que la pintura quedase adjudicada a golpe de mazo por 152 millones de dólares (140,8 millones de euros); con la comisión el precio subió a 170,4 millones de dólares (algo más de 158 millones de euros).
De las seis personas que pujaban por el Modigliani, la oferta más alta y última corrió a cargo de Liu Yiqian. Un peculiar y multimillonario coleccionista de arte que tira de American Express Centurion para pagar sus adquisiciones. Más desconcertante es cómo el actual presidente de Sunline Group, el hombre que según Forbes atesora un patrimonio superior a 1.400 millones de dólares, fue taxista en Shanghai. Justo después de hacer bolsos a mano. Desde entonces lleva tres décadas pujando por obras de arte chino, así como por piezas de arte moderno y contemporáneo. El público puede admirarlas en el museo que fundó con su esposa Wang Wei en 2012 en su tierra natal, Shanghai.
La mayor parte de su colección es una especie de rescate de obras tradicionales y de la revolución china. Liu y su mujer hacen referencia a menudo al «sentido de responsabilidad con la Nación».
Tras las adquisiciones de 2014, el inversor aseguraba a la agencia Bloomberg: «Nunca he sentido que mi riqueza haya alcanzado un nivel que me haga no ser una persona normal». También subrayaba que «si comprar una taza y beber té convirtiera a uno en nuevo rico y abrir un museo le hiciera un caballero, sería muy fácil diferenciar a uno del otro. No debería importar lo que la gente dice de uno».
Habitual de las casas de subastas neoyorquinas, Liu es para algunos un excéntrico nuevo rico que invierte en arte para ganar notoriedad. Para otros es una especie de patriota que devuelve a China sus tesoros artísticos. Su particular estilo es, sin embargo, innegable.
Para llevarse el desnudo de Modigliani, Liu volvió a usar su tarjeta AmEx, según The New York Times. En marzo la utilizó en la sede neoyorquina de Sotheby’s para pagar un álbum de sutras budistas de hace 600 años. Inicialmente, se estimaba que alcanzaría los 150.000 dólares, pero la subasta fue más reñida de lo esperado y acabó gastando 14 millones. También usó el plástico negro en abril de 2014 para hacerse con una taza de porcelana de la dinastía Ming de hace 500 años, que le costó 36,3 millones de dólares (unos 33,5 millones de euros).
Yiqian no se resistió a tomar un té en la chicken cup, como es conocida la preciada taza. Una imagen que compartió en la red social WeChat y se convirtió en viral, acumulando numerosas críticas por su uso «inapropiado», a ojo de otros coleccionistas.
La heredera
Tirar de tarjeta en las subastas, ya sea en Nueva York o en Hong Kong, no sólo enriquece su colección privada -que les ha llevado a abrir una segunda localización del Long Museum- sino que le reporta puntos de fidelización con los que después costea, por ejemplo, viajes. Así lo hizo hace un año cuando la pareja viajó a la Gran Manzana con su hija Liu Wenchao y se alojaron en el lujoso hotel St. Regis, a unos pasos de Central Park. Liu parece dispuesta a seguir los pasos de sus padres en el ámbito del arte. Se graduó en gestión y administración de las artes en la Universidad de Nueva York el año pasado y se le vio acompañando a su madre a comprar piezas en las galerías neoyorquinas; entre ellas, una de Jeff Koons, que luego acudió a la inauguración del museo en Shanghai.
La compra del Nu couché de Modigliani -vendido por la hija del coleccionista italiano Gianni Mattioli- volvió a ser objeto de polémica, pero no por su autenticidad, como ocurrió con el pergamino que compró en Sotheby’s en septiembre de 2013. El desnudo fue censurado por varios medios de comunicación, que taparon el pubis de la modelo, al informar sobre el nuevo récord establecido por el magnate chino.
Liu señalaba en una entrevista con Bloomberg que creía que «tiene una nariz excepcional para los mercados». En el del arte se está convirtiendo en uno de los coleccionistas más populares no sólo por sus adquisiciones -y sus sobreprecios- sino por saber oler oportunidades de negocio. El interés que despertó su fotografía bebiendo té en la centenaria taza le llevó a fabricar una réplica en diferentes acabados y diferentes precios que le ha reportado cinco millones de yuanes (unos 720.000 euros) hasta la fecha.
Ahorros invertidos
El olfato para los negocios le viene de lejos. Para explicarlo él enseña su dedo deformado. El tiempo de los bolsos le duró un lustro. Cuando ahorró suficiente dinero, adquirió una licencia de taxi en Shanghai y se convirtió en uno de los primeros taxistas independientes. A partir de los años 80, con las reformas económicas en China, un amigo le habló de la compra-venta de acciones e invirtió sus ahorros de unos 13.000 euros (de entonces) en un comercio minorista que hoy cotiza en el mercado de Shanghai como Yuyuan Tourist.
Actualmente, Liu preside Sunline Group, un holding empresarial con negocios diversificados en el sector financiero, químico y farmacéutico. El hombre hecho a sí mismo y su esposa llevan más de 25 años levantado un imperio artístico en Shanghai. «Siempre he estado interesada en el arte, desde que era una niña, y una vez que me introduje en 1993 no he mirado atrás», explicaba en la revista Vantage. Wang reconoce que el arte es una inversión, si bien añade que hace falta conocimiento y amarlo. «Mi marido y yo tenemos una extensa colección porque nos apasiona y aún estamos aprendiendo sobre Historia del arte», subrayaba durante la entrevista.
En este tiempo, la pareja ha reunido más de 2.300 obras; la mayoría adquiridas en subastas. Al principio en Asia y después en el mundo, con la Gran Manzana como referente. Su colección privada construida desde principios de los 90 ha sido la base de la fundación del Long Museum en la ciudad, cuyo nombre real es Museo Dragón. Según explica Wang, dragón se pronuncia long (cuya traducción es largo plazo). Así espera que sea la labor que desarrollen en el centro artístico, donde además de exhibiciones se educa en arte mediante cursos y talleres.
Liu reconoce que su colección es muy valiosa y que su patrimonio cuenta con muchos ceros, pero le resta importancia porque no la venderá, según asegura a la agencia Bloomberg. Su sueño es construir en China el equivalente a museos como el MoMA o el Guggenheim.
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